lunes, 28 de diciembre de 2015

La fractura

Desde la terraza de mi casa no se ven líneas rojas. Ni siquiera un poco de fractura de España y de la convivencia democrática. Nada. Desde mi terraza se ve ocre y verde. Un verde con pintas violetas que dice que esa alfalfa hay que segarla, es cuestión de días. También se ven unos pájaros entrando y saliendo: hay bichos para comer. En la naturaleza viva que contemplo hay alimento  en abundancia si eres un pájaro. Un pájaro se pone gordito y feliz en esta zona. No hay quien toque a un pájaro, un pájaro no tiene depredador, salvo un gato como mi gato que recuerda sus genes de fiera cayendo sobre él como un puma. Menudo es mi gato.
Desde la terraza se ve a lo lejos una loma. Detrás de esa loma está el campo y detrás, la ciudad. En la ciudad hay fractura. Se te fractura el alma cuando ves a la gente que vaga de día esperando pasar las hojas del calendario con la mirada extrañada de un niño o con el favor incondicional de su perro. Hay gente caritativa que le lleva un poquito de comida a los gatos del cementerio, que son fieles y misteriosos y caminan con sigilo para no molestar a nadie. Los gatos del cementerio tiene nombre y piensan con fundamento. Estoy convencida de que alguna vez comerán pájaros. Los gatos, benditos sean, no mueren casi nunca de pena, porque nacen con la gracia de amar siendo independientes. Yo diría que aman mucho y piensan que este mundo es frío y desagradable, y que huele de una manera nada recomendable. Culpa de los hombres es, tantas normas para esto. En la ciudad hay entre la gente que sí escuchó la fractura, gente que tiene un perro o un gato y que toma el sol que cae democráticamente sobre los turistas que entran a las tiendas donde les venden cristales facetados; el sol no entiende de joyas y calienta que es un gusto a todos en la misma proporción. El turista que viene a gastar sus dineros pide cañas y se estira con impudicia infantil a juego con su atuendo, y es visto como una bendición por los hosteleros de la zona. Imaginen la ciudad siempre así, llena de turistas, de sin techo, de perros, de gatos sin amo, de personas que aprientan mucho las mandíbulas porque la fractura se les acerca peligrosamente. La línea roja es roja como la sangre aguada de los pobres, como la fractura abierta de la sociedad,  roja como en el margen del cuaderno del escolar: no hagan anotaciones marginales, decía el señor Luis, todo a la derecha del margen, esa infranqueable línea roja.
Desde mi ventana veo pasar gente. Tal vez vayan al reparto de alimentos de la parroquia y no lo sepa, tal vez se hayan quedado al corte y no sean lo bastante pobres para ser atendidos. No se resistió lo bastante, no lleva suficiente tiempo en el paro, su enfermedad no es grave, aún respira . Hay un señor concienzudo diseñando líneas rojas. Esas líneas rojas no son de la misma tonalidad que otras. Hay que poner ojo y oído a las líneas rojas y a las fracturas, que pueden ser abiertas y dolorosísimas, como la que se te origina entre los sesos cuando ves a alguien de tu edad en la acera con un carro, con un niño, con un perro, con un gato.Y piensas que pudieras ser tú. Ahí es cuando escuchas nítidamente la fractura. Es inconfundible.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Perspectiva

Los plásticos en la tierra, de lejos, parecen agua. Los ponen en los surcos para que no crezcan malas hierbas, y cuando les da el sol pareciera que se hubiesen abierto las compuertas. Sólo de cerca se advierte el engaño. Nadie sabe cuánto tarda un plástico en desintegrarse, pero convenientemente molido por las cuchillas del tractor, atomizado con esmero, permanecerá años y años, se enganchará en las uñas de los gatos y dará color al marrón. El progreso era esto. El progreso.
Hubo tractores que molieron la cerámica de los antepasados. Cuando llegaron los arqueólogos encontraron cascotes. "Ripio", decía un lugareño. Sobre las espadas forjaron hoces y sobre los yacimientos, lo que se pudo. En un lugar de la vega, da igual su nombre, es irrelevante, el agua parece plástico a veces, espesa y verdosa. Parece que se puede cortar con un cuchillo. Los ecologistas son un coñazo, eso lo sabe todo el mundo, de toda la vida se ha desplumado un pollo y se han quemado las plumas, o se han echado a la azarbe para que vayan como juncos por el Nilo. El plástico no es sólo negro. Es cobalto y blanco, como los bidones de pesticida que acaban en el agua, flotando junto a las cañas donde se para un instante una garceta. (La evolución ha querido que las aves aprendan a comer basura o al menos a no morir cuando se acercan a ella). ¿Habrá garcetas en el huerto de los lixiviados? Es una metáfora visual impagable, el río de pudredumbre que rezuma el subsuelo. Milagro. 
El plástico de las tarjetas, de las acreditaciones, de los rótulos de los despachos tiene un brillo satinado que recuerda ese del agua falsa que llena la huerta de progreso y hombres venidos desde la frontera sur. Como el agua del surco se ven  pero no están. No constan. No son. Tal vez vengan de otras vegas iguales a esta, quizá ya no son ni de allá ni de aquí. Debe ser complicado convivir con la mirada y el comentario que aflora desde el subsuelo de la gente sensata que elige cualquier cosa menos el caos, si es que el caos existe, porque nadie lo ha visto, ni nadie ha traído noticias de él. Debe ser complicado también intentar que nada cambie, que todo siga igual año tras año, década tras década, desmontando una montaña, construyendo una playa o exterminando unas especies sin que exista un coste para eso. Habría que preguntarle a la garza que se ha parado al lado del canal. 
Ella sí distingue el plástico del agua a simple vista.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Ahora

