sábado, 9 de octubre de 2021

Ojos de vaca

 

Luisa tiene ojos de vaca. Una vaca es un animal que no me puedo comer. Una vaca te mira como si pudiera hablar. Luisa mira como si no necesitara hablar. En sus ojos redondos y algo abultados hay una especie de súplica. Hazme caso. Lo necesito. Luisa tiene una hija con una enfermedad de nombre impronunciable. Luisa tiene falta de dinero porque no trabaja, porque no puede ser enfermera y trabajar. Le parece una estupidez pagar a alguien para que seque el sudor de la frente de su hija, para que le de conversación, para que llore con ella. Para eso está ella mientras viva. Dicen que le pagarán en un futuro, sea lo que sea el futuro. Su futuro es futuro imperfecto de subjuntivo, que jode más. El que cobrare, mejor comiere, dice con retranca de esa que sabe a bilis. Su hija no habla porque no puede pero mira también como mira su madre, con un temblor en la pupila, con una lágrima presa, con una chispa de rabia. La hija, la llama Luisa. Como si fuera la hija de otro, le recrimina su hermana. La hija se ha acostado, la hija tiene calor. La hija, bendita sea, está peorcica esta mañana, que parece que el viento la azota como a esas cañas secas, despeluchadas y amarillas que le hacen de cono de viento, que en elegante se llama anemoscopio, indicándole por dónde llegará el sonido de la campana, de la motocicleta o de ese gallo que aún queda para testimoniar un amanecer incipiente, apenas unos rayos naranjas, que fueron hace horas una gama hasta el azul que es la montaña donde la hija subió una vez con ella a la espalda, cuando la hija era pequeña y la espalda podía con la vida y con la hija. 

Esta mañana la hija ha amanecido extraña con los ojos más apagados, con la sombra más alargada, con los deditos más largos y las pestañas caídas. Luisa teje cualquier excusa  aunque sabe que la hora, la hora, la hora va llegando implacable. Señora, no espere mucho, no se deje liar, no gaste dinero, señora, que su hija, ya sabe, está con días de otro en este mundo.

La hija de Luisa, ternera de ojos, sarmiento de manos, junco enhiesto de cintura, se cansó de luchar ayer tarde, y cayó sobre las ventanas una gasa como tela de araña, empañadora, viscosa, espesa, una gasa que deja que el aire entre filtrando solamente palabras y colores fríos.

Las hijas, las Luisas, las vacas, los ojos, las ráfagas de aire. Las butacas solas.



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