El nido de Susana se vacía. El de Matilde lo está. El de
Eliseo no se llena. El nido de Pilar ya no es nido, ni anida nada en él. Los
huecos están conectados y entre ellos existe una comunicación que hace que los
sonidos se escuchen más o menos nítidos. Susana sabe de Lola, Pilar sabe de
Biel, Paco de Matilde, Eliseo de todos. Saber del otro no es real, así lo cree
Eliseo. No sabemos nada del otro, nada de nada. La gente de la universidad. A
la mayoría no los frecuenta. Unos triunfaron, la mayoría, no. ¿Qué es
triunfar?, se pregunta Eliseo. Triunfar en la vida, diría su cuñado José
Antonio. La vida en sentido extenso. La vida de José Antonio siempre le fue
ajena. No encajó jamás en su agenda de cumplimientos. Hoy aperitivo con éste,
mañana café con el otro. Fiestas, eventos, compromisos. Todo por estar. Estar
siempre. Permanecer. Hacerse ver. Arrastró a Tere a sus historias. Ella siempre
tuvo un aire a pasado de moda, reciclando vestidos de fiesta de temporadas
anteriores, llamativos, voluminosos, brillantes. Tere era extrañamente arcaica,
con el pelo demasiado oscuro y las perlas demasiado grandes, y desdecía de José
Antonio, que en mangas de camisa parecía dispuesto a todo, aquellas camisas que
por cosas de la buena mesa eran estrechas de cuello y largas de manga. Eran una
pareja rara, en la que uno parecía estar haciendo un favor al otro, añadiendo
ella aplomo y él alegría, cada cual haciendo la guerra por su cuenta, sirviendo
a ejércitos diferentes y sólo juntos por una razón ya olvidada.
Triunfar en la vida, cuñado, decía José Antonio con
paternalismo a Eliseo, cuando estaba recién licenciado y se suponía empezaba a
mover sus fichas para establecer su posición. Habla con éste. Come con aquél.
Incansable, activo, frenético. No pudo seguirle el ritmo, y pasó a ser un pobre
chico sin espíritu al que habría que cuidar, como si le ocurriese algo malo que
no le dejara evolucionar. Eliseo enrojece al recordar muchos momentos de
aquellos, en los que le empujaban a estar en sitios que no quería porque era
conveniente, por labrarse el porvenir, por hacer amistades… ay… Eliseo, así no
medras, Eliseo, que tu hermana y yo hemos hablado, que tu hermana y yo hemos
dicho, que me vas a perdonar la sinceridad, que ya lo decía tu madre, Eliseo,
que eres un poco blando y crees que te llegarán las cosas sin pedirlas. Hay que
pelear para triunfar en la vida, Eliseo.
Triunfar en la vida. Nada más y nada menos.
Paco debe tener una teoría sobre lo que es triunfar,
seguramente. Paco se sonríe, qué cosas tienes, Eliseo. Triunfar es una palabra fea.
Significa que asciendes como un conquistador, que quemas la tierra a tu paso,
así lo veo yo, y no me gusta. Me agrada más tener el viento a favor, trabajar
como una hormiga. Susana esperaba triunfar, ella sí usa esa palabra. Que su
arte fuera descubierto, que alguien apostase por ella. Yo lo hice, pero eso es
otro cantar, yo lo hice porque creo que hay muchas vidas posibles. Veía que el
bar nos daría de comer más que la pintura y ella ha trabajado como una leona,
por lealtad, por cariño. Pero algo se la come por dentro. El arte la ocupa y la
envenena. Necesita dibujar de cuando en cuando, hacer unas cuantas
extravagancias; necesita sentir que los otros buscan algo hermoso en sus obras,
que reconocen su arte desmayado. Yo lo llamo así porque nace de momentos en los que está a
punto de naufragar. Su mente es un hervidero entonces. Su corazón se desboca. Y
pinta y pinta. Y yo espero que pase el bache. Aborrece el bar en esos días, se
niega a trabajar, me deja solo. La primera vez no entendía nada. Una cocina
para mí solo. Simulé una avería. Sólo serví cosas frías. Casi me muero en dos
días. Yo hasta el cuello de gente y ella que si la inspiración, que si la
belleza. Triunfar en la vida y en el arte. Menuda esclavitud, Eliseo. Crear
algo que no ha de convertirse en nada más que un ejercicio de estudiante,
porque nadie paga por él. ¿Es cruel? Puede ser. Es más cruel no comer, pero
aquí está Paco. Le ocurre cada dos o tres años, es como una crisis periódica
que después se extingue. Yo tendré también las mías, seguramente. Pero hay que
llenar el cajón.
Paco abrillanta la cafetera. Como un espejo. Paco es
eficiente y práctico, y tiene herramientas para hacerle frente a las cosas.
Matilde siempre se lo ha dicho. Paco es bueno de más y todo lo sobrelleva. A él
también le decían que era bueno de más. Como un insulto. Le gusta la acepción
de la bondad ligada a la generosidad y el sacrificio. Hay mucho amor en dejar a
Susana fluir entre lienzos y papeles, mucho amor y mucho sacrificio. Hay una vida
entregada, un tiempo que ya no vuelve, una manera de ver las cosas.
-Agradezco la confianza que me das.
-Matilde es como mi hermana y has sido muy bueno con
ella. Para mí eres de la familia.
Eliseo se queda pensando. José Antonio y Tere nunca le
dijeron nada. Cree que Tere no sabe hacerlo, que espera que el otro adivine lo
que está pasándole por el cuerpo. José Antonio es protector, eso lo dice todo.
