miércoles, 27 de julio de 2016

Suceso


Pacorro, de natural Francisco López, es un quinqui sin suerte. Lo dice su cara chupada y verdosa, sus andares de gato arisco, su manera de cruzar la calle dando pequeños saltos huyendo del caldero que siempre le acecha. Pacorro anda hoy rígido hasta el calambre con una mochila que le ha dado un pijo de los que frecuentan el club de golf. Le ha dicho que está caliente, que él es sólo un mandado. No sabe lo que lleva, ni falta que le hace. Le han dado trescientos euros en billetes de cincuenta por llevar el bulto hasta la otra punta del polígono, donde empieza la zona de los rubios. Se quedará una calle antes, porque allí no pondrá los pies como no sea muerto; le han dicho que entre uno de aquellos armarios hay uno que disfruta haciendo llorar a desgraciados como él, y él, es sólo un desgraciado, que para qué va a andar jugando en esa liga, si tiene trescientos euros en el bolsillo.
Pacorro lleva caminada media ciudad y unos policías le dicen que pare un momento con un gesto. La verdad es que la mochila es mejor que todo lo que lleva puesto.
-Eh, ¿dónde vas tan rápido?
-Me ha mandado tu primo, me ha dicho que no me entretengas.
-Va, tira, tira...
Pacorro sabe que un primo de uno de ellos es alguien gordo, pero no se acuerda de quién es. Posiblemente un día de esos que se han quedado emborronados le conoció haciendo un encargo de esos que no se pueden dejar pasar, algo de costo o de mujeres, y de eso le suena. Nunca lo podrá comprobar, su memoria no es organizada desde hace muchos años y la gente o le suena o no le suena. El munipa tiene un primo, él lo sabe. El primo es un pájaro, eso lo tiene claro.
Pacorro ha llegado a la calle donde le han citado, le espera un sujeto vestido de basurero, pero que no es basurero. "Lleva hecha la manicura, el muy cabrón", piensa Pacorro, que tiene las orejillas tiesas porque no le cuadra el asunto. Le entrega la mochila, el hombre la abre.
-¿Nada más?
-No.
-Ahora te vas y le metes fuego en esa papelera.
Pacorro prende la mochila que arde sin problemas. Mientras lo hace ve cómo el fuego devora un portátil. Le han pagado a un caco, a un pijo, a un primo, a dos munipas y a él, sin contar con el de la basura, todo  para que lo que sea no sobreviva. Sin saberlo ha dado el golpe de su vida, no sabe hasta qué punto. Camina con las manos en los bolsillos apretando los puños cerrados, lleva el dinero bien a salvo, con esto ya tiene para unos días.

Nadie sabía su segundo apellido cuando hubo que hacer el papeleo para levantar su cuerpo.
-¿Has visto algo?
Las mujeres de la zona de los rubios no han visto lo que ha pasado, solamente que el día antes huía de su buena suerte, porque no podía ser tan buena. Juran que eso les dijo apretando los dientes, y declaran que iba mirándose las espaldas escuálidas mientras salía de las calles del polígono, encorvado, fumándose un cigarrito, camino a casa.

