miércoles, 4 de enero de 2023

Promesa

 

La promesa del azul en las alturas, encabalgando brisas volanteras, llegó esta mañana sin aviso.

El tiempo se ha quedado congelado. Qué cosa más extraña es querer tener una vida diferente, y qué perversión hay en el bucle que empuja hacia el embudo donde espera la hormiga león, batiendo sus mandíbulas perfectas.

Soy una presa que se debate en las arenas sueltas del tiempo, agotando el aliento que se escapa como un gemido pequeño: aún soy joven, aún me pertenece la vida, aún no he sido expulsado de la felicidad y la alegría.

He revisado mis arrugas, he sido consciente de la derrota de las horas en el cuerpo, he vuelto a tener mirada de científico sobre las marcas que me van añadiendo valor, como capas de arenisca de colores, aluviones de momentos y alegrías, sedimentos de pena, bancos inertes de piedrecillas que debilitan el caminar y lo hacen triste, como esos dolores que terminan por formar parte del cuerpo. Como los vicios que desgastan los zapatos y los vuelven inservibles para otro.

Sigo viva. Esa es la enseñanza. La única y capital enseñanza.

Y como desperté y respiro todavía, no me queda otra que amar esta existencia que se acaba y empieza constantemente.

Qué haces, me pregunta un amigo.

Vivo.

Amago con una tristeza que no llega, porque hay una obscenidad en el derroche de las horas regaladas. Me asalta la conciencia: no es esto lo que hablamos cuando vimos que es posible morir y dejar un rastro de orfandad en los que te amaron. La pena es una impostura para sentirse mejor, para creerse capaz de sobrevolar la tierra que se volatiliza sobre las cosas cuando no se mueven. La pena es inevitable, oceánica, salvaje. La pena consume y ciega. La pena es un trago amargo que no se acaba nunca, que domina los sentidos y los embota, que engancha como una droga y da sentido. La pena nos define y nos impone rutinas mendicantes, nos lleva al desierto y nos abandona. Engorda nuestra vanidad y nos destruye. Nos convierte en vigías de la felicidad ajena, en verdugos de la luz, en enemigos del alma, si existiera.

Créanme si les digo que hoy el azul es más azul y el sol más cálido y vibrante. Créanme: estoy viva aún y lo celebro como sé celebrar, con una reserva puritana. Pero no puedo resistir comentarles que hay milagros todos los días.

Ane tendrá un hermano en primavera.