sábado, 18 de abril de 2015

Carteles

Siempre me han parecido tristes los carteles electorales. Se pegan con jolgorio, se decoran con mala leche, se quitan como se puede, siempre tarde. ¿Por qué no les obligan a llevarse todos los restos del naufragio tras el cierre de las actas? Esta tarde he asistido a la colocación para la foto de familia de una familia de color primario. Les conozco a todos. Gente buena y trabajadora, gente a la que no le dejaría dinero, gente que me es indiferente, todos cerrando filas en torno a la idea del triunfo que ha de llegar. Tras las luchas por el puesto en la parrilla de salida, el lugar en la foto se supone y se han colocado en un santiamén, no como cuando en una boda hay que hacer que el más alto se ponga detrás, y el último que llega en cuclillas, como un delantero de fútbol. 
Pechos hinchados, abdomen pa' dentro, alzando la barbilla, pero no mucho, sonriendo, pero no demasiado, con caras de esto está hecho, pero que no se note...
La foto de unos ya está. En unos días las demás. En esta cosa de la municipalidad pequeña existe mucha autocensura y no se puede -en público- ni siquiera hacer ese comentario de modistilla sobre esa arruga que le hace la chaqueta porque le estira a uno de los próceres. No es que no se pueda, no... no se quiere. Los arraigos familiares, las fidelidades de todo tipo:  vecinales, las peñas festeras, los equipos de fútbol dan para infografía que se asemeja a un mapa de rutas de navegación con puntos en los que confluyen líneas de diferente origen. Las fotos que se quedarán pegadas en la plaza se observarán con las manos en los bolsillos, con un barrido rápido para ver si hay peligro antes de soltar un sarcasmo inofensivo. Esa es la municipalidad que debiera cambiar en estas elecciones, esa sí es régimen con una capa de polvo. ¿Para cuándo la crítica abiertamente, con educación, constructiva, sin dar un paso atrás por si alguien me está escuchando? ¿Para cuándo la debida transparencia sobre la gestión pública? Los resultados dirán si se quiere cambiar o seguir observando la realidad así, como quien espera el autobús. Los pueblos pequeños no han escapado de Berlanga. Somos la costa de las urbanizaciones, del suelo carísimo, de los chanchullos miles... somos la costa de las costumbres, de lo bien y lo mal visto, de las tiranías sentimentales. Bien visto algunos políticos rumbosos parecen niños de comunión, esperando con curiosidad la fiesta que tantas veces les han contado y que es en realidad para los organizadores, aunque ellos crean -ahí está el secreto- que las estrellas son ellos.
(Haciendo amigos...)

4 comentarios:

  1. Hoy he recogido en mi buzón un periódico (panfleto de 3 páginas) de uno de ésos grupos, asociaciones o partidos políticos, que se presentan a las municipales. He aprovechado para al desayunar no manchar la mesa de la cocina.

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    1. A ver si en una de estas convocatorias nos dan el dato de la huella ecológica de cada uno #GRRRRRR

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  2. Lo más terrible es que ese ENORME gasto en carteles y panfletos no es justificable de ninguna manera.
    - L@s votantes con intención de emitir voto (activ@s) saben perfectamente a quién van a votar y no necesitan PARA NADA esa propaganda.
    - L@s 'hiperactiv@s', como yo, no tienen siquiera problema en proclamar su intención de voto y enfrentarse a quien sea.
    - L@s pasiv@s, o sea, l@s que votarán al sol que más caliente, o sencillamente no votarán, no se van a leer carteles ni folletos. En caso de duda, se informarán por otros medios.
    El ser humano es un mamífero realmente extraño...

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    1. Totalmente de acuerdo, pero amiga, ¿y la vanidad? Ah, la vanidad...
      Gracias por pasarte ;-)

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