jueves, 6 de octubre de 2016

Heroínas

Milagros llega  a la panadería con su billete de cien pesetas estrujándolo en la mano, porque si deja de hacerlo lo perderá. Aún no tiene dónde colocarlo en el seno, como su vecina Lola le ha enseñado. Lola lleva en un seno los billetes y en el otro la calderilla, y ve lo más normal del mundo meterse la mano para pagar en los comercios, donde ya conocen su sistema contra los cacos castos, porque de los otros Lola aún no ha encontrado ninguno. El día que eso ocurra, habrá de idear otro modo de almacenar los pempis, y Milagritos se reafirmará en su método de enrollar los billetes mucho mucho y ponerlos dentro de la mano, cerrándola sin posibilidad de  escape.
Milagros Leal, Milagritos,  sabe que Pili la panadera, es nueva  en el barrio. Ella también es un poco forastera, como le dicen en el pueblo de su madre; ambas tienen la sensación de no pertenecer a aquellas calles. Aunque no han hablado sobre esto lo saben: es una certeza que las inunda cuando pasean sabiendo que no es este su sitio, que hay un lugar donde serían más felices en este mismo momento. Quizá sea el color del cielo, las historias que les contaron, o que nacieron ya con el corazón desarraigado. Quizá en otra vida vieron otros paisajes y escucharon otras lenguas. Lo saben y les basta,   y por eso entre ellas existe una fraternidad que trasciende las edades. Pili asume que Milagritos entiende las cosas al vuelo, que en sus ojos marrones no hay una sombra de oscuridad. Piensa cuando la tiene enfrente que tiene los ojos como un potro alazán, y que como los animales detecta la maldad y el sufrimiento de lejos, así que le habla pese a la diferencia de edad como si fuesen dos viejas amigas.

-Dice mi madre que soy un chicote.

Pili coge con dulzura la barbilla de la niña que la mira con arrobo, como si fuera una estrella de cine y ella su más rendido admirador.

-Lo que sabrá tu madre… Verás: hubo una inglesa del siglo XIX que se llamaba Gertrude Bell que se fue al desierto con sus tazas de té y sus cosas de milady  porque no se resignó a lo que le tenían preparado: viajó mucho,  andaba con espías, llegó a ser una experta en oriente... Ha habido mujeres exploradoras, aviadoras, escritoras, científicas ... ¡hasta astronautas…! Tú darás la vuelta al mundo, prenda.  Las mujeres estamos acostumbradas a pedir permiso y eso no es así.

- ¿Ni al marido?

- A ese mucho menos. Al compañero se le consulta, se dialoga, pero permiso se pide a un superior. Mi hombre no es un superior.

Fumaba la panadera con pose de modelo, sentada artísticamente sobre un saco de harina con una pierna cruzada sobre la otra, jugando con el zapato que se había sacado un poco para descansar.

-¿Son de charol?

- Charol rojo, pa’ que se mueran los ofidios.

-¿Ofidios?

-Serpientes, reina, las viejas que preguntan.

Milagritos enseña a Pili un pendiente dorado que esconde con misterio, recién encontrado en la calle, arrancando una sonrisa de la mujer que tiene una respuesta lógica para casi todo:

- Es un pendiente de pobretona. En mi pueblo los llevábamos todas; los compraban a plazos a un hombre que vendía ollas, sábanas…  y los brillantitos siempre se caían, como en ese. Mis hermanas tenían un par cada una. Lo ha perdido una millonaria…

MIlagritos se despide de la mujer con un beso que recibe con ternura en el pelo, porque a los niños no se les besa en la cara. Mira a Pili que la sigue con la sonrisa mientras se ciñe el delantal como si estuviera colocándose un corsé, dejando que asome por el peto primoroso una figura firme que corta la respiración al electricista del cuarto izquierda, que cada vez es mejor marido... últimamente hasta baja a primera hora por el pan. Pili se lo ha dicho a la niña y cuando entra muy serio el señor Salvador por una barra, se parte de risa por lo bajo. Antes de que empujase la puerta para entrar le ha dicho la panadera con sorna:

-Verás qué tropezón pega cuando le hable...

... Y Salvador, ajeno al juego da un traspiés de cine mudo cuando Pili le dice al salir...

-Tenga usted buenos días...

Pili coge la mano de su cómplice para que no estalle su risa, que está llena de gotas de lluvia y alas de mariposa. Milagritos admira a la mujer sin reservas… sabe Pili tantas cosas… De mayor quiere ser así de libre, trabajar, tener un marido que la quiera, unos zapatos de charol rojo y un setter de orejas largas. De mayor no quiere ser como su madre, asustadiza e insomne. De mayor quiere conocer París, comerse el mundo, recorrer Europa en tren…

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