Si han saltado alguna vez a la poza de un río que no conocían, ya saben de lo que les hablo. Piensas que hay un palmo de agua, pero en realidad hay dos metros. Te pones azul. Sales con el mismo impulso que entraste. Todos sabían que te la ibas a pegar, pero no te lo impideron. Algunos -pocos- dijeron que si estaba fría. Uno a lo sumo te alcanza una toalla.
Lo mismo pasa con la pobreza. El descenso tienen una profundidad que nadie sabe medir, pero que siempre es mucha. El frío se queda en los huesos para siempre. Y la sensación de culpa, porque debías haberlo sabido-evitado-arreglado.
Un pobre es pobre por falta de cálculo. No calculó lo que tiene estar en la sociedad del sálvese quien pueda. Aunque cada vez la solidaridad sea más visible. Tan visible como urgente.
La pobreza debería ser el eje de la campaña. El empleo ya no salva de la pobreza, porque cuando se pierden todas las reservas y una familia se endeuda, trabajar nunca basta. Deuda es una palabra que nos sobrevuela constantemente. Por ella sumada al 135 se adelgaza la red social que sostiene al pobre. Números y más números, cifras y porcentajes. Gastamos tanto, tanto... fuimos tan manirrotos...
Imaginen en este país de resabios católicos que desapareciera el sentimiento de culpa. Que su espacio lo ocupara una justicia que tuviera precisión de neurocirujano y extirpara el mal donde se hallara. Nadie podría salir a decirle a usted, pobre hasta las médulas, que gastó como un cacique, encendiendo los puros con billetes de mil pesetas. Nadie podría tener la coartada de la obediencia debida y la soberanía nacional residiría... qué poco me gusta el romanticismo mal entendido. Ya hay bastantes suicidas, pero nadie que quiera medrar habla de ellos: tienen demasiados problemas. Oh, qué gran paisaje se dibuja en un país que intenta que no haya pobres ni suicidas... Un país de ciudadanos iguales, atendidos. Un país de estudiantes y científicos, de ingenieros, de filósofos. Famoso por todos ellos, y no por las gestas del balón u otra embriaguez similar. Díganme si al votar no pueden virar unos grados el sentido de este carnaval donde la víctima es el que ve mancillado su honor cuando fue pillado tras años de tropelías. Díganme si no es posible desterrar a ayudas de cámara y pelotas cuyos únicos méritos han sido apalancarse con estilo, trepar por un partido, obtener una red sobre la que poder saltar en cualquier momento. 
A veces el voto vale tanto como ahora. Siempre es valioso, pero en estas elecciones nos jugamos mucho. Nos jugamos tanto que cada vez veo a más gente con cara de "ahora o nunca". Pues que sea ahora. Ahora y en la hora, porque aunque no lo parezca, una poza tiene fondo. Que se lo digan a los que no han podido salir de ella y han muerto ateridos  esperando que les rescataran.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

#Ommmmmm

Estamos a 9 y eso es bueno y malo. Falta mucho para el 20, con lo que todos los candidatos sacarán su patita y su argumentario, sus logros y sus promesas. Falta mucho para el 20, mucho más, si también sacan la basura del vecino y nos la enseñan. Ya saben lo que pasa con la basura: atrae a las mariposas. Las mariposas tiene predilección por la fruta podrida, revolotean parando el tiempo mientras algo debajo de ellas se corrompe. Son tan hermosas y contradictorias... dicen que tienen mal sabor y que por eso los pájaros no se las comen. Aún así no podemos dejar de mirarlas.
Estoy a 9 y a tope, no sé si sobreviviré lúcida. Una sobredosis de cinismo más y muero. Que yo no sabía, que tú en el fondo eres, que tu fuiste, que si lo fuiste, apechuga. 
Y gritos, muchos gritos.
Cuántos gritos caben de aquí al 20. Y no son emoción. Son impotencia, son mala educación. La emoción de los fieles llevados al infarto exacerba los ánimos. Y yo a lo mío. 
Agrupémonos todos, agrupémonos todos...
No quiero debatir con nadie, quiero razonar a lo sumo. 
No quiero sacar cuentas de si éste o el otro es mi contrario. 
Mi contrario es el que va en contra de lo que considero humano y justo.Mi contrario lo sabe y yo también, y no necesitamos decírnoslo. Los míos son esos que siempre están en esta o aquella calle y que desde donde se encuentren siempre tienen hueco para hacer o decir algo que agite las alas de la mariposa. El efecto mariposa de las palabras dichas desde el respeto, desde la emoción, desde la cordura. 
Y ya llegará el 21. Y volveremos todos a estar juntos y revueltos, como debe ser. A veces creo que la campaña debería durar un día, pero eso con internet es imposible. Ojalá mañana fuera 21, aunque siendo 9 aún podemos detectar el olor ácido que trae a las vanesas volando como sólo ellas saben. Déjense un gong a mano. Respiren hondo. Mediten. 
Falta aún para el 21.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Ahórrense la vergüenza