viernes, 15 de julio de 2016

A kiss for all the world

Soñaba con ir a Niza un día de estos. Ya saben, Francia rica, Francia hastiada de niña bien, Seberg luciendo un pixie maravilloso.
Niza ya no lo es, es el lugar de horror. Otro más como tantos. El horror tiene itinerarios públicos y privados, a los que se llega muchas veces de forma involuntaria. A veces se sale del horror empujado por una fuerza que es invisible como una onda expansiva, se llega a un lugar extraño, se sigue viviendo.
Hoy es día de grandes discursos. De grandes frases. De sentencias. Tenemos hasta titulares para elegir. Seremos duros, seremos fríos, seremos implacables.
Hoy es el día en el que en uno de esos campos de refugiados que hay en Alemania, en Hamburgo, un cuarteto de cantantes (Ainhoa Arteta, María José Montiel, Albert Monserrat y Aris Argiris) bajo la dirección de Íñigo Pirfano con la Sinfónica de Hamburgo interpretarán la 9ª sinfonía de Beethoven. Mientras les escribo escucho Maskerade, un vals maravilloso de Aram Khachaturian, armenio de Tiflis, con todo lo que eso supone,  que vivió el principio de un siglo XX que aún nos causa pavor. Lo ilustran unas imágenes de Guerra y Paz. En ellas, las mujeres van vestidas con lo que se llamó talle Josefina (Bonaparte). 
Y entonces emergen las guerras napoleónicas, que tan bien conoció Beethoven, que marcaron su forma de ver esa Europa que le reivindica con su música. Ojalá seamos algún día merecedores de ella y de los versos de Schiller, que romperán el inciso de la orquesta en la voz de Argiris en palabras del propio Beethoven: O Freunde, nicht diese Töne!
Les dejo una grabación histórica, la de esta misma sinfonía dirigida por Leonard Bernstein, para conmemorar la Europa soñada tras la caída del muro de Berlín.
Sucumban a la poesía y a esos grandes valores enciclopedistas que ayer reivindicábamos antes del atentado. Intenten recordar a Fouché y a Robespierre, pero no como nos habían contado.





jueves, 7 de julio de 2016

Espionaje

Mariquita limpia los cristales del tercero con gracia acrobática. Ha puesto una escalera en el balcón, se ha armado de cubo y trapos y mientras le da al bolero a media voz, frota dibujando anillos de Saturno y echa el vaho con la boca redonda sobre unas sombras que no se ven más que por el otro lado y por eso sube y baja constantemente, para ver la hoja de la ventana por los dos lados y dejarla absolutamente perfecta. Paco lo sabe y por eso, con los prismáticos fucsia y lila de Dora la Exploradora que se ha dejado Belén en el sofá le hace un homenaje a sus ojos y sus sentidos viendo las pantorrillas de la mujer, que escala y desciende en permanente tensión y en aras de la limpieza total que anunciaba ese mejunje con pistola que le da una tos tremenda cada vez que ataca a las manchas desde la distancia corta.

Paco está apoyado con los codos en la mesa camilla de su comedor, apostado como un soldado de la guerra de Corea en la playa donde reconoce el territorio con miedo a que el enemigo, que ha salido por unas bolsas,  por gazpacho y una lechuga, le pille in fraganti con cara de lelo mientras ella -esa diosa- abrillanta y rasca con la uñita lo que se resiste en el cristal del edificio de enfrente. Mariquita se huele algo, porque de vez en cuando un destello la ciega y viene de los pisos de los toldos verdes, del rellano de los realquilados. Se siente observada y mira a lo lejos topándose Paco con sus ojazos marrones, cayéndose el juguete, sonrojándose el ujier, cerrándose la bata de motivos escoceses hasta el cuello para que nadie pudiera ver que cada una de sus células andaba bailando el limbo, descocadas ante la maravilla del trapo que no cesa de frotar y frotar y frotar y frotar...


Paco está en la acera  con un collar cervical, le acaban de bajar del toldo del vecino. El enemigo desembarcó con sigilo y conociendo tras años de estudio las técnicas de vigilancia siempre negadas por las autoridades, llegó por la retaguardia emitiendo un chillido tan penetrante, tan agudo, tan hiriente que Paco, aferrado a unos prismáticos de juguete y sin acertar a poner los pies en el suelo se precipitó de la banqueta que había puesto para elevarse, al perder momentáneamente la visión de su objetivo. 
Desde la azotea de otro edificio una mujer mira a la calle con un catalejo pirata de pvc. Ha subido a volver la ropa y de paso a controlar la colmena que se extiende por el lado derecho del pasaje. La gente se agolpa en la acera. Hay un hombre en calzoncillos y bata de estar por casa, parece que se ha caído por el balcón. A saber lo que estaba mirando.

Buenas vacaciones