viernes, 15 de mayo de 2020

Tercero interior


Mauro no comparte las euforias. Su piso es interior y pequeño. Lo bastante interior para que no entre el sol. Lo bastante pequeño para no tener una habitación libre. En el piso de Mauro suena la radio noche y día. Las noticias son inquietantes y profusas: los que hablan no se hacen entender, será que el mensaje es complicado. La suspicacia no le ayuda a ser optimista, pero intenta dejarse llevar. Le gusta que le digan que todo va a salir bien, pero la verdad es que lo acepta con poca fe, como cuando su padre le cogía de la mano y le decía que siempre estaría con él. Mauro supo muy pronto que nos mienten para no hacernos sufrir. Su padre se fue hace mucho. Fue padre demasiado mayor, simplemente.

El padre de Mauro hablaba poco y él prefería no preguntarle. Mauro rascaba la pana de sus coderas haciendo dibujos. La chaqueta de su padre es un lugar feliz. Olía a tabaco y pesaba mucho. Su padre se la echaba sobre los hombros cuando hacía frío. Su padre decía que no tenía frío pero no era verdad. Las mentiras piadosas se sucedieron durante un invierno largo y lejano que se parece a esta primavera lluviosa. Ahora tiene todo lo que precisa. A su padre le hubiera parecido abundancia. La señora Puri le lleva de todo de la iglesia. Es buena mujer y le compadece. Él no se cree digno de compasión, pero la señora Puri es tendente a la lástima y le encomienda en sus oraciones. Se lo dice y a él no le molesta, aunque duda de la eficacia de esas palabras repetidas mil veces. Mauro sabe que tuvo mala suerte la señora Puri, que su fe arrecia porque su marido no la mira con cariño y sus hijas se fueron a trabajar lejos. Si él hubiera querido a una mujer hubiera sido como ella, una mujer temblona y con la piel blanca, llena de secretos y vergüenzas. Una mujer que le dijera: Mauro, menos mal que estás en todo, que si no fuera por ti… 
A Mauro le gusta pensar en que pudo ser importante para alguien.

En la radio la gente habla de lo que ha perdido. La vida es un perder y descontar, y desear mucho y ver cómo todo se escapa. Él apenas tiene, y por eso no pierde. Puri lo ha perdido todo poco a poco: la ilusión, las hijas, la confianza. Usted, señor Mauro, podía hacerse voluntario, que hay mucha soledad. Ahora cuando esto pase, puede usted venir a la iglesia y yo le presento a gente que está necesitada de hablar, como usted. Mauro no cree que necesite hablar; Puri en cambio está sedienta de su labor, como si al realizarla reescribiera su historia. Mauro cree que eso es casi enfermizo, que la vida se asume y se perdona. Su padre está presente en sus horas, imagina lo que le diría de estas cosas complejas de la ciencia, sin apenas entender nada. Tiene una certeza sobre él, y es que en su visión sencilla de las cosas, sabría que hay mucho dolor y haría por aliviarlo. Que ellos, él y el niño Mauro, tenían suerte en el fondo, y que a pesar de las horas azarosas no tenían nada de qué avergonzarse, porque su miseria era como un apellido compuesto de abogado de capital, algo que se hereda y te define, una brújula que resiste todas las tempestades.

La miseria había hecho que los hombres como ellos estuvieran pendientes de volver a las calles, donde siempre se araña algo. El asfalto, por primera vez en su vida, no era un lugar seguro, y con mucho esfuerzo se había propuesto aprender de las arrugas del papel pintado del pasillo o las manchas del terrazo del suelo, que siempre cuentan algo, jeroglíficas y cambiantes. El tercero era un buen sitio para ver cómo la ciudad ya no despierta, ni pasan las oleadas de obreros, ni suenan las persianas de los comercios, ni las motos de los chicos que vienen a impresionar. El tercero de Mauro pudo ser un apartamento cuqui, pero él ya no sabe vivir en ninguna otra parte. Le toca un rayo de sol a partir de mayo, todo suyo, directo del cielo, y a eso no se puede renunciar. Es extraordinario, como un gorrión que se baña en una charca, ajeno a los males del mundo, sin pertenecer a nadie. Libre como él. Como su padre.   

4 comentarios:

  1. La importancia de sentirse querido por alguien...

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  2. Para comprobar si hago algo mal. Que seguro que sí.

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  3. Vaya, no sé si me alegro más de ver mi bello y expresivo nombre o de poder seguir sus historias, perdónme la inmodestia!

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