lunes, 14 de diciembre de 2015

Ahora

Si han saltado alguna vez a la poza de un río que no conocían, ya saben de lo que les hablo. Piensas que hay un palmo de agua, pero en realidad hay dos metros. Te pones azul. Sales con el mismo impulso que entraste. Todos sabían que te la ibas a pegar, pero no te lo impideron. Algunos -pocos- dijeron que si estaba fría. Uno a lo sumo te alcanza una toalla.
Lo mismo pasa con la pobreza. El descenso tienen una profundidad que nadie sabe medir, pero que siempre es mucha. El frío se queda en los huesos para siempre. Y la sensación de culpa, porque debías haberlo sabido-evitado-arreglado.
Un pobre es pobre por falta de cálculo. No calculó lo que tiene estar en la sociedad del sálvese quien pueda. Aunque cada vez la solidaridad sea más visible. Tan visible como urgente.
La pobreza debería ser el eje de la campaña. El empleo ya no salva de la pobreza, porque cuando se pierden todas las reservas y una familia se endeuda, trabajar nunca basta. Deuda es una palabra que nos sobrevuela constantemente. Por ella sumada al 135 se adelgaza la red social que sostiene al pobre. Números y más números, cifras y porcentajes. Gastamos tanto, tanto... fuimos tan manirrotos...
Imaginen en este país de resabios católicos que desapareciera el sentimiento de culpa. Que su espacio lo ocupara una justicia que tuviera precisión de neurocirujano y extirpara el mal donde se hallara. Nadie podría salir a decirle a usted, pobre hasta las médulas, que gastó como un cacique, encendiendo los puros con billetes de mil pesetas. Nadie podría tener la coartada de la obediencia debida y la soberanía nacional residiría... qué poco me gusta el romanticismo mal entendido. Ya hay bastantes suicidas, pero nadie que quiera medrar habla de ellos: tienen demasiados problemas. Oh, qué gran paisaje se dibuja en un país que intenta que no haya pobres ni suicidas... Un país de ciudadanos iguales, atendidos. Un país de estudiantes y científicos, de ingenieros, de filósofos. Famoso por todos ellos, y no por las gestas del balón u otra embriaguez similar. Díganme si al votar no pueden virar unos grados el sentido de este carnaval donde la víctima es el que ve mancillado su honor cuando fue pillado tras años de tropelías. Díganme si no es posible desterrar a ayudas de cámara y pelotas cuyos únicos méritos han sido apalancarse con estilo, trepar por un partido, obtener una red sobre la que poder saltar en cualquier momento. 
A veces el voto vale tanto como ahora. Siempre es valioso, pero en estas elecciones nos jugamos mucho. Nos jugamos tanto que cada vez veo a más gente con cara de "ahora o nunca". Pues que sea ahora. Ahora y en la hora, porque aunque no lo parezca, una poza tiene fondo. Que se lo digan a los que no han podido salir de ella y han muerto ateridos  esperando que les rescataran.

1 comentario:

  1. Cruel realidad, mas aun cuando el hoyo lo ayudamos a cavar juntos. Como? Cuando trabajábamos 10 horas y no declarabamos las dos, por que esas dos eran para los vicios y no los ahorramos.

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