martes, 14 de diciembre de 2021

Cabestrillos

A todos ustedes les habrá pasado, que tras tener un brazo en cabestrillo, sólo ven mancos por la calle. Yo sufrí acoso escolar. Tengo los ojos entrenados para verlo. Lo huelo.

Si usted pregunta a cualquiera si está a favor, seguramente se ofenderá. Incluso habrá quien le ofrezca la definición académica, que vayan ustedes a las fuentes que vayan siempre tendrá dos características: intencionalidad y reiteración. La intencionalidad está clara, cada cual llevado por sus propios traumas e inseguridades (o maldades) se asegura la intimidación del otro, su anulación social. Siempre voy a estar en desacuerdo con la segunda, la reiteración. Porque si a usted alguien le calza un bofetón no espera que le de dos, le ha quedado claro su ánimo. Pasen el ejemplo por la perspectiva de género: ¿hace falta que un señor te diga guarradas diecisiete veces para que sea tomado en cuenta? ¿Alguien lo minimizará diciendo "son cosas de adultos"? 

(Aquí es cuando empiezo a hacer amigos, puede dejar de leer)

Los niños aprenden lenguas, ciencias, conocimientos. Aprenden modelos sociales: padres trolls en las redes, abusivos con los subordinados, agresivos en ambientes íntimos, antisociales disfrazados de ambición, pelotas, esquiroles. Vayan a  los partidos de las ligas escolares, verán canela en rama. Insultos que ustedes no sabían que existían, arengas que ni Leónidas, recordatorios constantes de que si no se domina la situación no se es nadie. Y los chiquillos van al colegio, y acosan, y amargan la vida, y son maleducados y disruptivos con profesores y compañeros.

Todo ocurre por algo. No hay imponderables en la conducta de un niño que era feliz y termina suicidándose. Hay, con demasiada frecuencia, una especie de lenidad entre los adultos responsables. En los centros se cuece todo. Hay una continuidad entre el entorno escolar y la calle. Todos conocemos profesores quemados y entornos disfuncionales. Ay de ti como coincidan en el espacio tiempo...

Denuncien. Hagan todos los trámites por escrito. Toquen dos puertas más arriba. Busquen apoyo, hagan pública la situación. Hay que intervenir siempre, porque no nos faltará quien nos diga que una no es ninguna o que con el tiempo todo se pasa. No somos responsables de la mala educación de otros, pero sí de la felicidad de nuestros hijos. Y eso es sagrado. Cualquier cosa antes de enterrar a un hijo.

1 comentario:

  1. Nunca entenderé a profesores y centros educativos que minimizan los indicios, incluso las evidencias, del acoso como si el prestigio estuviera en no tener casos de violencia y no en la eficacia a la hora de detectarlos y eliminarlos. Muy acertado.

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