lunes, 16 de enero de 2017

Pena

A veces la pena se instala en el pecho de manera persistente. La pena llega de golpe, como una puerta mal cerrada a la que el viento hace crujir los goznes. La pena también se disipa, como esas nubes que se van estirando sobre las montañas, que desaparecen como mechas de algodón de azúcar, apenas unas briznas al volver la vista sobre ellas, al cabo de un rato. 
La pena llega intempestiva, obscena. Se recrea en tu memoria, te desgarra, embotando tus sentidos de sensaciones que parecen perdidas, como esa felicidad que es destiempo, siempre destiempo, mientras dura esa pena. 
Sustraerse como obligación, como costumbre, como terapia. Ser otra vez aquel y ser para siempre otro. Resurgir, flotar, crear, ser distinto y el mismo, contener un suspiro que encierra una fatalidad que no será dicha. Que nadie cite lo oscuro, porque es un terreno cenagoso donde se demora la escapada, llenas las manos de brea, de sal, de vinagre...
Hay que escapar de eso oscuro que es la pena. 
Y recordar la caricia del sol. El crujido de las manzanas verdes. La brisa cálida. El abrazo.
A veces la pena se instala en el pecho y es un error retenerla. Me digo que pudimos ser felices y lo seremos otra vez,  picoteando del manjar de la vida como un pollito incipiente, curioso, tibio. 
La vida es esa pena en el pecho salpicada de espuma de mar, dolorosa y decidida a quedarse un poco más, un poco más, como homenaje al recuerdo retenido, a la sonrisa apagada, a esa parte de nosotros que está y no está, que duele y no duele, que se recuerda y se olvida.
Me resisto, pero acepto que al parecer, la vida es recordar olvidando. Olvidando la pena.

2 comentarios:

  1. A veces, la pena es ese despertarse desvelado sin saber por qué, desarroparse adrede para sentir el aliento frío de la noche posarse en la piel y, ahora sí, disiparlo al abrigo de la cálida manta que te arrulla y volver a dejarte vencer por el sueño. A veces, si la conoces y la domas, la pena es útil.
    Buenos días, Angélica. ;o))

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    1. Es cierto, Fermín, y también nos cuenta de qué estamos hechos. Abrazos.

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