jueves, 20 de septiembre de 2018

M.


Arde el asfalto. Los zapatos de M. son pequeños, pero no tanto. Limpios de no jugar, sucios de haber caído en los charcos. M. es torpe desde pequeño. Se lo han dicho muchas veces. Si naces torpe como M., apenas puedes jugar a nada, no te eligen para los equipos, retrasas los progresos de las estrellas locales. Los maestros le hablan a menudo. Debes jugar con los niños. Debes estar con los demás. M. visualiza esos imanes que se repelen dejando siempre entre ellos la misma distancia. Intenta acercarse a un grupo y el grupo se desplaza otro tanto. Corre y ellos corren, pero no están jugando, porque corren lo bastante como para que nunca los alcance. Casi es mejor. Si lo hace, terminará con sabor a tierra en la boca, tropezando con una papelera, recibiendo un balonazo en la cara. En los últimos campeonatos escolares, M. fue reclutado a la fuerza. Le vendrá bien, decían los adultos. M. llegó a casa lleno de cardenales. El balonmano es un deporte de contacto. Este chico no se suelta, pero es que es un poco cómodo, dice otro de los maestros. Es cómodo, es triste, es patoso, es orgulloso. M. es muchas cosas diferentes. M. es inteligente y comprende la diferencia entre lo que es un accidente y lo que no. Entre la broma y la putada. M. no va a los cumpleaños. Tampoco nadie va al suyo. Es un acuerdo tácito entre todos los niños normales, que hacen cosas normales y juegan sin mayores problemas. Si es M. el que tiene los problemas, por algo será. M. lloraba mucho y ahora no llora nada, escribía un diario y ya no lo hace. Piensa en la muerte, en la vida, en el amor, en los amigos. M. dibuja y pinta, pero sus dibujos se manchan o se pierden. Muchos días no almuerza. Sólo lleva lo justo. A veces alguien le saquea la mochila, pero es que M. es despistado, es mentiroso. Así lo dicen los otros chicos, hartos de que M. se queje. No te quejes y actúa, dice un maestro que se confiesa harto. Siempre te quejas. Actúa.

M. actúa como sabe. Sabe callar y apartarse de lo que le hace daño. Va y vuelve solo. Dicen que es menos seguro, pero solo está mejor; tiene miedo de que vuelvan a por él: ya hace dos días que no pasa nada y eso es bueno. Intenta hablar con personas mayores, para que vean por dónde pasa. Cree que un día le van a tirar a un pozo.  Hay uno de camino a la escuela. La escuela no le hace feliz, la escuela no es un sitio seguro. La escuela es una especie de condena sin sentido, porque él, que él recuerde, no ha hecho nada.
Necesitas aprender a convivir, le dicen a menudo. Que interactúe, dice otra maestra nueva. Gran palabra. Está de moda. Que esté con el peor de la clase, dice un maestro a otro, lo mismo se hacen amigos. M. no entiende la estrategia, aunque es muy productiva. Él no pregunta y su compañero tampoco. Dos cosas menos de la lista. Su compañero no es el peor, ni mucho menos; tiene montones de problemas de todo tipo. Se los cuenta a veces a M., sin esperar ninguna respuesta. Son problemas tan graves que han hecho un viejo del niño.
Empieza la escuela y para los M. es un infierno.
Os abrazo, M.s del mundo.
(Contadlo siempre. Ganad tiempo. Superad cada día.  Creed en vosotros…)

Al final los que más corrían no han llegado a ninguna parte.

2 comentarios:

  1. Siempre importante poder leer textos que nos hacen reflexionar. Se agradece.

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