miércoles, 30 de julio de 2014

Grrrrr...

En plena celebración del horror, con otros Ariel Sharon que van surgiendo para hacer otras operaciones "Paz para Galilea", la vida se desarrolla perezosa en lugares del mundo como el nuestro en los que el sufrimiento es menos evidente. Hay pequeños puntos en los mapas que no señala nadie, pero en esos puntos la gente se suicida, desesperada ante el acoso de la vida del consumir si puedes, que tiene sus propios perros guardianes, fieles a los amos, aunque seamos nosotros y no aquellos los que les llevemos  la comida.
Nos ha mordido el sistema como un cepo de cazador: es imposible que suelte. Y estamos convencidos de que todo se irá al garete, pero poco . Y pagamos un poco para que el trago se alargue más. Queremos cambiar el sistema, pero poco, porque tenemos resistencia a lo radical, que tal vez no sea malo, pero mire, ¿y si en vez de morirnos un poco de asco nos morimos del todo? Traguemos pues.
Si no estamos desesperados -conste que a esta palabra le tengo mucho respeto- nos quejaremos un poco, saldremos otro poco a la calle y haremos un poco la vista gorda con el cochazo, con el chalete, con ese patrimonio amasado con amor que se ha ido hinchando poco a poco a nuestro lado. El fulano de tal de turno, titular de esa pequeña fortuna, será saludado por nosotros. Hemos de ser sociales. Trabajaremos con él, le daremos hasta algún parabién si con ello nos significamos menos, porque aunque los que debieran de esconderse son ellos, no queremos que se nos note nada lo que les odiamos por lo bajo, porque somos educados y nos gusta llevarnos bien con el que tiene una empresa en negro toda la vida, con el que ha edificado fuera de plano y con el que  ha ganado una plaza pasando por delante de gente más competente, ha brincado la bolsa de trabajo hasta los puestos más altos o se ha ido quedando purga tras purga porque aunque no sabe hacer nada, es vital para la empresa.
Y luego está el cuñado. El cuñado es un ente que o es parecido al hermano o todo lo contrario. Lo digo mientras veo la cara del cuñado de Jordi Pujol, que siempre se llevó bien con él, parece ser. La cara de ese hombre en el momento de la revelación  debería ser retratada por Antonio López. La situación es hiperrealista, abofetea. Le veo en las noticias caminar hacia su casa sin sobresaltos, las convulsiones interiores que pudiera tener quedan para su esfera íntima. Parece que va a salir Tony Leblanc diciendo muy serio mientras fuma: "es un señor". Estamos mal, pero lo disimulamos bien. Hemos engañado hasta al gobierno que no se cree que estamos a punto de tomar camino. Ante la contestación social puente de plata , nos dicen. Y nosotros seguimos tal cual, porque gritar está feo y es cuasi delito. Cuando se anegue todo y estemos haciendo burbujitas con la nariz,  a esos que nos han expoliado se les salpicarán los bajos del pantalón y nos reiremos mucho. Aquí estaremos pacientemente y en fila india esperando la justicia, como se espera la caída de la hoja. Qué momento glorioso de regocijo interior, no sé si vamos a poder aguantar tanta felicidad...

jueves, 24 de julio de 2014

Con hielo, por favor

Me dicen que hay que dejar que la tristeza se pasee a su antojo, que no hay que ponerle coto y dejarle una ventana abierta para que llegue, se de un borneo y salga cuando quiera, como esas avispas que se cobijan del calor en las dobleces de la ropa blanca y que pican sin haberlas provocado.
Dicen que cuando pica la tristeza el dolor es soportable porque recuerda otro dolor parecido. Así como la felicidad nueva es luminosa, el dolor que vuelve es hijo de ese otro dolor que nos hizo rechinar los dientes, que nos dejó por unos instantes sin timón y sin brújula.
Ayer entró una avispa por la ventana, libó unas maderas y estuvo a punto de clavarme el aguijón, que latía en el extremo de su cuerpecillo, como avisando. A veces basta con caminar por la calle y que alguien se parezca a alguien. A veces ese alguien ya no está . O sí. A veces ese alguien es diferente y el dolor es no haberlo sabido antes. 
En verano las avispas paran a beber agua  en los bordes de las piscinas donde juegan los niños y ellos las pisan en un descuido. Y lloran ante el dolor y tú sonríes. Porque eso no es dolor, es algo que pasa con un beso y un cubito de hielo. En el fondo, somos un poco niños, porque ante el dolor buscamos un beso y un cubo de hielo, y pintamos un vaso de colores a ver si la avispa se va, aunque sea un rato.

martes, 22 de julio de 2014

Mantenimiento

Gracias por la foto, Amparo ;-)





Cierro por obras unos días. Os dejo mi libro de relatos en amazon para piscinear, por si os apetece.
Gracias por haber estado ahí.

Hasta pronto.