Descansar sobre el pecho del otro. Pasear. Ver el amanecer en la playa. En la azotea. Respirar el aire frío. Tan frío que hace daño para después volver dentro de casa, liarse con una manta y sentirse feliz y protegido. Agradecido. Cada invierno vemos la benevolencia de nuestro clima en las calles. 40.000 personas en datos del año pasado lo hacen cada día. Duermen entre cartones, ropajes, enseres. Amontonan su vida, la arrastran con ellos porque están fuera de todo: familia, trabajo, red social. Cada una de ellas  necesita hoy una casa donde volver para recuperar la dignidad. Ayuda, solidaridad, estrategias. Caridad no, un estado no debe dar caridad. Un estado debe saber exprimir los impuestos. Un estado ha de estar guiado hacia la máxima igualdad de sus ciudadanos y éstos deben ser celosos de su patrimonio para que los tributos lleguen donde debieran. En la calle están las reivindicaciones y la derrota de nuestro sistema que margina y deja caer, que es cicatero con la pobreza.
Prioridades es la palabra mágica.
Es difícil contabilizar el sufrimiento ¿se puede? Si se pudiera lo mismo  descubriríamos que la investigación, la protección social y la solidaridad salen a cuenta. Tal vez tomásemos menos pastillas para quitarnos el dolor que se nos aposenta en el pecho al pensar en lo decepcionantes que podemos llegar a ser. No se trata de sentar a un pobre a la mesa, se trata de que haya menos pobres, y si me lo permiten, de que no los haya. Déjenme soñar  que ya me han atacado con los retornos a casa y el champán. ¿Hay turrón en los albergues, hay suficientes mantas? Tenemos tantas cosas y tan pocas posibilidades de rebelarnos... pero si lo piensan, es posible.

Sean crueles con el candidato que les trate de idiotas.
Díganle al presidente que en realidad está desnudo.
Desconfíen de la ambición que hace fibrilar al que casi toca el poder con las manos.

Sean intransigentes. Recuerden a los dependientes, a los enfermos, a  los investigadores, a las mujeres muertas, a las que están muertas en vida. A los familiares de los enfermos mentales, a los que mueren de angustia porque los 426 son una miseria. Y comen mal. Y terminan diabéticos, deprimidos, hipertensos, cardiópatas.
Recuerden a los que se suicidaron, y de los que no se puede hablar porque se rompería la armonía del universo. Recuerden a Rato y cia. A Bárcenas. A los Bárcenas de su pueblo, a los aspirantes a mafia. A los mafiosos de medio pelo. A los rateros con enchufe. A los ladrones de ilusiones. A esos, ni agua.
Sean intransigentes al votar, sean incisivos al preguntar. Sean ciudadanos. Para la devoción y la hinchada hay otras actividades que no son la política.
Y ya que les van a  machacar, voten. Voten sin que se les caiga después la cara de vergüenza.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Cómprame algo

Cómprame un regalito primo, que es el black friday. Cómprame algo  que sea rojo ferrari o verde carruaje, que tenga purpurina y renos, algo que estreche nuestros lazos. Cómprame algo por si acaso, para quedar bien. Por cortesía. Por cariño. Consume, primo, que esto se acaba. Consume que somos clase media. Todos. Hasta el más paria de los parias de la tierra se ve clase media. La distorsión del espejo llegó a la lucha de clases y nos vemos más abundantes de lo que estamos. Aligeremos pues el bolsillo. Comprar algo para otro nos hace sentirnos menos culpables. Incluso hay quien lo compra para él y después le muerde el remordimiento y lo regala. Si ven eso, corran con su conocido a un terapeuta. Eso es heavy y no se quita solo. Palabrita.
Si es usted un lustroso #clasemedia, debe ponerse las pilas, porque si tenemos burbujas de cava y sidra sin alcohol (no se les ocurra, mea culpa, mea culpa) quiere decir que tal vez llegue a su centro comercial y aunque tenga los codos afilados no llegue el primero a ese artículo que le hará sentirse superior. Tenerlo pronto, tenerlo antes, tenerlo mientras los demás no lo tienen. Cambie comprador por hamster en la rueda y ya.
Si por el contrario es usted pobre como yo y la vida le da así, directamente en la frente, puede tener amigos de los buenos: esos son pocos y nada cobardes, siempre están y no cuestan dinero. También está la familia cercana, esa que sabe por la forma de tocar el timbre si te está pasando algo. Esa familia come feliz sin langosta, sin paté de pato y sin turrón. Hay cosas que no cambian año tras año, y están al margen de las campañas comerciales:  las nostalgias, los dolores, las ausencias. También está la emoción, que asalta en cualquier momento y te hace sentirte vivo, la música, los mensajes...
Les deseo feliz estancia en la montaña rusa emocional, les deseo que salgan airosos del agujero negro del consumismo. Les deseo que piensen si realmente son clase media, porque una cosa es lo que uno quisiera y otra la asquerosa realidad de cada día. Y este año mezclamos euforia de consumo, burbujas, cenas familiares y urnas. Es como la ecuación agotadora de cada año pero con una foto de fotomatón en el peor momento. Avisados están.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Lo que me contaron hoy

