sábado, 20 de abril de 2019

Dilema


En días como esta tarde, Pepa imitaba a las aves. Los pájaros están hoy felices, hinchados de todos los gozos, liberados de la lluvia, buscando algo para comer, jubilosos, estridentes.
Pepa imitaba a los pájaros con la gracia de sus palabras. Ponía colores al aire de tardes oscuras, como esta mismo de ahora, con hileras de palabras preñadas. Las palabras de Pepa estaban llenas de otras, y esas otras de otras más. Cuando uno hablaba con ella no parecía tener fin la música de sus frases. Hay gentes que hacen eso, llenan el aire de letras que no precisan coartada. Existen porque merecen una vida larga y fuerte, nos llenan de gozo, nos mueven las voluntades. Esas personas, a veces, se van demasiado pronto. Recuerdo a Pepa siempre los días que llueve un poco, porque ella y yo hablábamos mucho cuando no se podía hacer otra cosa. Ella me daba sus letras, las envolvía con seda, las anudaba despacio.
Pepa era tejedora de palabras honestas. Llenaba los días de risas, urdía túnicas con frases con las que vestirse a diario. Frases llenas de palabras llenas, fecundas en lo esencial, perfectas en su medida. No sobraba ni una letra donde su verbo inflamado y serio ponía acentos, ¿la recuerdas? A veces me lo preguntan. ¿Puedes olvidarla? Sería más apropiado.
Pepa, mujer, vuelve a quedarte otro rato. Aún no puedo borrar tus señas. Quiero encontrarte si voy, volverte a mandar una carta. Quiero crecerme con tu aplomo, si pudiera ser, esta tarde. Qué mala es la lluvia esta, que te lleva a pensar con cordura, te recuerda los días señalados, te malmete para que llores la memoria que no es aún memoria, que es vivencia, porque ser memoria es como empezar a olvidar y yo aún no quiero.
Quiero y no quiero llamar a Pepa esta tarde. No me digan que no es un dilema.


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