jueves, 16 de enero de 2014

Siete

Siete mujeres muertas no son siete ministros, ni siete secretarios de estado. Siete mujeres son eso, unas muertas que engordan las estadísticas, como accidentes de tráfico. Igual que los accidentes, tienen causas, y culpables. No es una maldición ni una desgracia, es el patriarcado feroz que nos devora.
Pongamos que esa situación se diese en un sector financiero. Imaginen una ola de crímenes en contra de banqueros: todo el empeño y la alarma social estarían destinados a que cesara el fenómeno, a castigar ejemplarmente a los culpables, a que no pudiera reproducirse nunca más.
Pero estamos aquí, llorando nuestras muertas sin ver el gran levantamiento en contra de esa violencia que se gesta al abrigo de la falta de recursos, de los posos de esa educación rancia que tutela a las mujeres y las deja a merced de la recompensa y el castigo del varón.
Quisiera que hoy se quitaran las caretas y nos dijeran por qué no van a invertir en hacer más sana esta sociedad, por qué no se dejan la piel en eliminar desigualdades, por qué pasan de la cara de tragedia al pasotismo más absoluto en cuestiones de igualdad.
Pinchemos este balón de oxígeno de la ley del aborto. Porque es un esquema de engaño parecido al de la subida de la luz: la luz subirá un 11%; si no lo hace y es un 10 ya es un éxito. Amenazan con no incluir el tercer supuesto -o un sucedáneo de mala calidad- en el texto (iba a poner nuevo texto, pero no, es muy viejo) y luego abren un poco la mano. Qué bueno es el amo, que pudiendo matarme sólo me azota...
Siete mujeres y estamos a 17. Con siete víctimas por gripe se monta una campaña de proporciones interestelares, pero claro, no es lo mismo ¿verdad?


1 comentario:

  1. Desgraciadamente no habrá ley que evite que haya malnacidos, así como la pena de muerte no evitará asesinatos futuros. Creo que tan sólo una buena educación en familia y una sociedad sana aliviará el dolor de la violencia de género que va pareja a cualquier otra violencia con los agravantes que le son inherentes. Y de momento ninguna de las dos premisas se dan; la educación está abandonada, los padres nos hemos acomodado y la sociedad padece una anemia que la está dejando en los huesos, hasta tal punto que algo normal como puede ser el defender a una mujer que está siendo apaleada se considera un acto heroico.
    La violencia de género está ocasionada por personas enfermas de una sociedad convaleciente.
    Ojalá consigamos curarnos.

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