lunes, 13 de abril de 2015

A rebato

Se puede dormir por la noche por medio de un mecanismo de desconexión ampliamente documentado. Si de  verdad sintiésemos la injusticia de forma insoportable nos habríamos alzado en armas o cualquier cosa peor. En nuestra naturaleza ovina, demócrata y social está el aguante, esa fuerza inconmensurable de la naturaleza que nos empuja a estar sujetos como una cría de elefante con una cadenita ridícula porque una vez nos dijeron que estando muy quietos sobreviviríamos. La cosa es que tenemos una suerte de estado de estrés postraumático transmitido por medio de la educación: "Que no te oigan" "No te señales" "Espera que sea otro el que hable primero"... Supervivencia y cobardía a partes iguales. Y muchas gotas de angostura.
Tenemos para ilustrar esta especie de teoría el caso de la mujer que llevaba sobre sus espaldas todo el peso del mundo en forma de su hijo, como Atlas, pero no por un castigo, sino por nuestra tendencia social a esperar que nos salpique la lava en los pies para anunciar que hay una erupción. La señora y su hijo necesitaban una casa adaptada, un ascensor o similar. Y ha pasado lo que otras veces. Esa mujer ha tenido que abrir su casa, perder su intimidad y mostrar su vida cotidiana de dolores y padecimientos, dejar que un desconocido en su casa la mire con lástima y otro la grabe como nunca quiso que lo hicieran por ver si su calvario cesa. Esto lo supongo porque una cosa es el exhibicionismo en las redes, colgando cualquier chorrada que hacemos y otra que alguien te saque con ánimo documental porque no hay más remedio que ese para que algo cambie. No puedo dejar de pensar la intimidad que pierden estas personas que tienen que caminar explicando su vida a funcionarios, administrativos, asistentes sociales y demás tramitadores. No puedo dejar de pensar que pierden cada día un poco de ese tesoro que es lo privado, lo que voluntariamente se preserva en condiciones normales, lo que es objeto de  litigio entre ricachones y gente fina que puede permitirse tener los bienes jurídicos más protegidos que el resto. La señora en cuestión , tras peticiones internáuticas y polvareda mediática, ha conseguido arrancar a las administraciones la promesa de una vida más serena, que pasa por unas obras u otra vivienda adaptada a sus circunstancias. Al final, las personas con problemas de este calibre han de liquidar su mundo privado en favor de la supervivencia. Este es un mundo feroz donde los políticos bailan rumbas en la tele si se tercia, aprenden a no contestar y prometen la vida eterna. No es la eterna la que nos preocupa, es la diaria, con sus miserias y sus dolores, en este caso, más de corazón que de espalda. Las cifras de la dependencia y sus caras, el negocio y la desvergüenza, todo junto tocando a rebato, que llegan las elecciones...

2 comentarios:

  1. Compaarto taotalmente lo que escribes sobre el "circo" que deben de pasar ésas personas. añado un adjetivo: Pierden "su dignidad" de personas que son.

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