lunes, 28 de marzo de 2016

Moratoria

En la prensa aparece, ahora que llega la primavera, un catálogo cosas  ya vistas. El sol te calienta los cascos y en general, la información contribuye a la modorra. Serán cosas mías o que no llevaba sombrero, pero ya he visto a esos neonazis antes, y también he visto la pérdida de la ingenuidad en una ciudad que se concebía cosmopolita y segura. También he visto antes a los halcones que quieren usar un vocabulario belicista a cualquier hora. No hay mal que por bien no venga, dicen que dijo. ¿Será verdad? Qué mal traído, si es así. 
Los accidentados de tráfico, los lesionados medulares, esas vidas truncadas de las que no somos conscientes también llegan por estas fechas. Algún día será una tragedia que mueran veintitrés personas en un puente, y se arriarán las banderas, y será asunto de estado. Más aún. El bañista aguerrido, el niño con un helado. Las parejas en las terrazas, que han contratado gente. Porque la cosa chuta. O no.
Este año, además, me quedo con las caras de otras gentes que también estaban ahí antes. Son los que han pasado un invierno criminal y que presumiblemente pasarán una primavera de merde. No me refiero a los que están sub iudice, ni a los que aspiran a ser imprescindibles en la cosa parlamentaria, o a los que andan fidelizando avales para su candidato -debe ser agotador- de cara al congreso que no llega. O sí.
Esas personas que ya estaban pasándolo mal antes de que los que han ganado las elecciones (recuerde que todos sin excepción  las han ganado) pusieran cara de agonía son los que no pueden cocinar porque no tienen gas, o porque no tienen qué comer o con qué calentarlo. Tampoco pueden conservar nada si lo tuvieran. Los candidatos a la tuberculosis y a la diabetes, a la depresión y a vivir menos y peor tienen cara de tristeza. Dice "Hacia una vejez nueva" (conclusiones del I congreso de Gerontología de Castilla León):
"El llanto inmotivado o el aumento en las ganas de llorar es una constante en el paciente depresivo, cuya facies, tensa y contraída, con rasgos duros y marcados, es el fiel reflejo de su tristeza, pena y dolor moral"
Esa expresión granítica, esa mirada violácea y sin fondo se me ha alojado en el pecho y me pesa. Era una mujer joven, más que yo. Era una mujer que pudiera ser mi madre. Hay cuatro millones de personas sin rostro. Si las condiciones no cambian, dos mil morirán prematuramente por pobreza energética. Por alguna razón hemos decidido -o han decidido y les hemos dejado- que es una cifra aceptable. En lugar de una moratoria en el pago, hay una moratoria moral. Gorbachov, sobre la moratoria nuclear, hablaba de una "ofensiva de paz", para "invertir el signo del peligroso desarrollo de los acontecimientos".  Ahora los medios están en Bruselas, antes en Idomeni, donde, por otra parte, poco o nada ha cambiado. Allí quedan los de siempre, dando testimonio, jugándose el tipo. El compromiso, la ética. El vacío de poder...

Alguien decide qué interesa, qué va primero en nuestra sociedad, en nuestros informativos. 
Qué difícil debe ser.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Primavera

