domingo, 2 de septiembre de 2018

#Eliseo (y 21)


El nido de Susana se vacía. El de Matilde lo está. El de Eliseo no se llena. El nido de Pilar ya no es nido, ni anida nada en él. Los huecos están conectados y entre ellos existe una comunicación que hace que los sonidos se escuchen más o menos nítidos. Susana sabe de Lola, Pilar sabe de Biel, Paco de Matilde, Eliseo de todos. Saber del otro no es real, así lo cree Eliseo. No sabemos nada del otro, nada de nada. La gente de la universidad. A la mayoría no los frecuenta. Unos triunfaron, la mayoría, no. ¿Qué es triunfar?, se pregunta Eliseo. Triunfar en la vida, diría su cuñado José Antonio. La vida en sentido extenso. La vida de José Antonio siempre le fue ajena. No encajó jamás en su agenda de cumplimientos. Hoy aperitivo con éste, mañana café con el otro. Fiestas, eventos, compromisos. Todo por estar. Estar siempre. Permanecer. Hacerse ver. Arrastró a Tere a sus historias. Ella siempre tuvo un aire a pasado de moda, reciclando vestidos de fiesta de temporadas anteriores, llamativos, voluminosos, brillantes. Tere era extrañamente arcaica, con el pelo demasiado oscuro y las perlas demasiado grandes, y desdecía de José Antonio, que en mangas de camisa parecía dispuesto a todo, aquellas camisas que por cosas de la buena mesa eran estrechas de cuello y largas de manga. Eran una pareja rara, en la que uno parecía estar haciendo un favor al otro, añadiendo ella aplomo y él alegría, cada cual haciendo la guerra por su cuenta, sirviendo a ejércitos diferentes y sólo juntos por una razón ya olvidada.

Triunfar en la vida, cuñado, decía José Antonio con paternalismo a Eliseo, cuando estaba recién licenciado y se suponía empezaba a mover sus fichas para establecer su posición. Habla con éste. Come con aquél. Incansable, activo, frenético. No pudo seguirle el ritmo, y pasó a ser un pobre chico sin espíritu al que habría que cuidar, como si le ocurriese algo malo que no le dejara evolucionar. Eliseo enrojece al recordar muchos momentos de aquellos, en los que le empujaban a estar en sitios que no quería porque era conveniente, por labrarse el porvenir, por hacer amistades… ay… Eliseo, así no medras, Eliseo, que tu hermana y yo hemos hablado, que tu hermana y yo hemos dicho, que me vas a perdonar la sinceridad, que ya lo decía tu madre, Eliseo, que eres un poco blando y crees que te llegarán las cosas sin pedirlas. Hay que pelear para triunfar en la vida, Eliseo.

Triunfar en la vida. Nada más y nada menos.

Paco debe tener una teoría sobre lo que es triunfar, seguramente. Paco se sonríe, qué cosas tienes, Eliseo. Triunfar es una palabra fea. Significa que asciendes como un conquistador, que quemas la tierra a tu paso, así lo veo yo, y no me gusta. Me agrada más tener el viento a favor, trabajar como una hormiga. Susana esperaba triunfar, ella sí usa esa palabra. Que su arte fuera descubierto, que alguien apostase por ella. Yo lo hice, pero eso es otro cantar, yo lo hice porque creo que hay muchas vidas posibles. Veía que el bar nos daría de comer más que la pintura y ella ha trabajado como una leona, por lealtad, por cariño. Pero algo se la come por dentro. El arte la ocupa y la envenena. Necesita dibujar de cuando en cuando, hacer unas cuantas extravagancias; necesita sentir que los otros buscan algo hermoso en sus obras, que reconocen su arte desmayado. Yo lo llamo así  porque nace de momentos en los que está a punto de naufragar. Su mente es un hervidero entonces. Su corazón se desboca. Y pinta y pinta. Y yo espero que pase el bache. Aborrece el bar en esos días, se niega a trabajar, me deja solo. La primera vez no entendía nada. Una cocina para mí solo. Simulé una avería. Sólo serví cosas frías. Casi me muero en dos días. Yo hasta el cuello de gente y ella que si la inspiración, que si la belleza. Triunfar en la vida y en el arte. Menuda esclavitud, Eliseo. Crear algo que no ha de convertirse en nada más que un ejercicio de estudiante, porque nadie paga por él. ¿Es cruel? Puede ser. Es más cruel no comer, pero aquí está Paco. Le ocurre cada dos o tres años, es como una crisis periódica que después se extingue. Yo tendré también las mías, seguramente. Pero hay que llenar el cajón.

Paco abrillanta la cafetera. Como un espejo. Paco es eficiente y práctico, y tiene herramientas para hacerle frente a las cosas. Matilde siempre se lo ha dicho. Paco es bueno de más y todo lo sobrelleva. A él también le decían que era bueno de más. Como un insulto. Le gusta la acepción de la bondad ligada a la generosidad y el sacrificio. Hay mucho amor en dejar a Susana fluir entre lienzos y papeles, mucho amor y mucho sacrificio. Hay una vida entregada, un tiempo que ya no vuelve, una manera de ver las cosas.

-Agradezco la confianza que me das.
-Matilde es como mi hermana y has sido muy bueno con ella. Para mí eres de la familia.