Nuestras mujeres muertas, nuestros socios en la posible guerra, nuestras inundaciones, nuestras primeras nevadas. Una inundación. Una goleada. Hace frío, cada vez más.
Esto es lo que he visto y no descanso: hay una guerra global sin declarar y un feminicidio español, comparable en número a las víctimas de ETA (lo dijeron ellos, no yo), anclado en la parte de atrás de la conciencia, donde anida el miedo. Ambos dan para quitar el sueño, de hecho me lo quitan, pero es porque estoy mayor. Cuando no duermo pienso en que hay muchas otras cosas que hace tiempo que no me cuentan ¿será porque ya no ocurren? Se ve que dejaron de ocurrir esos accidentes donde niños chinos quedan encajados entre dos edificios. Tampoco pasa nada en Asia, en las fábricas esclavistas de ropa, ni en Corea del Norte, ni en Venezuela, ni en Cuba, ni tampoco hay tornados en EEUU, ni los polos se quedan sin hielo, ni se extinguen especies, ni  sabemos cuántos narcóticos consumimos al año. No se qué habrá sido de ese señor tan serio que analizaba nuestras angustias en las alcantarillas.
Tampoco están amenazadas las costas. El atún rojo. Los pollitos. Ay. 
Ni los toros sufren, sólo los ha puesto un dios sobre una loma para que sean parte del arte y del festival de un señor que va muy ceñido (eso es malo, seguro). Los universitarios ya tenemos trabajo o nos hemos muerto y los que encontraron trabajo en el verano ya están en la cola del paro, pero ya no salen en el boletín, sólo jefes vestidos con pelucas estrambóticas que hacen examen de conciencia y propósito de enmienda. Es lo que tiene una alocada y amable visión liberal de la vida. Voy a ponerme una peluca y vengo en una semana. Hilarante. Otra cosa es que haya economía sumergida y sobres y pasteleos. Ahora no, que hay guerra, que hay elecciones, que hay navidad. No hay listas de espera en las noticias, ni recortes, ni reclamaciones en las que el usuario obtiene resarcimiento. No hay tongo en ninguna oposición, ni cuesta dinero apuntarse a la bolsa de trabajo: nada, todo se ha solucionado. Dicen los que entienden de esto que hay que dejar dormir los asuntos y después una de dos: o se despiertan abruptamente, en cuyo caso tienen su momento de gloria, o se convierten en material de un pequeño reportaje que siempre va hasta el fondo del asunto, así nos lo publicitan. 
Los diamantes, el petróleo, el gas y el coltán. El sol que lo cubre todo y pudiera calentar a todo el mundo no está invitado al evento de las guerras petrolíferas. Los corruptores y los corruptos quedan eclipsados por Bruselas. En Bruselas no hay casi transporte, ni escuela. Carallo, como aquí en agosto. Aquí en agosto vas y te dicen que vuelvas en septiembre, que ya te traerán la pieza de Alemania. Doy fe que aún pasa, que termina julio y entramos en un letargo que dura al menos mes y medio. Ahora que llega la navidad y Alemania y Francia y Rusia tienen que hacer cosas juntos, ahora que por fin el papa está diciendo que todo es una puñetera mentira, ahora parece que nevó y hay gente que esquía. Incluso ví a una señora preparando una cesta de esas que regalaban las empresas, no sé si las recuerdan. Recuerdo que antes, en las noticias, había menos imágenes de gabinetes de crisis. O será eso, que nos saturan y entonces, ¡zas! nos mandan a votar. Y votamos. Por cierto, ¿qué hacen los helicópteros militares dando vueltas por el cielo esta semana? ¿Ruedan un remake de MASH? ¿Cuánto cuesta el combustible de un helicóptero? Tal vez un día de estos me lo expliquen en las noticias.

martes, 17 de noviembre de 2015

Vida micro

Nunca seremos franceses, nuestro himno no tiene letra. No se puede hacer un canto masivo y a capella en el parlamento. La Marsellesa es insuperable, además, pero no me hagan caso, son cosas de músico.
Recuerdo estos días unas lecturas sobre la liberación de París. En macro, la libertad, en micro, las represalias hacia las colaboracionistas. El hombre, si es agitado convenientemente, mezcla en un mismo acto macro y micro, siempre es igual. Los acontecimientos se repiten periodicamente y quiero pensar que no se rompió una pax en pleno Brumario. ¿Hubo pax o no la hubo? Sospecho que las fronteras llevan años dibujando mapas que parecen  láminas de histología. En ellas, si nos acercamos, vemos insurgentes, rebeldes, golpistas, guerrilleros, salvadores y sobre todo, aliados. El lenguaje es importante, tanto como para crear campos semánticos intercambiables. Los aliados quieren siempre restablecer el orden, sea el que sea, y ese es un planteamiento macro. En el micro, un diabético, un epiléptico, un niño celíaco se muere por un camino sin que nadie se entere. Salieron huyendo sin nombre, con sus vidas empaquetadas a toda prisa, esperando que les hagan un hueco pequeño los que están mejor. La fraternité tiene en verdad muy buena prensa. Debería abrir sus brazos esa Europa culta, antigua, acogedora, esa Europa continente salvaje.  En días como estos, el mundo es grande y lo micro se pierde: Europa no es tan grande en realidad y la vida transcurre a raudales en otros lugares donde existen conflictos en países que no sabemos situar, lugares a los que nunca iríamos salvo a  rodar un documental o a llevar la civilización y la democracia, aunque sea implantándola con un bisturí. Lugares micro donde la guerra micro se extiende con estructura reticular y forma una guerra macro que nos salpica. ¿Acaso no pusimos muros, vallas, pasaportes?¿Por qué nos castigan, por qué?
Estos sucesos horrendos que ocurren en lugares que no conozco me llevan al rostro escéptico del científico al que preguntaban sobre el cambio climático:
-¿Sabemos qué lo causa?
-Sí
-¿Tenemos medios para atajarlo?
-Sí
-¿Tenemos la voluntad de hacerlo?
-No.
Y con ese no vamos ahora y decimos que esta celdilla de nuestro pequeño mundo ha de ser desanclada de la estructura bélica, que ese dolor y ese fragor no ha de llegar hasta aquí. Que la guerra es cosa de otros y que nosotros, los europeos, sólo tenemos el pecado de desear fervientemente todo lo bueno que la guerra destruye, que defenderemos este estilo de vida basado en la prosperidad y el civismo.
Con alambres.
Con muros.
Con aviones.
Cada vez que alguien invoca al mundo libre, hay un microdesastre que fermenta y fermenta...

