sábado, 23 de diciembre de 2017

Menús navideños

Cada año, con interés antropológico, volvemos la mirada hacia los internos que pueblan nuestras cárceles. El menú navideño. Lo leemos y siempre pensamos que es un lujo. Será porque aún pensamos en el conde de Montecristo.
Será que nos molesta que coman. Hombre, comer, deben comer los internos. Unos días mejor y otros peor, como en los hospitales públicos o en los comedores escolares, ni más ni menos, pero parece que nos interesa saber qué come el interno más de moda, que en otros tiempos pudo ser integrante de ETA o estafador de mucha monta. Ahora es Junqueras, que ha escrito desde su celda un texto que hoy se puede leer, un texto de cierta belleza mística que desconozco si sabrá apreciar el resto la población penitenciaria que tampoco ve a sus hijos en navidad, que en su mayor parte sigue siendo pobre, que atentó contra la ley y por eso está reclusa, extremo que hemos asumido con total naturalidad. Están porque lo merecen, nada de gambas. Punto.
La pena privativa de libertad es una medida extrema y dura. Los que dicen que una pena es corta o larga deberían estar una semana recluidos, para poderlo valorar mejor. Les dejo un par de ideas:interésense por cómo funciona un CIE (para estar en uno de ellos basta con que no tengas permiso de trabajo). Les invito a que buceen en las estadísticas penitenciarias, a que acompañen a comunicar a alguna persona que va a ver a un familiar anónimo.  Empápense del ambiente, hablen con los que entran y salen. Les invadirá la sensación de que son muy parecidos a usted. Muchos de los que están dentro tienen un dolor moral muy grande, un enorme miedo al futuro, y no les digo los familiares. Bastantes de ellos comparten la ruina de una defensa que salió demasiado cara, el aislamiento social, el vacío de sus círculos inmediatos.
Del auto de la jueza Lamela me quedo con unas palabras respecto a la malversación de caudales públicos: “(…) los querellados han dispuesto de ingentes caudales públicos para llevar a término el referéndum ilegal”. Los dineros. Los dineros de todos. Los dineros que no llegan para la emergencia social. Por encima de las consideraciones ideológicas, me queda un malestar muy acusado, que me persigue desde que supe que una amiga, ciudadana en paro de esa república catalana cuasi proclamada, sólo opta a algunos tickets para ir a un comedor social, es cuanto le ofrece la administración que le reclama atención y patriotismo. Ella está donde podemos estar cualquiera de nosotros, mirando con esa mirada suya, penetrante y sabia, cómo hablan del menú de Junqueras, de su honor, de su sacrificio. A ambas nos invade la cólera y el escepticismo, porque estando como estamos en la casilla de salida, con más lazos y papeletas por delante, ignoramos de dónde saldrá la salvación de esa población que sigue esperando y manteniendo a mártires y mesías.
Creo que no nos ven. Creo que no nos han visto nunca.



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