La primavera la inventó Sorolla, es una certeza que me asaltó esta mañana mientras mi hijo me cogía de la mano. Soy afortunada, lo sé. Esta primavera recién estrenada comienza huérfana de gente buena y necesaria.
Ignoro por qué es tan cruel la primavera, por qué el rayo de sol ya no sirve apenas para nada. Ese rayo de sol. Ese mismo.
A veces Pepa me viene a la mente y me espolea. No te lamentes, eso es muy cómodo, me decía. También me decía que  amara hasta que los míos se enredaran en mi corazón como una hiedra. ¿Y si eso no me deja respirar? Asume que amar es tener miedo también, me decía. Asume que los demás también tienen  miedo. Asume la vida, que es sólo tránsito y transita con elegancia (aquí se reía). Se reía de una manera que parecía que iba a caerse de la silla...
Esta primavera con nombres propios lleva rayos de sol desparejados, frases flotantes y nostalgias. Cuídese de la nostalgia, me dijo otro de mis maestros, eso fue lo que mató a la mujer de Lot (Más risas. Mis mejores maestros siempre han sido personas alegres) Sea libre. Ame y haga lo que deba...
Las ideas que se siembran en los niños prenden con fuerza cuando se las riega. El privilegio de educar cada día es uno de esos regalos con los que podemos explicar eso tan complicado que es la trascendencia.  Las voces de los que quisimos, la presencia del que no está, la memoria de cuantos desaparecieron renace cada día en un milagro momentáneo que refuerza lo que somos. Recobramos un instante olvidado lleno de olores y sentimos por un instante el privilegio de poder decirnos que fuimos realmente dichosos, que la felicidad era eso. Que no sentimos vértigo cuando estaban, porque supieron leer y escribir en nosotros.
Espabila, muchacha, me diría Pepa. Espabila y escribe...

miércoles, 16 de marzo de 2016

El Drina

Un verano hace ya mucho, atravesamos el río un día de verano. Entonces aún no teníamos claro el poder de las bacterias, y esquivábamos los animales que flotaban hinchados y deformes por la desembocadura, varados entre la basura y la corriente que llegaba mortecina hasta el mar. Ese verano de avispas y medicina ancestral, basada en el poder curativo del barro, hicimos un par de veces ese itinerario, en el que nunca faltaba el cuerpo abotargado de un cordero o un cerdo y junto a él, algún vecino valiente cogiendo mejillones para la cena de las rocas donde estaba, como parte del paisaje, un pescador melancólico sentado en una banqueta plegable, pasando las horas entre otros que como él, andaban tentando la suerte.
Cruzábamos el río. Yo, sobre los hombros de mi tío, que andaba fotografiando la luz, quedándose sus ojos con todos los colores. En un momento dado, hacia la mitad, aproximadamente, se paraba y giraba despacio para que yo viese salir el agua al mar. No tenía miedo porque no había corriente. Apenas medio metro de agua en un lecho plagado de cascotes y vidrios, un agua verdosa que se arremolinaba levemente en su llegada al mar, tan poco lucida como escasa. 
Esa debiera ser la única forma en la que un niño pasara un río.
No sé cómo se llama ese río que cruzan los que escaparon de Idomeni, pero viendo su angustia recuerdo un pasaje de "Un puente sobre el Drina" de Ivo Andric:

"Nunca puede sentirse mejor esa belleza extraña y excepcional como en los días de verano, cuando el sol muere. Los hombres llegan a sentirse como sobre un columpio mágico; cruzan la tierra, navegan los mares, vuelan a través del espacio y tornan para atarse firmemente a su ciudad y a sus casas blancas, rodeadas por un jardín y un huerto de ciruelos. Muchos de estos modestos ciudadanos, que sólo tienen una de esas casas y una tiendecita en el barrio del mercado, sienten a esas horas, mientras beben café y fuman, toda la riqueza del mundo y la infinitud de los dones de Dios. Todo esto puede ofrecerlo a los hombres, a través de los siglos, un simple edificio si es hermoso y sólido, si ha sido concebido en el momento oportuno, elevado en el sitio conveniente y realizado con fortuna."

Los náufragos que vagan por esa tierra de nadie de la Europa culta y democrática, confinados por los garantes de la libertad, caminan con los pies mojados, buscando un puente. Todos ellos tenían unos zapatos secos, una cama con sábanas limpias, comida para sus hijos. Pero en palabras de Andric, les llegó la gran inundación , y del cielo que conocieron cayó la artillería, implacable, y ante la huida, de forma si cabe más implacable aún, se cerró cualquier vía de escape.  Dice Andric:

"El aire estaba perfumado por el aroma del melón y del café tostado. El sol se había puesto, pero aún no se veía la gran estrella que brilla encima de Molievnik. En semejante momento, cuando las cosas más corrientes pueden adquirir el aspecto de visiones llenas de grandeza, de temor y de una significación particular, aparecieron sobre el puente los primeros refugiados de Ujitsa."