Eliseo se queda pensando. José Antonio y Tere nunca le dijeron nada. Cree que Tere no sabe hacerlo, que espera que el otro adivine lo que está pasándole por el cuerpo. José Antonio es protector, eso lo dice todo. Aún no ha hablado con él, pero seguro que le irá divinamente con la prima, disfrutando los dos de la alegría que siempre les ha unido. Ellos han triunfado pese a todo. Seguro que José Antonio no ve su divorcio como un fracaso. En cambio Tere estará con la piel apergaminada, esperando la muerte o una plaga bíblica que acabe con el que era su hombre. A veces siente que le ha fallado, pero con ella no hay término medio. O son como hace veinte años, o no hay nada, y eso ha de cambiar. Matilde le sopla la respuesta a la pregunta. Dile que la quieres pero que tienes otra vida ahora, dile que os vais a comer fuera y que pagas tú, a ver por dónde sale. Díselo esta noche, tarde, para que no tenga tiempo de llamarte para anular. Porque va a decir que sí. No tiene excusa para no salir y se muere de ganas de verte, ¿o es que tú no quieres verla a ella?
Eliseo asiente y coge el teléfono.

-¿Tere? Soy tu hermano. Mañana comemos juntos. Paso a la una, pago yo.
-¿Y eso?
-Hasta mañana.

Matilde suelta una risita cómplice y va a la cocina para volver con dos copas de vermut.

-Remi te hubiera hecho la ola.

Tere está en la puerta de su casa con cara de pasar mucho apuro, ya que todo el mundo que le pasa por delante ha de preguntarle dónde va o a quién espera. Sabe mal contestar a otro, no es lo mismo que cuando preguntas tú. No tienen derecho, se dice Tere, que se siete incómoda al pensar que alguien pueda estar elucubrando si tendrá una cita a estas alturas de su vida. No sabe Tere que su vida es poco interesante para la mayoría de sus vecinos, y por eso está deseando que Eliseo llegue. Y llegó.

-Hola, Tere.
-Hola. Ya me dirás a qué viene esto.
-Relájate, mujer, sólo es comer.

Eliseo elige sitio y es bueno. Nada que objetar por parte de Tere, que sólo habla para decir que todo está en su punto, y que uno tras otro deja los platos vacíos, callada, un poco distante. ¿Postre? Por supuesto. Tarta de almendras. Una manzanilla.

-¿Cómo vas? Anda, dime algo.
-¿Cómo quieres que vaya con estos cuernos?
-Debes pasar página, Tere. Ellos están en otra cosa y tú deberías.
-Eso es muy fácil, porque tú nunca has querido a nadie.
-Eso no lo sabes tú.  Quería hablarte. He conocido a alguien.

Eliseo saborea estas palabras que surgen de algún lugar que desconoce. Le han salido así, sin pretenderlo. Palaras suyas de las que no reniega.

-Mentira, mentira… Eso lo sé yo de sobra, porque te he cambiado muchos pañales. ¿A quién vas a conocer tú?

Un dolor agudo atenaza la cabeza del hombre que aprieta las mandíbulas sin decir una palabra. Pero qué mala eres, Tere. No sabes nada de mi. No tienes idea de qué me pasa a mi por la mente. No te has preocupado en estos años de lo que yo quería, sólo eras tú llamándome vago, insulso, antiguo. Tú diciéndome que no sería capaz de nada sin ti. Tu diciéndome que no sería capaz de valerme por mi mismo.
El tintineo de una cucharilla llama su atención.

-Que tú no tienes secretos para mi, que ya son ganas de intrigar. Los hombres no tenéis secretos, y tú menos.
- José Antonio tenía unos cuantos.

Tere hace ademán de levantarse, arrastrando sonoramente la silla hacia atrás. Le pagaría si pudiera, pero Eliseo se adelanta, y al levantarse él, ha visto a un desconocido vestido de domingo, decidido a no dejarse intimidar, mirando directamente a la cara.

-Oféndete, Tere, oféndete. Está pagado todo. Vete en  autobús. El 35 pasa por la puerta de la peluquería y te deja en la puerta.

Mientras se aleja de espaldas, Tere desea desollarle y llorar porque se le escapa lo único que le queda.

-Pues sí que lo siento. Creía que iba a salir mejor.
-Imposible.
-Y… ¿has conocido a alguien?
- A ti, Matilde.
-Tengo sesenta y siete años. Sesenta y siete.
-No me has dicho que no.
-Va a ser complicado, hace siglos que estoy fuera del mercado.
-Va a ser lo que tú quieras, porque yo no he estado nunca.

Susana ajusta la lente de su telescopio. El cabello de Matilde cae sobre el hombro de Eliseo, que abraza a la mujer con suavidad.

-Paco, asómate…
-No quiero y tú no deberías, eso es cosa de ellos.
-¿Pero tú…?
-Yo, Susana, yo. Déjales un poco de intimidad. Ya está bien el espionaje.

Susana toma un sorbo de té mientras Paco la contempla, azorada, perpleja.

-Ahora me doy cuenta, Paco, que no me entero de nada.

La noche envuelve el bloque 20 de una oscuridad cómplice. Susana vuelve a la cama con Paco, que sonríe al ver cómo el asombro se ha hecho fuerte en ella.

-En el fondo eres sólo una ingenua, Susana.


2 comentarios:

  1. ¿Triunfar en la vida?
    Vivir en ella ya es un triunfo.
    Gracias por escribir.

    ResponderEliminar