Pili está sentada en la cama, leyendo un
correo de Lola. Sólo es una hora más tarde allí, pero las separa un mar y más
de ocho mil kilómetros. “Hago aquí mucha falta; podías venir a verme. Te deben
unas vacaciones, me lo has dicho mil veces…” Pili no recuerda qué le ha dicho a
Lola. A veces, cuando están juntas no sabe lo que dice y no recuerda las
escenas con nitidez. Sólo le vienen a la mente
imágenes sueltas, oníricas, en las que Lola se aparta el pelo de la
cara, se acerca para besarla, o muerde una manzana con la mirada perdida, una
manzana que ha abrillantado contra su blusa con grandes dosis de paciencia,
lentamente, como si hubiera de fotografiarla después. Donde está, la prisa no
tiene sentido, sólo vivir con conciencia. Así lo siente Pilar, y se desespera
por ello. Ahora estará durmiendo. Lola duerme muy bien, sin removerse apenas.
Pilar se levantaba sigilosa para poder verla soñar, para exprimir más los
minutos. Le resulta insoportable saber que llega, saber que se va, saber que no
puede retenerla. En realidad no puede retenerla nada; es Lola demasiado libre.
Lo dicen las arrugas de su rostro, las canas, la risa, esas gafas que no se llevan.
Pilar lo asumió hace mucho haciéndose trampa a sí misma. La convenceré. Querrá
quedarse. No se irá sin mi. Me llamará cada día. Me escribirá cada dos. Vendrá
cada mes. Lola ha sido muy clara dándole la oportunidad de negarse. Puedes
no venir y no pasará nada. Seremos muy
buenas amigas, sabremos que hemos amado; no quiero que seas infeliz, no quiero
que me reproches nada. Si me recriminas algo, me perderás al instante. Sólo
quiero gente feliz, gente entera, gente contenta con sus decisiones,
Pilarcita. Pilar se enfada con ese
Pilarcita que en labios de Lola suena a chiquilla ñoña y enmadrada. Ella es un
poco Pilarcita, y aunque quiere decirle al mundo que es más Lola, la mata esa
pena romántica de la ausencia de la piel, ese querer estar con el otro, tan
cerca como sea posible, llenándose los ojos y las manos de ese amor carnal y
loco que la lleva torturando desde que Lola
dijo que se iba a desarrollar un proyecto solidario para quitar un poco de
dolor al mundo. Pilar se lo dice a sí misma: tanto dolor quitas como das, Lola.
Y más que decirlo lo piensa, porque cree que Lola podría oírla, o sentir que
esas palabras flotan entre ellas, y no lo podría soportar. Para que Lola
vuelva, Pilar ha de aprender a no necesitarla tanto, que haya algo más
importante, más vital, más arrollador que un amor maduro a destiempo. Esto del
destiempo tampoco podría decírselo sin disgustarla de veras: Lola cree
firmemente en vivir hasta el último instante con fidelidad a la vida, por lo
que no hay nada que no llegue cuando le corresponde. Ve a las personas como
semillas que germinan cada una cuando le toca, obedeciendo a leyes que nada
tiene que ver con las querencias. Pilar
reflexiona estas cosas sin atreverse a escribir nada, observando los caracteres
perfectos de la letra del ordenador. Cualquier cosa que redacta es peor que la
anterior. Borra y borra. No, así no volverá Lola, se dice. Y si vuelve se irá.
Y cada vez tardará más en volver. No se atreve a decirse lo que ya sabe: que Pilar
no viene, pero que ella tampoco quiere ir. Cree que no sabe vivir fuera de ese
barrio, de sus amigas. Es una creencia paralizante, terrorífica. Necesita el
cielo que conoce, ese paisaje que es parte de ella. No hay solución esta noche,
se dice mientras cierra el portátil ahogando la luz en la que faltaban las
palabras mágicas. Te quiero, le escribe Lola desde otro mundo. Y yo a ti,
contesta la panadera al aire, apagando la luz de la mesilla, intentando un
sueño que no llega.
Paco y Eliseo han llegado a una
gasolinera donde ponen un café horroroso. Aún así, van a probar. La empleada se
llama Florinda. Es amable, pero el café, como era de esperar, no tiene un pase.
Eliseo da el pie a Paco, le cuenta que tiene una hermana difícil a la que ha
dejado el marido. Paco suspira un momento antes de contestar en primera persona:
-Debe dar vértigo eso.
-A ella le ha hecho un favor.
Paco acaba confesando que conoce a Tere
y a José Antonio y pregunta a Eliseo por Remi. Su rostro cambia, parece otro.
Ya no es un hombre competente que tiene para todo una respuesta. Es un hombre
herido con los ojos encarnados por la pena. A Matilde le vienes bien. Remi y yo
fuimos muy amigos, pero yo no soporto verle así. No me conoce, no recuerda mi
nombre. Soy cobarde con él como lo soy con Susana. Eliseo se remueve en la
silla, incómodo ante la confidencia, nunca hubiera dicho que Paco es un hombre
cobarde. Ella te observa por la noche. A ti y a todo el mundo. No pasa nada, hombre,
ya hace tiempo que veo sus maniobras nocturnas. Un día le van a llamar la
atención, porque tiene un telescopio de la NASA, y a la gente le gusta ir en
calzoncillos por su casa sin que una pirada le haga una radiografía. Se lo digo, Susanita, que nos
van a venir a la puerta a decirnos de todo un día. Y ella se ríe y me dice que
no hace daño a nadie, que es una cosa normal pasar el rato así si no se duerme.
