jueves, 31 de agosto de 2023

Como toda la vida

 

No será para tanto, dijo una madre al auditorio tras una llamada de atención desesperada de una profesora a los padres. Lo dijo con autoridad. Qué poco aguante tiene la gente, remató la madre de una de las joyas. Hagan la prueba, introduzcan la palabra aguante en una conversación trivial y verán cómo alguien lo relaciona con la subida en el número de divorcios y rupturas: la gente ya no aguanta nada.

 

Hay que aguantar al niño, adolescente, marido, compañero de trabajo, jefe. Hay que aguantar. La paciencia como panacea, como virtud femenina. “Obedece y con tu ejemplo enseña a obedecer”, decían las fuerzas vivas. No obedecer era convertirse en una mujer a la que correspondía la reprobación y el castigo, bien directo de los tutores, familiares y demás allegados, bien de la masa social que no se pone de acuerdo en nada más rápido que en un chisme o un linchamiento.

 

Nadie puede sugerir a estas alturas que las campeonas de la selección femenina de fútbol pecaran de indisciplina. Es imposible llegar a su nivel con falta de compromiso. Lo que queda tras eso es lo de siempre. La tutela ejercida sobre ellas, entre psicópata y ridícula, no es más que “como toda la vida”, como dice Manu Sánchez en un derroche de ingenio que ha hecho que le brote un NO-DO entre las cejas. Lo de toda la vida es una mandíbula que muerde fuerte, porque a quién no le gusta un privilegio, a quién. Recuerdo una frase de uno de los documentales de Mabel Lozano sobre la prostitución: “la profesión más antigua del mundo es mirar hacia otro lado”. Somos muy de mirar hacia otro lado, eso se llama discreción, que también era un atributo muy valioso en aquellos papeles de color rosa de la Falange: “No busques destacar tu personalidad. Ayuda a que sea otro el que sobresalga”.

 

Se lo han aplicado a Jenni Hermoso al pie de la letra. Porque en según qué mentes despejadas, lo de toda la vida sigue estando vigente por el artículo 33. Qué disgusto cuando descubran que está derogado no el fuero, sino ese mundo rancio. Y que hay leyes de igualdad. Y ministras. Preparen las sales. Avalancha de señores desmayados.

  

lunes, 28 de agosto de 2023

Argumentario

 

Eso ya pasó. Hace mucho tiempo. ¿Aún te acuerdas de eso? Son ganas de remover lo viejo. Se estropea más que se arregla. Total él ya tiene otra vida y no se ha oído nunca nada. ¿Estás segura de que no exageras? Pues yo nunca he tenido problemas con él, lo mismo lo has malinterpretado. Si es un padre estupendo, ayer mismo iba paseando a los nietos. Si su mujer es feliz. Si eso que dices fuera verdad se notaría.

Yo me defendía sola. A mi nadie tuvo que decirme qué hacer. Haberle pegado una patada. Cuando se pone la cosa mal hay que ser valiente. A buena hora me iban a mi a tocar. Tienes que estar muy segura de eso que dices, porque eso es muy grave. Ese hombre tiene familia, piénsatelo.

Pues yo renuncio al trabajo, porque la dignidad es lo primero. Pues si se queda tu amiga es porque le va la marcha. Pues no será la cosa para tanto cuando no le ha partido la cara.

A buenas horas sales con esas, después de veinte años. ¿No tuviste tiempo de denunciar? Eso se hace cuando ocurre, ahora son ganas de escándalo y de hacerse notar. Será que ni entonces lo tenías claro ni ahora tampoco, que tú eres algo fantasiosa, toda la vida igual. ¿Estás segura de que no te lo inventas? Algo habrían visto los maestros, no me creo que pase y nadie se haya dado cuenta. Algo me habrían dicho las otras madres. ¿Se lo has contado a alguien?

No se lo cuentes a nadie, porque tenemos que ver qué hacemos. Si vuelve a pasar tú me lo dices, pero de esto ni una palabra, que no sabes cómo son los pueblos. Imagina qué desastre, no quiero ni pensarlo. Tú siempre has exagerado las cosas, de pequeña eras mentirosa, te inventabas cosas para salirte con la tuya, y ahora quién te va a creer.

No le cuentes eso a nadie, la gente no quiere oír desastres. A la gente no le importa nuestra vida. No quiero ni pensar que me pregunten, ¿tú has pensado lo que nos pasará si te dedicas a hablar de eso? Dirán que eres una fresca, porque esas cosas no le pasan a todo el mundo. ¿Seguro que no le diste pie? Porque últimamente estás un poco revuelta y hay que saber hasta dónde llegar.

De ahora en adelante no quiero hablar de esto. Tú te defiendes a patadas, a mordiscos si hace falta. Tú te defiendes que a mi no hizo falta que nadie me defendiera. A partir de ahora lo resuelves tú porque es tu problema, ¿no quieres ser mayor? Pues te apañas.

Te apañas sola, quiso decir, seguramente.

domingo, 20 de agosto de 2023

Los míos

 

“Deseando que lleguen los míos”, me decía mi amigo José Luis en el último mensaje escrito que conservo de aquellos días en los que aún era posible descolgar el teléfono y hablarle. Le preguntaba yo quién era los suyos. “Los elegantes, los silenciosos, los que sepan mucho y no se note. Esos, si llegan, serán los míos”.

Ver a Rubiales portarse como Rubiales ha provocado en mí un sentimiento que me atrevo a considerar como universal en cuantas mujeres conozco. El logro de Rubiales ha sido desbloquear el recuerdo de aquel baboso que un día decidió que nuestro cuerpo les pertenecía. Los hay de muchas categorías e intensidades, y todos juegan a lo mismo: somos amigos, familiares, vecinos, compañeros, conocidos. Venimos a besarte y cogerte de la cintura, a retener tu mano, a ponerla en tu hombro con confianza, a rodearte, a hablarte demasiado cerca, demasiado cordial, demasiado, simplemente. Todas o combinadas. El baboso es insistente y va cargado de razones. Te está dando un pésame o pidiéndote que cenes con él para proponerte un trabajo. Te está preguntando por tus padres o alegrándose de verte. Te está largando un rollo que hace que se te acorte la vida, pero qué más da. Lo que importa es que él consiga lo que quiere, ya sea el beso, el asedio físico o, en definitiva, ejercer el control de la situación mermando nuestro espacio, prescindiendo del consentimiento -gran palabra-, marcando el ritmo de nuestra NO relación.

Siento rabia por todas nosotras, las que hemos revivido esa sensación de asco intenso que nos lleva al vecino o al conocido grimoso. Siento que el testimonio gráfico de un día tan importante esté empañado por esas imágenes que no necesitan explicación. Y siento que mientras tecleo no se haya destituido a este hombre que no es de los míos ni de los de José Luis. Hechos tan lamentables como los de hoy nos recuerdan que hay que decir a los niños que no se besa por obligación, que el abuso sexual nace en círculos cercanos, y que el afecto se da pero no se exige, y mucho menos, se violenta. Díganle a sus niños que si parece raro seguramente lo es, y que han de tener confianza para contarnos cualquier cosa, por si todo se tuerce y un adulto que ellos consideran confiable decide tener con ellos un secreto. 

En esta evocación de la grisura que Rubiales me ha aportado hoy caben muchos nombres propios. Es como una náusea. Es el recuerdo en la recámara, esperando siempre.