Describe Andric a un hombre que es recibido con prudencia y que nos habla desde esta historia con sabiduría universal:

"– Estáis aquí sentados, divirtiéndoos, sin saber lo que sucede en Stanichevats. Nosotros hemos podido refugiarnos en tierra turca, pero, ¿a dónde iréis vosotros cuando llegue el turno a este país? Nadie lo sabe ni puede imaginarlo."

El Drina, el Segura, el Moldava. Qué más da.

martes, 8 de marzo de 2016

Los cobardes

Quién no ha sido niño y se ha hecho una cabaña con una caja de cartón, quién no ha tenido un escondite mágico donde inventar una realidad, una vida.
En la ciudad, los restos del consumo en forma de cajas de cartón hacen de parapeto para los pobres que pernoctan en la calle. En ellas se resguardan del frío y de nuestra mirada, de la indiferencia, de la aversión que nos produce esa miseria indisimulable, ese estar al margen de todo que parece contagioso. Nos aterra ese estar fuera del mundo. Y apretamos el paso, no por ellos, sino por nosotros.
La caja de cartón que en Finlandia dan a los recién nacidos contiene un pequeño ajuar que les hace estar dentro de una red social y sanitaria, les hace iguales a los otros, pues todas las cajas son iguales, y denota la importancia que los niños tienen para esta sociedad. Una caja de cartón que trae la alegría, la seguridad para tu pequeño, no se le puede dar mejor uso.
La foto de @Fotomovimiento -que seguramente ya han visto- en la que un niño está en Idomeni, sentado dentro de una caja de cartón, en mitad de la nada, nos recuerda qué continente hemos construído, cuántas mentiras nos han contado sobre la igualdad de los pueblos, la justicia y los tribunales internacionales y cómo nos hemos degradado al punto de rechazar a los que vinieron huyendo de los estragos que produjeron las armas que esta Europa culta y decadente  -y otros países donde la democracia nunca palidece- les ha vendido a unos y otros.
No nos caben los refugiados, aún cuando por nuestras calles transitan más turistas en chanclas de los que podemos contar. Admitimos a nuestros turistas, a los que llamamos sin rubor guiris. Forman parte de nuestro paisaje, con sus sandalias con calcetines, bebiendo cerveza caliente. Que beban cuanto quieran, que se tuesten al sol, hasta que les salte la piel, qué más da. Consumen mucho, o quizá no tanto, pero son... de los nuestros.
España cañí se hace la muerta, por medio del gobierno letárgico y en funciones y deja pasar los días mientras los chiquillos tosen en mitad de un barrizal. Yo me hubiera muerto, también los míos, después de pasar una semana al raso. Cada día una nueva realidad que espanta, una foto que nos arranca el alma, que nos recuerda otras masacres, otras huídas. Otras cobardías.
Ahora han decidido que cambiarán unos por otros, que les sancionarán por intentar vivir. Se tasará el desastre. Lo harán sin ruborizarse. Unos pedirán, otros regatearán: harán alta política que en este caso consiste en cómo lo hacemos para que no se note, pero se nota, y da la medida de lo que somos y lo que es peor, lo que seremos si lo consentimos. 
Hoy es un buen día para ver "América, América" (Elia Kazan, 1963). Verán que casi todo está escrito o rodado. Algún día, los que sobrevivan, nos sonrojarán al contar su epopeya señalando a los cobardes.

jueves, 3 de marzo de 2016

La verdadera corrupción interior

En el día de ayer escuchamos hablar y hablar, citar y citar para dar lustre a los discursos. No iba a ser menos yo. Les dejo un capítulo de un libro inmenso de mi admirado Manuel Chaves Nogales. El texto se llama "La verdadera corrupción interior" y pertenece a la obra "La agonía de Francia". Ustedes mismos.