No sabría decir qué es lo que le ocurre. No quiere ir a un terapeuta, ni
siquiera creo que le haga falta. Se pasa la vida esperando que cambie todo de
golpe, como si fuese a ocurrir algo mágico. A veces compra lotería y se queda
traspasada cuando ve que no nos toca. No quiero enfadarme con ella. Le gusta
pintar, es buena, pero no sé si tanto como para vivir de eso. No tengo ni idea de arte, yo sólo entiendo de
menús y de cafés. Si ella se va del bar tengo que poner a alguien. No puedo y
ella lo sabe. Es mayor para la universidad, tendría que hacer el acceso. Lo
estuve mirando y le falta estudiar inglés y un par de cosas más, y para eso se
precisa constancia. Cuesta admitir que ya no es tu tiempo, sino el de los
hijos. Le hace feliz pintar, podía pasar
así horas y horas, pero estudiar y examinarse es otra cosa. No sé si sabrá
fracasar, si podrá soportarlo.
Eliseo ha pedido otro café a Florinda
mientras Paco se sincera. Da un sorbo y se cerciora de que es tan malo como el
anterior. Le parece que lo de Susana es un problema de verdad. Dice Matilde que es así desde siempre
y que Paco pasa las crisis como puede. Que ella busca sin éxito una solución
para las incertidumbres. Eliseo es un hombre de certezas, y no entiende ese
desabrimiento que domina el ánimo de Susana, una mujer a la que supone práctica
y organizada a la vista de su negocio,
uno de los más antiguos del barrio. Expone su teoría a Paco, que sólo acierta a
decir que es Susana una mujer tremendamente compleja, que cada día le sorprende
algo de ella, un matiz nuevo, una idea. Que tiene la impresión de que su
cerebro nunca descansa y que a su lado él es solamente un hombre corriente al
que el orden da mucha felicidad. Es una gran idea, se dice Eliseo. La felicidad
en el orden, el equilibrio. La placidez de lo previsible. Esas son las cosas
que le convierten en un tipo satisfecho, aunque este inesperado paseo nocturno
le está gustando de veras, con las calles desiertas, los coches aparcados. Sólo
rompe esa quietud un gato en algún rincón del seto, comiendo lo que le han
dejado y huyendo de alguien que se acerca demasiado. Eliseo observa que ese alguien
se les aproxima a buen paso y tiene tentaciones de salir disparado como el gato
al reconocer al hombre que les aborda.
-A las buenas noches.
Yoni padre acaba de cruzarse con los
hombres, interceptándolos en la acera. Eliseo da un paso atrás, esperando que
el recién llegado le coja del cuello.
-Me ha caído un mes del rollo ese de la
comunidad. Ya no tengo nada contigo. Al final ha ganado tu jefe.
Eliseo siente la palma del hombre,
grande y caliente, golpeándole el omóplato repetidas veces en señal de
reconciliación. Parece que escucha a Matilde decirle que no se puede fiar de
semejante elemento, y que haga como que se va a su casa para ver las
intenciones que tiene.
-Mira, Paco, parece que me está entrando
sueño…
Paco bosteza largamente y asiente con la
cabeza. Se aleja de él casi paseando, dando tiempo a un Eliseo aterrado a
llegar a su portería y cerrarla antes que alguien entre con él.
-¿Te ha hecho algo?
Matilde sale a recibirle al descansillo.
Os he visto desde el balcón, dice con una gran vena hinchada en la frente. Eliseo
narra el episodio tranquilizándola. De paseo con Paco, se dice Matilde con un
deje de envidia, es este puñetero calor, que nos escupe a la calle. Quiere
saber si preguntó por Remi, si aún le quiere, por qué no viene a estar un rato
con él. Dice que es cobarde, responde un Eliseo sobrepasado por el conocimiento
de las emociones ajenas. Dice que es cobarde pero deja constancia de que no
está de acuerdo. Pregunta Eliseo a Matilde si necesita algo, esperando que no
sea así. Necesita sentarse en su sillón a ver cualquier cosa en la tele, a ver
dar vueltas y vueltas a Nemo y a dejar la mente en blanco. Eliseo Serrano, de profesión pasante, ha accedido
sin pretenderlo a un pequeño universo humano. Desde hace unas semanas
experimenta un sentimiento desconocido, que podía resumirse en necesitar al otro. Ser alguien para otro, que el otro
sea algo para ti. Algo así como una familia elegida, en la que hay luces y
sombras, pero donde domina una sinceridad brutal que hace que todos sepan de
todos. Ha decidido bajar sus defensas y eso no tiene marcha atrás. Las
confidencias alimentan o matan la amistad, dice Matilde. Nunca se había visto en una situación
semejante, necesita tiempo para interiorizar tantos sentimientos nuevos. Tiene
una sensación de estafa muy molesta, descubriendo a estas alturas de su vida
qué llena la vida de la gente. Da una cabezada en el sillón que interrumpen
unos nudillos en la puerta. Es Matilde.
-Sube, por favor. Es Remi.
Ya me he vuelto a pasar por aquí, y me quedé a imaginar.
ResponderEliminarUn gran abrazo!
Gracias por venir, sabes que estás en tu casa. Abrazo!
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