sábado, 4 de mayo de 2019

Reflexión


Pasé la jornada de reflexión en un centro comercial. Poco glamour, lo sé. Estaba en la puerta de una tienda que vendía productos naturales. Llevaba en las manos un bolso hecho de fibra de coco, que tiene como poco una textura interesante. ¿Cómo lo harán?, pensaba yo, mientras esperaba a mis acompañantes. Estaba enfrente de una puerta que comunicaba con el exterior. En un coche llegaron dos chicos, veintitantos, barbudos, bien vestidos, guapos. Se besaron dentro del coche antes de salir. Una vez fuera había un metro de separación entre ellos. Me pregunté si esa distancia era como la de los matrimonios que están algo hartos el uno del otro, o si se sentían obligados a esconder su afecto. Me pregunté, si hubiera yo estado en su situación, qué hubiera hecho, cómo viviría ese sentirse observado por un mundo que ese sábado viraba sin control hacia el pasado, que digan lo que digan no fue mejor. Porque una legislación cambia en unos meses, se publica, entra en vigor, pero la mentalidad de la gente es otra cosa. Ahora que ha pasado un poco aquel momento de tensión, ahora que se ha votado lo necesario para no naufragar en aquellos lodos, me pregunto qué pensarán esos dos chicos cuando pasen por una calle y vean símbolos que nos tuercen el gesto porque nos ponen en antecedentes. Hay lugares que son advertencias. Hay personas que no lo parecen, vociferando, soltando coces, creyendo que es posible invadir la vida privada como en esas batallitas falsas y mal contadas con las que nos trufaron la memoria de pequeños. Allí, viendo ese par de muchachos que supongo hermosos y felices, tuve en mente a amigas que  pasaron una campaña horrorosa. Ellas, tan valientes, después de romper tantos esquemas, tras una vida hecha juntas, obligadas a la represión pública por esta gente que venía bramando… No podía ser y no ha sido.
Me alegro por todos y todas. Me alegro de las matemáticas que nos acompañan en este momento para blindar nuestras leyes orgánicas. Porque gritan pero son pocos. Sus números son como sus argumentos, pero están ahí para recordarnos que los derechos se conquistan cada día. Tal vez esa sea su labor, empujarnos  a la acción, hacernos reflexionar si no estábamos un poco lentos, si no nos habíamos tranquilizado y habíamos olvidado que seguimos necesitando unas cuantas mareas de colores para que eso que es la cosa pública, eso que nos hace iguales y libres, sea irrenunciable, innegociable.
Por la sanidad que nos salva, por la educación que nos iguala. Por las leyes que nos dan dignidad nos felicito y nos espero en la calle. En realidad siempre ha sido ahora o nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario