Al margen de la literatura de los dormitorios vacíos y las
habitaciones del hijo, al margen de las familias rotas y la sensación de
fracaso, la vida sigue, sin dar tregua.
Leo que otro niño se ha suicidado. Le
acosaban en el colegio.
Lo sabían.
No constaba oficialmente. La oficialidad tiene esas cosas,
esos muros de contención impermeables y osmóticos al mismo tiempo, que dejan
escuchar el exterior pero no el interior, que se blindan ante la evidencia de
una vida rota, perdida. Hay un protocolo que se seguirá fielmente, pero esta
gestión del fracaso tendrá pocas novias, porque el fracaso tiene eso, que no
apetece acompañarlo ni de lejos. Un caso con niño muerto es siempre malo de
llevar. Se pone en tela de juicio todo, desde el ángulo muerto del patio hasta
la personalidad de la víctima, extremo este muy común y cabreante, materializado
en expresiones difusas que son recomendación y mandato, salpimentadas con aire de juicio, a saber:
-Debería jugar al fútbol.
-Va demasiado adelantado.
-Son cosas de criaturas.
-En mi época era peor.
Y otras igual de ingeniosas.
Sobre todas estas grandes ideas gravita proteger el nombre de la
institución, lugar común de todos estos sucesos que a veces trascienden y a
veces no, pero que son más frecuentes de lo que deberían, aunque no tan
insoportables para la mayoría social como para que se materialice una gran
movilización, un cambio de paradigma sobre lo que ha de ser soportable.
Importante saber cuánta mecha hay que aguantar como profesional o como alumno, cómo afrontar una situación grave, que como cualquier
victimización tiene un componente importante de vergüenza y que mermará
amistades y círculos sociales de manera alarmante y a veces sorpresiva. Del
ofrecimiento de colaboración al mutismo selectivo va la declaración de
intenciones de una familia que sufre, que en el caso que nos ocupa habrá tenido
que ver que al final sí que se sabía quién había hecho qué durante tanto.
Son
menores los implicados, adultos los que custodian. Ni unos ni otros están por
encima de las normas, pero ante lo irremediable piensa una, que tiene un gen
mediterráneo, que es hora de decir que ya es bastante, que los pequeños sádicos
no lo aprenden todo en internet sino sólo una parte y que la otra parte se larva en la mesa a la hora de comer, con el desprecio y
las batallitas de los padres, que éstos han de ser responsables siempre y que
los custodios, nuestros profesores quemados
y mal pagados, pueden ser lo mejor y lo peor, porque son personas
corrientes, como el agresor, que desposeído de su brío, subordinado a un
proceso, parecerá una paloma mensajera. Qué amargura de niños tristes, de
padres destrozados, de amigos que cargarán toda la vida con saber que fueron
cobardes. Rectifico: amigos les viene grande, porque no existe la neutralidad,
otra mentira más, otra trola conveniente, como si fuera posible echar más balones
fuera para coronar este fracaso. Falta formación y arrestos. Falta que alguien
proteja al que denuncia, y sobre todo faltan ellos, esos chiquillos que se han
quitado la vida y que no son prioritarios más que para los suyos.
Aquí quiero ver a los gurús educativos y a los que les hacen
el caldo gordo. Aquí, asumiendo el desastre.
La muerte gratuita de un niño en tales condiciones, debería paralizar el país en tanto no se aclarasen todas las causas y se depurasen todas las rsponsabilidades. Nos estamos acostumbrando a todo con mucha facilidad.
ResponderEliminarEsa última frase es un resumen perfecto. Un saludo.
EliminarCuándo fue que se le terminaron las pilas a la capacidad del mundo para sentir emociones, que no nos dimos cuenta...
ResponderEliminar... el potencial del ser ¿humano? para hacer mucho daño sin filtros que lo detengan, es para huir a un rincón solitario y esperar que la naturaleza decida nuestro destino. (te cambio tu ira por mi tristeza)
No son excluyentes, Fermín. Tampoco sé yo lo que nos pasa...
EliminarQuerida Angélica.
ResponderEliminarLa ira, es el último tramo de la impotencia de no poder entender a lis humanos.
Lo resumes perfectamente.
(Perdonen mi ira)
Intentaremos convertirla en algo mejor, pero cuesta... <8>
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