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Por la espalda

A menudo la vida parece que bebe del western: esta tierra es mía, este río es mío, los que estén conmigo que me sigan, muerte al forastero, aquí la ley soy yo...
Hoy también. En Elche, dice la prensa que un hombre (eso dicen, aunque lo dudo) ha disparado  a su exmujer. En Johnny Guitar (1954), Viena, una mujer libre, se ve encañonada por más de un hombre muy hombre que sigue borreguilmente las consignas de una mujer, Emma Small, que es, ante todo,  puritana (léase, según la definición de Henry Louis Mencken : "El atormentante miedo de que alguien, en algún lugar, sea feliz"). Vienna luchaba incansable. Era feliz cuanto podía, librando una batalla contra todo, contra todos, también contra ella misma, pero sobre todo, por ella misma. La libertad y sus peajes, nos dice con los ojos encendidos Mercedes McCambridge: ¿estás dispuesta a pagar?
Hay en el western un lugar especial para el que dispara por la espalda, que es un instrumento del que antes de que echara mano al arma ha estado haciendo fermentar en su mente ideas que terminan en el gatillo: ¿vas a dejar que te haga eso?, ¿Vas a consentir que se salga con la suya? El cochino traidor, el instigador, el cizañero  es alguien que no dudará en apoyar que se dipare por la espalda, pero que no se dejará ahorcar por otro, porque disparar por la espalda no está bien visto ni entre forajidos.
Los espectadores  pasivos también son un elemento definitivo para ser tiroteado: hace falta un público sumiso que correrá a esconderse tras las carretas hasta que todo pase para después poner cara de espanto, aunque en honor a la verdad, antes y ahora, la heroicidad se paga carísima, basta recordar al chico McBain de Hasta que llegó su hora (1968). Su delito: existir ante la mirada glacial de Henry Fonda. A menudo pasa en casos de  violencia de género lo que tan bien explica Ángel Gonález-Santos en su libro "Más allá del Oeste" explicando el personaje de Sam Boone (Ride Lonesome,1959): "la libertad es la supresión del otro concebido como obstáculo". 
Hasta que la reacción del entorno cercano al maltratador, al posmachista, no sea desactivarle totalmente a nivel social, estamos perdidos. En temas como el acoso escolar revisamos nuestros protocolos y la experiencia del programa KIVA es alentadora. Tanto en un problema como en otro hasta hace muy poco la víctima era la que causaba y debía resolver de forma personal el problema, y ambos eran asuntos que se trataban desde la vergüenza y desde la privacidad mal entendida. 
Sobre la venganza hay decenas de películas que nos muestran la destrucción de la ética personal. Con Sergio Leone el cine y la realidad se igualaron en fealdad y crudeza. El fantasma de Rufus Hannassey nos sobrevuela, y es una idea que me asusta, porque él no hubiera dejado que su hijo disparara a alguien desarmado.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Román y el pulpo



En el suelo destacaba un arco iris; un haz de luz atravesaba del cristal de la puerta.

-A ver, si es tan amable, cierre.

Santi estaba parado delante del espectáculo cromático que formaba el sol en el suelo. Al levantar la cabeza la vio y pensó que era hermosa, y sintió que con ella hubiera sido feliz y que podría acostumbrarse a vivir con una mujer que huele a pan y a  mantequilla, a azúcar tostada y a canela.

Se llevó un bollo de crema, que ella cogió con cuidado. Ella le dijo el precio con una sonrisa. Pagó y recibió el cambio. Salió saltando por encima del rayo de sol.

Judit le vio saltar y pensó en Román y en su alegría, en cómo la cogía de la mano para que ella saltara. Román entonces estaba fuerte y hablaba como un ser iluminado y enciclopédico. Su mente era tan rápida que apenas podía hablar despacio y las palabras le salían dando acelerones de la boca grande y sonriente. Román también quedaba fascinado ante la luz descompuesta en colores, y miraba a Rosa, la pescadera, con ojos de tiburón miope, y la requebraba de una manera enrevesada y chocante.

-La deseo desaforadamente, desesperadamente, lujuriosamente, Rosa.

Rosa reía y ponía su todo su ingenio para salir del trance.

-No es buen tiempo para el pulpo, no…

Román murió un día a las tres y media, después de ver los deportes, y desde entonces nadie ronda a Rosa. A Román no le importaba que Rosa oliese a pescado, ni que llevase la pechera del delantal llena de salpicaduras de tinta de calamar y tripas de caballa. Román la poseería de acuerdo con su propia idea del amor romántico, estaba convencido de que ocurriría, como convencido estaba de su propia muerte.

-Claudique Rosa, que me queda poco y casco en breve.

Rosa reía con ganas al escucharle, pero cuando lo recuerda, no puede.

El día que murió Román, Judit se murió un poco también, y se quedó crucificada como esos pulpos que secaba su tío cuando venía de Tabarca, y que eran un manjar, porque sabían a mar solamente. El pulpo secándose al sol, partido con la navaja, era el preludio de un almuerzo en el que nadie podía excusarse. Román y ella rayaban tomates, quitándoles antes el ácido y las semillas. Partían después una cebolla que crujían en un plato con un polvo de sal que después enjuagaban en el lebrillo. La cebolla y el tomate, regados con suficiente aceite hacían de lecho al pulpo y a unas aceitunas negras de Aragón. Judit nunca volvió a comer aceitunas negras, ni probó más el pulpo seco. Sí que conservó la costumbre de tostar el pan y después aplastarlo para verter el aceite gota a gota, tal como él le enseñó, como lágrimas.



