jueves, 7 de julio de 2016

Espionaje

Mariquita limpia los cristales del tercero con gracia acrobática. Ha puesto una escalera en el balcón, se ha armado de cubo y trapos y mientras le da al bolero a media voz, frota dibujando anillos de Saturno y echa el vaho con la boca redonda sobre unas sombras que no se ven más que por el otro lado y por eso sube y baja constantemente, para ver la hoja de la ventana por los dos lados y dejarla absolutamente perfecta. Paco lo sabe y por eso, con los prismáticos fucsia y lila de Dora la Exploradora que se ha dejado Belén en el sofá le hace un homenaje a sus ojos y sus sentidos viendo las pantorrillas de la mujer, que escala y desciende en permanente tensión y en aras de la limpieza total que anunciaba ese mejunje con pistola que le da una tos tremenda cada vez que ataca a las manchas desde la distancia corta.

Paco está apoyado con los codos en la mesa camilla de su comedor, apostado como un soldado de la guerra de Corea en la playa donde reconoce el territorio con miedo a que el enemigo, que ha salido por unas bolsas,  por gazpacho y una lechuga, le pille in fraganti con cara de lelo mientras ella -esa diosa- abrillanta y rasca con la uñita lo que se resiste en el cristal del edificio de enfrente. Mariquita se huele algo, porque de vez en cuando un destello la ciega y viene de los pisos de los toldos verdes, del rellano de los realquilados. Se siente observada y mira a lo lejos topándose Paco con sus ojazos marrones, cayéndose el juguete, sonrojándose el ujier, cerrándose la bata de motivos escoceses hasta el cuello para que nadie pudiera ver que cada una de sus células andaba bailando el limbo, descocadas ante la maravilla del trapo que no cesa de frotar y frotar y frotar y frotar...


Paco está en la acera  con un collar cervical, le acaban de bajar del toldo del vecino. El enemigo desembarcó con sigilo y conociendo tras años de estudio las técnicas de vigilancia siempre negadas por las autoridades, llegó por la retaguardia emitiendo un chillido tan penetrante, tan agudo, tan hiriente que Paco, aferrado a unos prismáticos de juguete y sin acertar a poner los pies en el suelo se precipitó de la banqueta que había puesto para elevarse, al perder momentáneamente la visión de su objetivo. 
Desde la azotea de otro edificio una mujer mira a la calle con un catalejo pirata de pvc. Ha subido a volver la ropa y de paso a controlar la colmena que se extiende por el lado derecho del pasaje. La gente se agolpa en la acera. Hay un hombre en calzoncillos y bata de estar por casa, parece que se ha caído por el balcón. A saber lo que estaba mirando.

Buenas vacaciones

3 comentarios:

  1. Me has hecho reís a mandíbula batiente. Gracias necesitaba ese frescor de tu escritura tan bailarina y tan acertada con un ritmo perfecto para también a ti deseare unas felices vacaciones.
    Un abrazo especial de los míos <8>

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