sábado, 14 de marzo de 2020

Urgencias


Ayer, en un clima de absoluta irracionalidad, en el pico de una escalada prebélica, se me ocurrió hacer mi compra semanal. Iba como cualquier viernes, pero no quedaba apenas nada. Obviaré los empujones, la mala educación, el acaparamiento. A veces merecemos el meteorito ese que nos tienen prometido.

Se me vino a la mente la gente que compra al día. Hay quien de eso no se entera en su vida, pero a veces a muchas personas, durante toda su vida, les llega el dinero justo para un par de días. Esas personas, en días como ayer, no tenían opciones. Porque para que alguien se lleve todo el pollo del planeta a otro alguien le toca no comer. Me canso de escuchar que estas crisis sacan lo mejor de nosotros. No lo sé. Seguramente será así. Seguramente haya sectores en los servicios públicos que estén dándolo todo. Seguramente hay sectores que duermen a pierna suelta en estos días extraños mientras se cierran comedores sociales o hay quien no tiene donde confinarse. Porque para eso hay que tener casa. Y hay gente que no, como se lo cuento.

Las dos semanas que nos quedan, sin nada que arañar en ese mundo de los trabajillos de subsistencia, en esa economía subterránea ahora también recluída, muchas personas, miles, van a pasar hambre. Hambre de la posguerra, de esa de hoy no cenamos, de esa de acostarse a dormir sin nada en el cuerpo. Personas valientes, válidas, derrotadas. Invisibles, cansadas. Rotas.

Me gustaría, si esto sirve de algo, esto de escribir un sábado de encierro, que alguien me dijera dónde pueden tocar, a qué puerta, los que esta noche no tienen nada. Si hay un número, si una estructura, si un recurso, ahora que no se puede pedir cita al trabajador social, ni hay nada abierto, ni se presume que llegue la normalidad en unos días. Me gustaría que alguien empezara diciendo que en Alicante esto, en Valencia lo otro, en Barcelona lo mismo, y así, en una especie de cadena sin fin. Me encomiendo a Frank Capra y les digo que además de libros y aburrimiento, además de tedio y fotos con las mascotas, hay un mundo ahí, esperando la humanidad que tenemos empleada en otras cosas. Cuéntenme dónde pueden ir, o díganlo bien alto, hasta que llegue a todas partes el mensaje. Salvando a otro nos salvamos nosotros. No puede haber nada más importante.

sábado, 7 de marzo de 2020

#Heroínas


Concha no hubiera llevado bien que hablara de ella como de una heroína, pero como la muerte es una cadena de traiciones, cabe una más en la suya. Cuando se desdibujó su horizonte viajó contra todo pronóstico y buscó los confines del mundo. Cuando ya no pudo hacerlo me regaló partes de su memoria: ella trepando a un árbol para saborear la fruta recién cogida, ella sintiendo el sol con los ojos cerrados, ella contemplando el paisaje infinito de La Mancha, ella acariciando las teselas de un mosaico. Ella, perdida en la mirada de su mujer, que tanto la ama aún y que la homenajea viviendo. Porque Concha no creía en la muerte, creía firmemente en la vida. Ese es su legado, esa es su valía.  Por eso nos enseñó que su trance no era nada extraordinario y que acompañar consiste en regalar amor y tener una mirada serena pese a todo. Nos dejó claro que hay que protestar cuando toca. Ir en contra de la costumbre. Ser activista, siempre, y amar y amar y amar porque eso es lo que mueve el mundo.
Hoy hace sol. Hoy saldría ella a dar una vuelta cerca de la estación, donde, según ella no cabían en el aire más metáforas “con tanto tren que se escapa”… Hoy me diría, “Milady, dile a George que se os ama”. Aún la veo llegar, perdida yo en Valencia, con una sonrisa en la cara, enérgica, vibrante. Recuerdo ese primer abrazo y el último. En ambos me infundió valor, como sólo lo hacen algunas personas que llegan a nuestra vida a mejorarla. Me mira sonriendo en una foto, desde una cumbre, he olvidado a dónde pertenece, pero está cerca del cielo. Ahora mismo me diría, “pero qué cursi eres, mujer”. Hoy te traiciono, Concha, y entro en el teatro del mundo a hacerte un homenaje, tú que eras tan comedida, tan discreta. Y le cuento a quien quiera saberlo que andas en nuestra vida aún, que andarás para siempre. Qué suerte tuvimos contigo. Mucha suerte.