"En Francia, o mejor dicho, en París, existe tradicionalmente una inclinación un poco morbosa a buscar en la concusión y el soborno la única motivación de las defecciones políticas. He oído decir al director de un diario parisiense que Francia estaba vendida y a merced de sus enemigos a partir de la campaña antisancionista que se hizo en la prensa y los medios políticos de París por el procedimiento del soborno puro y simple. Mussolini compró entonces por cuarenta millones de francos distribuidos hábilmente entre unos cuantos políticos y periodistas a los cuarenta millones de ciudadanos franceses que Pétain y Laval le han librado ahora atados de pies y manos.
Sin conceder a la venalidad de los políticos y la prensa todo el poder maléfico que el vulgo le atribuye, sin aceptar que los franceses hayan sido vendidos a franco la pieza y sin hacer coro a la propaganda hitleriana que tan hábilmente ha sabido explotar en daño de las democracias esta morbosa delectación que el ciudadano francés experimenta cuando llena de lodo a sus hombres políticos y les acusa, con razón o sin ella, de traidores y vendidos, hay que conceder a la corrupción de la política francesa toda la parte que electivamente le ha correspondido en la catástrofe del país. En realidad, los regímenes totalitarios no marcan una superioridad sobre las democracias más que cuando éstas se hallan interiormente podridas. Frente a una democracia que conserva sus virtudes cívicas la inferioridad y la impotencia de los regímenes totalitarios siguen siendo incuestionables. Ante la democracia británica el totalitarismo germánico no ha podido todavía apuntarse ningún tanto a su favor ni podrá conseguirlo mientras no se produzcan en ella los mismos fenómenos de descomposición social y política que se han producido en la democracia francesa.
La propaganda totalitaria se hace a base del sofisma de que, puesto que hay democracias podridas, la podredumbre es inherente al régimen democrático.
Pero ocurre que, aun en el caso de Francia, donde el régimen se halla en plena descomposición, no han sido los elementos democráticos auténticos los que han podido ser acusados de la corrupción que ha provocado la catástrofe nacional, sino precisamente los elementos antidemocráticos de la nación. El affaire Stawisky puso al descubierto todas las lacras del régimen. Topaze revela una lamentable realidad interior. Todo ello, sin embargo, no hubiese provocado el derrumbamiento del Estado, y tal vez hubiese sido corregido e incluso aprovechado ejemplarmente de no haber sido por la corrupción profunda e irremisible de los enemigos de la democracia, quienes llevados tanto por su afán de lucro personal como por su obsesión ideológica se vendieron al enemigo exterior. El soborno por Alemania de destacadas figuras de la intelectualidad que habían renegado del liberalismo, la captación por el nazismo de importantes núcleos de antiguos combatientes sugestionados por el caporalismo y las turbias maniobras de agentes nazis como el famoso Abetz en los medios mundanos hostiles al régimen, no quieren decir que fuese la democracia la que estaba vendiendo a la nación, sino que era precisamente la Francia antidemocrática la que llevaba su putrefacción hasta el extremo de venderse al enemigo por el importe de los derechos de autor de unas problemáticas ediciones alemanas, por unos viajes gratuitos, unos halagos torpes y unas promesas de lucro basadas en la esperanza de la explotación sin límites del proletariado francés bajo la benévola protección de las potencias totalitarias. Cuando Henri de Kérillis tenía que morderse los labios porque no podía decir que un mariscal de Francia, el glorioso vencedor de Verdún, actuaba como si estuviese vendido al enemigo, no era la corrupción de la democracia la que estaba patente, sino precisamente la de todo lo que en Francia era hostil a los ideales democráticos."