jueves, 3 de noviembre de 2016

Tiempo de moscas

Imaginen el zumbido de una mosca. No una mosca de esas pequeñas que se resguardan en las cocinas con olor a repollo en el otoño, no. Una mosca gordísima y pesada, que está desesperada por poner sus huevos, que huele la muerte a kilómetros, esa mosca.
Imaginen que estamos con la ventana abierta y hay una mosca zumbando en esa reunión tan importante que apenas se ha publicitado. La mosca sabe a lo que viene y todos los asistentes rehúyen el papel de cadáver empresarial o político. La mosca debe haberse equivocado, pero como es hábil no hay más remedio que dejarla salir por la ventana, para que busque otro objetivo, y verla volar con recelo mientras se aleja, por si nos ha marcado para que otras moscas nos encuentren. Cosas de moscas.
Imaginen que estamos buscando a una mujer que se ha perdido, de esas que salieron y ya no vuelven, y un zumbido de mosca nos pasa por un lado de la cabeza. Seguro que reconocen esa desazón, esa culpa, ese no saber qué pensar, ese negar la realidad. No puede ser, no puede ser. Otra no. La mosca nos dice que busquemos entre nosotros al que lleva sangre aún en las manos, al que lo ha pensado, al que está reuniendo valor o coartadas. Hay gente que nos rodea a la que le zumban las moscas cada día, porque lleva olor a cadáver en las manos de tanto pensar en matar. Una mosca le marcaría desde lejos. Hay que hacer caso a las moscas.
Imaginen, finalmente, que la mosca ha desaparecido, porque está ya, afanosa, en su propio destino biológico. Ya no nos atañe, seguramente. Eso nos queremos contar. Hay niños macarras que llevan moscas alrededor, hay padres satisfechos de tener niños macarras. Hay macarras, hay niños que tratan con macarras apenas levantan dos palmos, o quieren ser macarras, o jefes macarras que hacen obreros suicidas. Hay suicidas que se fabricaron en un tiempo de moscas en el que hubo jefes, padres, hijos, macarras y puteros que no sabían que las moscas eran ellos mismos: carroñeros sociales, familiares, escolares, empresariales. Hay días como hoy en el que una mujer aparece muerta, y el asesino aún tiene amigos y moscas que le ronden y justifiquen su destino biológico, su misión evolutiva. Cuando es así, el mundo entero huele a muerto, ¿no lo notan?

7 comentarios:

  1. Lo noto, lo he notado, y lo notaré, cosas de humanos...digo moscas.

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  2. Si lo notas es buenísima señal. Un saludo ;-))

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  3. Aunque digan que el olfato del ser humano se habitúa rápidamente a los olores ambientales, es imposible no percibir ciertos olores nauseabundos...

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  4. Ya se lo decía a Jordi... y bien va si lo percibimos. Gracias por pasarte, Salva. Abrazos ;-)

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  5. ...y armarse con un buen insecticida,
    y utilizarlo a granel,
    y comprar más.

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  6. Tenemos moscas en todas las sopas...no sé si me explico bien.

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