martes, 29 de junio de 2021

El vecino

En mi jardín nacieron unas caléndulas. Llevo sembrándolas muchos años. A mi suegro le parecían unas flores sencillas y sentimentales y las dejaba allá donde salieran. Por fin se dieron los elementos y válgame que no son de esas flores que se pueden poner en un tocado, ni huelen especialmente, ni duran tanto como uno de esos rosales que alfombran mis meriendas de la infancia. Mitad acelga, mitad margarita, quizá flores impostoras. Pero como no se elige aquello que nace, sólo queda amarlo.


Salió mi novela al fin, mitad relato, mitad brazada hasta la orilla. Me ahogo. Escribo. Me ahogo. Publico. Está aquí como esas flores pequeñas, viviendo por voluntad propia. Os la ofrezco con alegría. Ya no me queda miedo, porque después de tanto rechazo ha optado por florecer, ajena a mis deseos. 


El vecino soy yo y el otro. Y usted, seguramente. No hay tanta alquimia en estas letras. Hay un verse en el otro, reconocido. Ya me dirán si la leen, si es novela acelga, novela tomillo o nada más que una novela olvidable, una más en este mar de letras que flotan por todas partes. Perdonen mi parquedad. 

Véanlo como una muestra de respeto.