Santi ha visto a los pescadores en la playa. Uno de ellos exhibe un pulpo seco. El pulpo se ha reducido a la tercera parte de su volumen original. Santi quisiera poder acercarse a ellos y tocarlo, incluso problarlo, si le dejaran. Santi, después de haber visto la luz colorida en el suelo del horno, una vez que la panadera le ha vendido un bollo y le ha dado el cambio llevándole a la nariz unos toques de vainilla, se siente preparado para enrolarse en un barco de pesca. Tal vez entonces fuera libre y feliz, sin todos los sinsabores pequeños, sin esa mujer que le acompaña y que se ha vuelto una desconocida,  esa mujer que lee su anhelo sin preguntar nada. Ana, esa mujer, se ha sentado callada  a mirar las olas mientras él compraba algo para comer. A Santi le ha recibido con un gesto amable la panadera que él imagina solícita y golosa. Se ha quedado grabada en su piel de manera enfermiza y al pensar en ella apenas puede respirar. Durante muchos días, Judit vagó por los laberintos de la mente de Santi. Siempre le han dicho que no sabe lo que quiere, y hoy, ya lo sabe: quiere que su vida sean bollos de canela y costillas, milhojas y tarta de Santiago. Quiere que Ana desaparezca y que él sea deseado por Judit como Rosa lo fue por Román. Aunque Rosa, a quien deseaba en realidad era a Ana, y Ana a Rosa. Ambas estaban esperando el día en que Santi se fugara con la panadera, aunque iba a estar algo difícil, porque Judit estaba amojamada y triste como el pulpo de la playa desde que Román se murió, sin que nadie le tomara en serio, a la edad de treinta años.

martes, 27 de octubre de 2015

En caliente

Voy a hacer algo que no se debe hacer: voy a escribir en caliente.
Conocemos la sentencia que condena a Vicente Sanz, el ex jefe de recursos humanos de RTVV  a penas de multa por acoso sexual y su no entrada en prisión en una condena pactada por las partes.  El condenado no podrá acercarse a menos de 500 metros de las víctimas durante cinco años.
Que eluda la prisión no me gusta. Y eso que la pena privativa de libertad en este país se reparte con bastante alegría, es españolísimo lo de meter a la gente en la cárcel, sobre todo a la gente pobre, que no es el caso.
Otro aspecto que no me gusta es la duración del alejamiento. Un alejamiento debiera durar lo que durara a la víctima el estrés postraumático, pero esta es una milonga de fabricación propia que no aspiro que llegue más allá de este blog.

Y les dije que escribo en caliente. Lo hago porque las víctimas están en un estado que han preferido pactar antes de enfrentar un juicio donde se conocería eso que luchan por olvidar. En este proceso tan largo han contado con la solidaridad de unos pocos leales. Los leales siempre suelen ser pocos, ellas saben quién son. Son los que ahora las arropan, los que las ayudarán a salir.
Pero en este proceso, también ha habido mucho silencio. El de otras mujeres que lo sabían, directivas o no, con más o menos poder: cómplices. También hubo el silencio de otros hombres, ese también duele, no sé si menos. Aquí como en otros casos puede escribirse un tratado sobre la traición y la cobardía. Me temo que de celebrarse la vista con medios de comunicación, ese silencio, el de esas personas cobardes-traidoras, se hubiera vuelto ruido. Entonces sí hubiera sido el festival de la basura, y no me digan que no hubieran sido capaces en la medida de sus posibilidades.
No podemos sino solidarizarnos con ellas, llamar a Sanz delincuente, y cobardes y otras cosas peores a los que no hicieron nada. Y quedarnos con la cara de cada uno de ellos, que me da que irán de farolillo rojo en alguna lista, porque donde hubo siempre queda. Y hubo mucho poder y mucha barra libre. Pensaba seguramente Sanz que nunca llegaría el día de hoy. 
Hoy no es San Martín, pero casi.

lunes, 26 de octubre de 2015

Carnadas envenenadas

Reconozco que a veces la lengua se ama sobre todas las cosas. No soy filóloga, quede eso claro, pero las letras me asaltan y yo, desfallezco. A veces las frases llegan a mi puerta y las dejo entrar sin llamar. Hoy misma me dejé llevar, claudiqué, ante una crónica de El Universal, que me dejó muerta de amor por sus tipos. Decía así: "Ven en Condesa perricida serial. Dueños de los canes siguen la pista de carnadas envenenadas; no creen que la muerte sea accidental"
Tiene mérito hacer un suceso así de elegante. Esperanza (Aguirre) -tan graciosa pero no eres buena- ha relegado un suceso mayúsculo (la guerra de Irak) al olvido. Imagino al redactor de la noticia anterior escribiendo: "Ven a Condesa cansada de recordar. Pacifistas e indignados siguen la pista de carnadas envenenadas; no creen que el olvido sea accidental".  El olvido de Irak no es accidental. Como las muertes que allí se produjeron. La guerra es un escenario donde se le da carta de naturaleza al homicidio, al asesinato. Los -malos- políticos la justifican, las empresas venden armas, excavadoras, mandan a sus guardaespaldas, a sus soldados, traen a sus muertos, les entierran con honor. Los políticos -malos- se hacen fotos en funerales...
Los funerales militares me sobrecogen, en realidad todos me impactan. La obscenidad de la muerte es difícil de olvidar, salvo que tengas mala memoria. Hay víctimas que piden memoria, una memoria objetiva. Hubo muertos sin vocación de serlo: se cruzaron en el camino de un soldado, de un hombre furioso, de un plan infalible. Esos muertos que no se recuerdan a veces quedan en las fotos de un reportero que también a veces muere. No muere porque sí el reportero, no se bombardea sin querer. Alguien quiso y recuerda. Alguien culpable queda para pagar por quitar la vida a los que no eligieron morir un día cualquiera. Créanme, aunque no interese, aunque no convenga, la pista de las carnadas envenenadas llevará a las familias hasta las pruebas de que la muerte en una guerra casi nunca es accidental. Da igual si la Condesa no lo recuerda.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Estamos en campaña

