jueves, 2 de junio de 2016

La culpa no es nuestra

Los hombres y las mujeres no pueden ser amigos. Los hombres quieren lo que quieren. Mantente virtuosa. Resérvate. Mientras tanto, que la falda sea larga, que no se ciña a tu cuerpo, que una llave de las que llevas en la mano sobresalga lo bastante para hacer de estilete si alguien te agarra del pelo. Córtatelo, porque así tienes menos posibilidades de que te cojan. También debes guardarte si vives en lugares con poca luz. Si es así tienes que buscar quien te acompañe. Que llegue hasta la puerta, que espere que entres, porque están en los portales, en las escaleras, en los ascensores. Porque acechan a alguien inocente como tú, que no sabes nada de la vida, que eres muy tonta porque los hombres son muy listos para estas cosas, que nacen con un instinto depredador que se despierta cuando empiezan a ser hombres. Cuando las mujeres empiezan a ser consideradas como tal tienen que llevar cuidado, o serán madres sin querer, serán víctimas sin querer y nadie podrá evitar que alguien las aceche y las mate por dentro, porque esa es la maldición de las mujeres.
Si llevas la sonrisa amplia, los labios rojos, los tacones altos, los escotes generosos, has de aguantar la zafiedad de un desconocido, el manoseo ocasional, el despecho de alguien que te codicia. El despecho es amor, y también los celos. Ambos harán enloquecer a un vecino intachable, a un hijo amoroso, a un trabajador aplicado. Ella le volvió loco, ella está muerta. Ella está destrozada. Ella no fue prudente, o casta, o lista. Ella y siempre ella.
Hace unos días en  Brasil, ayer en Sevilla, hace más tiempo en la India, en cualquier guerra olvidada y plagada de armas europeas, de esas que llevan la democracia en los casquillos... Perdón, déjenme que especifique: cada 11 minutos en Brasil, cada 20 en la India, cada 8 horas en España se denuncia una violación. Hay lugares donde se fustiga a las víctimas  por indecentes, hay donde aún  -cada vez menos- hay quien las criminaliza por no haber opuesto lo que antes se llamaba lacónicamente "resistencia suficiente" y se las revictimiza en interrogatorios que destrozan aún más a la mujer agredida. Seguro que recuerdan a Nevenka. Estamos estos días de nuevo leyendo y hablando sobre la cultura de la violación, que se fundamenta en una comunicación dirigida a las  mujeres. Deberíamos alguna vez poner el foco de la campaña educativa en liberar a las mujeres de la culpa, y  en decir claramente a los hombres que son los únicos responsables de las agresiones que cometen. Hay que educar a los hombres en igualdad y a las mujeres en  libertad. Tenemos que dejar de ser lo que ellos quieren que seamos. Ellos son los machistas, los postmachistas, sus múltiples variantes. Esos ellos son los que nos vejan y nos matan. Pero hay otros ellos: nuestros compañeros, leales y comprometidos. Tenemos que salir de una vez de esta espiral, somos la mitad del mundo, no somos un botín ni un objeto. Debemos empezar a ser lo que queramos.

2 comentarios:

  1. Buena parte de lo que ocurre en el mundo, bueno o malo, tiene su origen en la infancia, que nos marca de forma indeleble. Me rememoro en la escuela, en el recreo, en el frescor de las aguas del río que nos llevaba hacia nuestra adolescencia, siempre rodeado de niñas con otros niños. El respeto que mostrábamos siempre era proporcional a la educación recibida. Entendiendo por educación el respeto que toda persona merece. No todos mostrábamos el mismo respeto y entonces, para comprender había que buscar en la casa de cada cual. Y lo comprendías todo. Todo empieza en la infancia; todos regresamos a ella...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Desde luego que sí. Yo tuve malas experiencias. Aquellos padres dejaban mucho que desear...

      Eliminar