miércoles, 11 de mayo de 2016

Vistas

Desde el ventanal del tanatorio todo es pequeño y relativo. Aunque una quisiera mirar a lo lo lejos no podría porque las casas tapan el horizonte y el horizonte son sólo casas. Iguales por grupos. Pequeñas. Ridículamente pequeñas. Desafortunadas. Acristaladas. Sosas. 
Desde la ventana del tanatorio miramos poniéndonos sobre las puntas de los pies, como si tirásemos un obús, intentando que nuestros ojos estén donde creemos que caerá el proyectil, detrás de esta loma colonizada por las casas. Y nos quedamos así, un rato largo. Ese rato largo que sigue al acto de vaciarse interiormente  sola o en compañía de otros, en un momento desesperadamente nihilista.
Volvemos a lo que tenemos delante y ponemos transparencias de acetato a nuestro paisaje sentimental.  Todos lo conocimos virgen, no hace tanto. Por allí subí una tarde de merienda. Por allá no había nada. ¿Qué son aquellas señales? Alguien aclara que son estaciones de penitencia. Donde está esa casa sólo habían árboles, ¿te acuerdas?, ¿te acuerdas?
Desde este piso del  tanatorio se ve todo al detalle. Fotográficamente. Nos dejamos llevar y seguimos poniendo más capas de memoria, décadas y décadas de desarrollo borradas de un plumazo, sacadas del paisaje, que ha desaparecido perversamente bajo toneladas de cemento. Replantamos los árboles, vuelven los gavilanes, los alacranes, las chumberas. Volvemos a ser un lugar árido y fértil, como un pueblo de la frontera de un western italiano, que crece alrededor de un río que llega siempre mermado y que da de beber a todas las bestias.
Por un momento desde el ventanal del tanatorio los hombres son jóvenes otra vez y celebran la amistad del que se ha ido. El que se va siempre se lleva un trozo tuyo. Ya te lo devolverá, te dices, y con un saludo de alguien que entra vuelves al despropósito urbanístico, a la vista que no reconoces, al hastío. El recién llegado dice las palabras mágicas y te transportas: ¿te acuerdas? Y tanto, le dices. Y viajas de nuevo, con él, a otro momento que se proyecta mágicamente en la cristalera...

2 comentarios:

  1. No puedo resistir a no poner tu frase: "Y viajas de nuevo, con él, a otro momento que se proyecta mágicamente en la cristalera..."

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