La palabra arzobispo me resulta excesiva, me recuerda mucho a aquella con la que encabezaban los episodios del "súperagente 86": recontraespionaje.
Cañizares arzobispo es excesivo. Tanto como esa capa magna -tridentina- que luce en ocasiones y que obliga a que uno o dos  mozos vestidos como de monaguillo le lleven la cola, talmente como se la llevaron a Lady Di el día de su boda. Ambas indumentarias, la del religioso y la de la princesa muerta, son un exceso. Lo que ocurre es que la princesa muerta fue aligerando su atudendo hasta morir. No me apedreen aún. Hay algo de justicia poética en Lady Di, en Marylin, en Hepburn, en todas las mujeres hermosas que han sido vestidas de lo que no eran. Las recordamos con el alma desnuda, saliendo de una piscina, en la orilla de una playa, con la cara lavada, junto a otros a los que llevaron al menos las cámaras que dieron fe de su existencia. De la pobreza a la alta costura hay una calzada de doble sentido. Cosas mías.
Dice el arzobispo que los emigrantes son invasión. Podía haberlo dicho el día de la Hispanidad, para redondear su argumento.  El trigo limpio y el caballo de Troya. ¿Por qué no el trigo y la cizaña? Ambos deberían crecer juntos, según esa palabra que él venera. En cuanto a la mezcla de Europa ¿hasta dónde llega? ¿Es normanda, sajona, fenicia, visigoda, árabe,ibera, celta? -no olvidemos en este punto a los Japón de Sevilla- ¿Qué somos sino una suma de todo? 
Cañizares es y representa el poder que no acaba de devolverse al ciudadano por parte de la jerarquía de la Iglesia. Lo arcaico de sus planteamientos respecto a los derechos de las mujeres dentro y fuera de su institución da el pistoletazo de salida de otra precampaña más. Estamos ya en elecciones y él estira de las orejas, pero se alinea. No con los pobres, que no hay tantos. No con las mujeres, que fomentan la corrupción (sic) al ejercer el control sobre su cuerpo y su vida. No con los que vienen huyendo, porque en realidad, son menos los que huyen. Esto que hace el señor arzobispo en otros campos se llama victimización secundaria. La víctima lo es por lo que padece y lo vuelve a ser cuando se pone en duda la veracidad de su sufrimiento. Aunque iba de negro y seguramente marchó discretamente, en mi cabeza  lo imagino enrollándose en su capa y desapareciendo en una nube de humo, como un ilusionista. Ha creado como el mago un desasosiego en los que le vieron, ha usado una mujer para despistar y ha repetido su truco favorito, ese que siempre lleva preparado por si todo falla.
Como siempre, borda su papel. Cañizares, como Cañizares, es insuperable. 
Lo dicho, estamos en campaña.


miércoles, 7 de octubre de 2015

#DMPC

Es  mala cosa tener que celebrar el día de algo. Significa que el resto del año es una realidad que se diluye entre otros eventos más o menos relevantes. Es lo que nos decía Belén Hueso a propósito del día de la Ataxia: "El 25 de septiembre es un día importante para  nosotros. Para nosotros los atáxicos. Porque a los demás, plin.
Es el día internacional de la ataxia, pero no un día para celebrarla, porque la ataxia no se festeja. Un día para conocernos, para que la palabra ATAXIA deje de sonar raro."

Hoy es el día de la Parálisis Cerebral. Bajo este término-paraguas quedan definidas miles de vidas que como la mía, son diferentes. Yo fui cuidadora, no soy enferma. Pero sufro el estigma. Lo sufro cada vez que veo a alguien -que no tiene que ser allegado necesariamente- que se acerca al enfermo y le grita para que le entienda, o le habla como si tuviera dos años, o hace preguntas que atañen a aspectos personalísimos en su presencia. Como si estar enfermo le restara derecho al pudor, a los sentimientos o la privacidad, a decidir sobre aspectos capitales de su vida.
Luego están esas personas que aparcan en las rampas...
Esas personas que van al supermercado y aparcan en las plazas reservadas a minusválidos, o esas que piensan que está bien que nos lo gastemos en carros de combate o en fútbol pero no en dependencia. La dependencia hace mucho que habita en el negociado de la lástima, sin partida presupuestaria fija, sin un derecho adquirido inamovible, al nivel de una petrolera.

Hoy celebramos, sí, pero todos los años son iguales porque todos lo días son iguales: educación, ortopedia, farmacia, salud, asistencia...
Conmemoramos la fecha pidiendo lo que pedimos siempre: medios para investigar, medios para facilitar la vida al enfermo y a las familias. Apoyo psicológico. Comprensión, sensibilidad, inclusión.
Hay una campaña muy interesante que debieran ir mirándose, cualquier día es su día. Se llamó el año pasado"contra el estigma", éste,  "conecta conmigo" y la promueven colectivos vinculados a  enfermos mentales, para dar a conocer que el estigma les hace aún la vida más difícil y que la información es esencial para la integración. Piensen en ello cuando se vean tentados a usar con ligereza palabras como autismo, esquizofrenia, subnormal...
Piensen cuando lo hacen que el estigma también lo llevamos personas que corremos escaleras arriba sin ayuda. Qué raro, no se nos nota nada. Si lo piensan entenderán por qué a veces algunos andamos por estos mundos repartiendo mandobles. Somos la voz de los que se nos han ido, de los que no pueden. Porque un día nosotros podemos ser ellos, porque fuimos ellos. 
Siempre seremos ellos.

