sábado, 15 de junio de 2019

Lo de hoy


Hoy era el día. Ya está. Bastones y aplausos a porrillo. Somos bastante previsibles y como tal nos hemos comportado. Ganaron o perdieron los nuestros. Los míos perdieron, como siempre. Los míos siempre pierden, no sé cómo lo hago que huelo la tragedia desde lejos y me acoplo con facilidad a los desastres. Hay desastres que andan a fuego lento cociéndose como las habichuelas de las monjas, con sus remojos y sus sustos, sin prisa, que la vida es larga. La cocina monacal de la miseria, de la legumbre reposada y omnipresente, preside la comida de los pobres que han visto en las teles las varas, los vítores y las ovaciones. Dieta de harinas y carestía que no sabemos si sufrirá variaciones ahora que a tantos les cambió para bien la vida.
La autoridad recién jurada no nos ha contado qué ha pensado para esas personas que sostienen el mundo con alfileres: educadores sociales, profesores, funcionarios de prisiones, sanitarios, cuidadores, todos los que ven la cara B de la buena vida, que luchan cada día por la dignidad de gente sin nombre que se hunde y flota como los náufragos del estrecho, otros que serán ignorados y castigados, aún no sabemos en qué orden, para salvaguardar una sociedad imaginada, tóxica y boyante, falsa, necia, suicida.
Las sonrisas se multiplican y yo sigo a lo mío. Que es haber hecho muchas colas, haber aportado muchos documentos compulsados, intentar estar con el agua por debajo de la nariz mientras veo pasar por los cargos a personas afables con sus mejores trapos. Hoy, triunfantes, los he visto sonreír casi con inocencia. No sé si saben lo que el poder va a hacer con ellos. Los que estamos en la base de todas las pirámides sospechamos lo que el poder hará de nuevo con nosotros. No me malinterpreten, no es cinismo. Es experiencia.

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