viernes, 26 de julio de 2019

Perdimos (otra vez)

No, no ha perdido el PSOE. No, no ha perdido Unidas Podemos.
Ni siquiera su infantería fiel, impúdica en las redes, desaforada, furiosa.

Ha perdido el señor Juan, que tiene un hijo con trastorno límite de la personalidad. Le cuentan que lo suyo se aplaca con recursos públicos. Sin los recursos adecuados el chico acabará en un centro penitenciario, donde la cosa no anda mejor: pocos funcionarios, mal pagados. Lo que haría que este muchacho reflotara se decide en las altísimas esferas. Las que están en otra cosa.
Ha perdido mi amiga Fina. Amiga de la infancia, esquizofrénica, preciosa, amable. Ella necesita un lugar donde desarrollar su mente, que es colorida y rápida. Tiene una asociación que la ampara, pero eso no es futuro para unos padres muy mayores, muy cansados, llenos de miedo. Ante la pregunta, la respuesta: toca en un despacho que esté más arriba, más arriba, más arriba...
Ha perdido Elena, que piensa en los avances médicos y en si lo suyo tendrá arreglo cuando al fin la llamen. Es la comunidad autónoma la que elige al gerente que elige lo que tardará Elena en ser de nuevo persona. Es una cadena sin fin de cargos que emanan de la cúspide de una montaña de excusas: que si tú, que si yo. A Elena le da igual. A veces tiene un día bueno y se le olvida que no puede hacer vida normal, y piensa en sanar y buscar trabajo, aunque siendo mujer, teniendo hijos y más de cincuenta años, es posible que no cotice nunca y sea un cero estadístico toda su miserable vida, no porque ella sea miserable, sino porque la empujan las cosas de la vida y del estado a contar céntimos y a administrar pobrezas. En algún momento esto cambiará, se dice, y hablamos de la renta básica y de lo mayores que están los abuelos, de lo repechosa de esa escalera, de los bonos de comedor social.
Perdió hace setenta años Perico, que junto con su hermano vive una vejez solidaria y escasa. Ambos fueron explotados en su momento y de las contribuciones exiguas han recogido pensiones famélicas. No son problema de nadie. Que si esto está transferido, que si eso es así por la ley. No son nadie, cualquier día se mueren, o se suicidan con polvos para las hormigas. Ellos perdieron antes de nacer, último eslabón de una genealogía de pobres que sólo ha entendido de respirar a medio fuelle. 
Conozco también ganadores. Gente alegre, rumbosa, personas que llevan en la cara escrito que han sufrido sólo lo que les tocaba. Ellos andan hoy enredados en discernir la derrota. Ellos son personas que tienen una vida diferente.
Ayer perdimos unos cuantos. Mis lista se alarga y se alarga. La alegría siempre va por barrios y en el mío hay una cigarra ahora mismo recordándome que hará calor y que he de dejar pasar los días hasta que llegue septiembre. Habrá quien, como en la canción, piense que entonces todo será maravilloso. Mientras tanto seguiremos hablando Rosa y yo de estas cosas, de si llegamos o no llegamos, del anecdotario laboral, médico y educativo. Seguiremos convencidas de que la incompetencia y la inmoralidad ayer se cogieron de la mano para darnos un bofetón. Que perdimos pero que resistiremos. Que tenemos suerte de hablar y compartir con otros tantos el bochorno y las ganas de luchar. Desde la invisibilidad. Desde esa trinchera que es, aunque no lo parezca, inmensa.

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