Aún no ha hablado con él, pero seguro que le irá divinamente con la prima,
disfrutando los dos de la alegría que siempre les ha unido. Ellos han triunfado
pese a todo. Seguro que José Antonio no ve su divorcio como un fracaso. En
cambio Tere estará con la piel apergaminada, esperando la muerte o una plaga
bíblica que acabe con el que era su hombre. A veces siente que le ha fallado,
pero con ella no hay término medio. O son como hace veinte años, o no hay nada,
y eso ha de cambiar. Matilde le sopla la respuesta a la pregunta. Dile que la
quieres pero que tienes otra vida ahora, dile que os vais a comer fuera y que
pagas tú, a ver por dónde sale. Díselo esta noche, tarde, para que no tenga
tiempo de llamarte para anular. Porque va a decir que sí. No tiene excusa para
no salir y se muere de ganas de verte, ¿o es que tú no quieres verla a ella?
Eliseo asiente y coge el teléfono.
-¿Tere? Soy tu hermano. Mañana comemos juntos. Paso a la
una, pago yo.
-¿Y eso?
-Hasta mañana.
Matilde suelta una risita cómplice y va a la cocina para
volver con dos copas de vermut.
-Remi te hubiera hecho la ola.
Tere está en la puerta de su casa con cara de pasar mucho
apuro, ya que todo el mundo que le pasa por delante ha de preguntarle dónde va
o a quién espera. Sabe mal contestar a otro, no es lo mismo que cuando
preguntas tú. No tienen derecho, se dice Tere, que se siete incómoda al pensar
que alguien pueda estar elucubrando si tendrá una cita a estas alturas de su
vida. No sabe Tere que su vida es poco interesante para la mayoría de sus
vecinos, y por eso está deseando que Eliseo llegue. Y llegó.
-Hola, Tere.
-Hola. Ya me dirás a qué viene esto.
-Relájate, mujer, sólo es comer.
Eliseo elige sitio y es bueno. Nada que objetar por parte
de Tere, que sólo habla para decir que todo está en su punto, y que uno tras
otro deja los platos vacíos, callada, un poco distante. ¿Postre? Por supuesto.
Tarta de almendras. Una manzanilla.
-¿Cómo vas? Anda, dime algo.
-¿Cómo quieres que vaya con estos cuernos?
-Debes pasar página, Tere. Ellos están en otra cosa y tú
deberías.
-Eso es muy fácil, porque tú nunca has querido a nadie.
-Eso no lo sabes tú. Quería hablarte. He conocido a alguien.
Eliseo saborea estas palabras que surgen de algún lugar
que desconoce. Le han salido así, sin pretenderlo. Palaras suyas de las que no
reniega.
-Mentira, mentira… Eso lo sé yo de sobra, porque te he
cambiado muchos pañales. ¿A quién vas a conocer tú?
Un dolor agudo atenaza la cabeza del hombre que aprieta
las mandíbulas sin decir una palabra. Pero qué mala eres, Tere. No sabes nada
de mi. No tienes idea de qué me pasa a mi por la mente. No te has preocupado en
estos años de lo que yo quería, sólo eras tú llamándome vago, insulso, antiguo.
Tú diciéndome que no sería capaz de nada sin ti. Tu diciéndome que no sería
capaz de valerme por mi mismo.
El tintineo de una cucharilla llama su atención.
-Que tú no tienes secretos para mi, que ya son ganas de
intrigar. Los hombres no tenéis secretos, y tú menos.
- José Antonio tenía unos cuantos.
Tere hace ademán de levantarse, arrastrando sonoramente
la silla hacia atrás. Le pagaría si pudiera, pero Eliseo se adelanta, y al
levantarse él, ha visto a un desconocido vestido de domingo, decidido a no
dejarse intimidar, mirando directamente a la cara.
-Oféndete, Tere, oféndete. Está pagado todo. Vete en autobús. El 35 pasa por la puerta de la
peluquería y te deja en la puerta.
Mientras se aleja de espaldas, Tere desea desollarle y
llorar porque se le escapa lo único que le queda.
-Pues sí que lo siento. Creía que iba a salir mejor.
-Imposible.
-Y… ¿has conocido a alguien?
- A ti, Matilde.
-Tengo sesenta y siete años. Sesenta y siete.
-No me has dicho que no.
-Va a ser complicado, hace siglos que estoy fuera del
mercado.
-Va a ser lo que tú quieras, porque yo no he estado
nunca.
Susana ajusta la lente de su telescopio. El cabello de
Matilde cae sobre el hombro de Eliseo, que abraza a la mujer con suavidad.
-Paco, asómate…
-No quiero y tú no deberías, eso es cosa de ellos.
-¿Pero tú…?
-Yo, Susana, yo. Déjales un poco de intimidad. Ya está
bien el espionaje.
Susana toma un sorbo de té mientras Paco la contempla,
azorada, perpleja.
-Ahora me doy cuenta, Paco, que no me entero de nada.
La noche envuelve el bloque 20 de una oscuridad cómplice.
Susana vuelve a la cama con Paco, que sonríe al ver cómo el asombro se ha hecho
fuerte en ella.
-En el fondo eres sólo una ingenua, Susana.
¿Triunfar en la vida?
ResponderEliminarVivir en ella ya es un triunfo.
Gracias por escribir.
Vivir y convivir con gente como tú.
EliminarGracias por leerme <8>