martes, 29 de septiembre de 2015

Mal cuerpo

Espero ponerles mal cuerpo. Acabo de cenar y me ha caído en el plato un juicio. El matrimonio Basterra y la hija que vino de lejos. La hija muerta, ¿me siguen?
Espero ponerles mal cuerpo para que les entre mala leche al escuchar lo que van a escuchar, lo que van a ver, la impudicia puntual de las noticias, el detalle escabroso, la foto que no debió hacerse y que solo confirma esa máxima que se maneja con tanta soltura en la tele: la maldad vende muchísimo.
La maldad vende más si va envuelta en suspense, que en palabras de Hitchcocok es creer que se va pensando casi un paso por delante de lo que se ve. Es un ejercicio de credulidad ese suspense, es una manipulación del espectador, que en una película está bien, pero en todo lo que no sea ficción me chirría. Desconozco si es conveniente que al mismo tiempo que se celebra el juicio se trufen los matinales de informaciones relacionadas con él.
Les van a  dosificar el tema, por lo menos hasta que salga la sentencia: tienen miga los papás. No son los sospechosos habituales, pero es que por Dior, alguien debe decirle al público, a los niños,  que tenemos más posibilidades de ser atacados por alguien de nuestra familia que por un señor con gabardina. Tanto nos han machacado con aquella frase de las sentencias antiguas -"vista su cara y su cabeza"- que esperamos ver una persona desagradable, adicta, con las huellas de la marginalidad en la cara -los estigmas, ya saben- sentada en el banquillo. A veces es así, sólo a veces. La cosa es que si como esta noche, me cae en el plato la imagen de una niña que sé que está muerta, parece que con pixelarle la cara, pues, ego te absolvo. Y no.
La infancia debe ser objeto de protección siempre. Mejor un debate sobre lo que los educadores sabemos sobre detectar problemas en nuestros alumnos, en nuestros hijos. Mejor preguntarnos si sabríamos qué hacer,  si la administración tiene recursos para actuar con rapidez,  si eso se puede mejorar.
Qué mal cuerpo tengo, al saber que mañana, pasado y al otro saldrán mujeres perfectamente maquilladas dando detalles horrendos, colaboradores sesudos de camisas perfectas diciendo lo perverso de este caso. Como si sentarnos delante del televisor a empaparnos del caso no tuviera un algo mórbido. Pero como dice Mariola Cubells, hay un tipo de televisión que está diseñada para que el que la ve no pueda apartar la vista de la pantalla. Hoy tuve esa sensación de que alguien me quería abducir, y tras el mal cuerpo, me dije si ese tiempo que estuve mirando la tele antes de cambiar de canal me hacía más sabia como madre, más sagaz como profesora, mejor profesional. Y la respuesta es que tengo mal cuerpo. Ojalá se lo haya comunicado y mañana cambien de canal. La criatura se lo merece.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Pudor

Escuché a una madre a la que le había desaparecido un hijo: no volvió a acostarse en la cama, le esperaba en el sofá. Le dijo que volvería. Le dijo que la llamaría. Y él nunca se retrasaba. Si le dijo que volvería...
Le esperó rodeada de cojines durante semanas, meses, años. 
Le esperaba vestida, por si tenía que salir apresuradamente.
Le esperaba con el teléfono a mano, para cogerlo si la llamaba. 
No puedo saber lo que siente un padre que espera al hijo que no ha vuelto. Nunca abandonan. Los padres nunca abandonan.

Ayer alguien, ante la aparición de unos restos óseos, pensó en Yéremi Vargas, y la foto del niño empezó a rodar otra vez. Vi al padre en televisión. Leí la petición de cautela de la madre... se desmintió a lo largo de la tarde la noticia que no era tal. ¿Y si hubieran esperado un poco? Mañana más detalles, quizá un recopilatorio, un especial...
En algún programa, además, enlazarán con más detalles escabrosos del crimen de la peregrina, que también tiene padres. Hasta el presunto culpable los tiene. Para qué vamos a engañarnos: hay detalles que sólo corresponden a las familias.

Pudor, señores. Pudor.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Días con trampa

Mañana es 11 de septiembre, y con el día, las efemérides.

Un 11 de septiembre me alegré de no tener hijos, luego me di cuenta de que ellos, que son mi vida, conocerían muchos más radicales que aquellos que chocaron contra las Torres Gemelas, que no se extirpó el mal con la represión, que al estar más vigilada no estaba más segura. Que las guerras se alimentaron en favor de o en contra de, que los de siempre se forraron vendiendo primero las balas y después la protección contra las balas. 

Otro 11 de septiembre fue el de Allende. Allende es de mi familia, he crecido con sus gafas y sus discursos. La enseñanza de aquel día la sintetizó Naomi Klein: el shock. La de gente que tomó café, comulgó y se fue de paseo con Pinochet. La gente que fue paseada por no comulgar, la de gente buena que no volvió nunca más a tomar café. Digo yo, que algún día todos pisaremos las calles nuevamente.

Antes que Allende, un día 11 de septiembre, los nazis empezaron a exterminar judíos en Bielorrusia. Y siguieron y siguieron. Eran una amenaza. El ser humano a veces se siente con capacidad para odiar pero no tiene  instinto suicida en el momento previo a causar un holocausto. Fallos evolutivos, supongo.

Mañana, 11 de septiembre, se espera-desea una catarsis que palpitará en los pechos de los que creen en la bandera, la nación, la independencia de Cataluña. Es obvio que la patria no pertenece solamente a los partidarios de la  independencia. Incluso hay quien no cree en la patria, pero no en la catalana, en ninguna. Yo misma, natural de Barcelona.

O sea:
Un mundo armado, ardiendo por los cuatro costados. 
El miedo, aplicado sin pudor.
El mal, justificado por aliados cobardes, anidando en mentes inteligentes.
Ciutat morta, encara...

Hay días que caen en el calendario cargaditos de veneno.