lunes, 17 de noviembre de 2014

Salud, dinero y bellotas

Perdónenme, que tengo un día tonto. Monago me ha asaltado desde la tele, mirándome a la cara me ha dicho que era hijo de un guardi civil raso. Yo de un obrero nada iletrado, encantada. Que ha sido infante de marina (botón de ancla, botón de ancla), que se paga el agua, que no tiene parabólica. Ni yo, caballero, ni yo. Por cosas como su discurso estoy a punto de no resintonizar la tele. Porque Monago (calderero, sastre, soldado, espía) me he bombardeado con un ejercicio de autobombo que ha quitado argumentos a los que dicen que a Pablo Iglesias le echan jabón en demasía. Cada vez menos, todo hay que decirlo. Ha dejado de ser carne holográfica y la sangre huele a kilómetros, por lo que lleva tras de sí una buena manada de depredadores. A lo que iba, que con música va todo mejor, señores, que todo entra de fábula. Y de hecho este discurso del prohombre extremeño me recuerda al del sin par Lamparilla, que les reproduzco a los que no sean tan zarzueleros como yo:

Yo fui paje de un obispo / y criado de un bedel, 
y donado de un convento / y ranchero de un cuartel. 
Yo fui sastre cuatro días, / monaguillo medio mes, 
y ni el mismo diablo sabe / lo que he sido y lo que sé. 
Ahora soy barbero, / y soy comadrón, 
y soy sacamuelas, / y soy sangrador. 
Peino, corto y rizo / y adobo la piel, 8
y echo sanguijuelas / que es lo que hay que ver. 
…/… 
Yo soy músico y coplero, / y organista y sacristán, 
y en mi barrio no ha nacido / otro yo para bailar. 
Yo hago pasos de comedia, / sé francés y sé latín, 
y ando siempre tras las mozas, / por supuesto, con buen fin. 
Pongo sinapismos, / peino con primor, 
y tiño las canas / de cualquier color. 
Bebo como cuatro, / juego como seis, 
y afeito a cien hombres / con la misma nuez. 

Los oficios de Monago fueron glosados con idéntico entusiasmo, así como las explicaciones, que me han hecho rememorar este fragmento  de la zarzuela en cuestión:

Por salvar… yo no sé cómo, / de un peligro… a no sé quien, 
en la cárcel… no sé cuál, / me han metido… ¡no sé a qué! 
Más de cien declaraciones / me han tomado sin cesar, 
y yo he respondido a todas / de este modo singular: 
¡Yo nada vi! ¡Yo nada hablé! / ¡Yo nada oí! ¡ Yo nada sé! 
¡Yo ni escribí, ni conspiré! / ¿Qué hago yo aquí? ¿Cuándo me iré? 
Creo que hay… yo no sé dónde, / un complot… yo no sé cual, 
para hacer… no sé qué cosa, / que es preciso averiguar. 
Y los jueces y escribanos / esperaban que iba yo 
a aclarar de este misterio / toda la conspiración. 
Mas como allí / yo nada oí / ni nada vi, / ni nada sé, 
Tan listo fui / que hoy escuché / ¿Qué hace usté aquí? / ¡Váyase usté! 
Y el barbero Lamparilla / apretó a todo correr, 
Desde la cárcel de Villa / al barrio de Lavapiés.


Nada nuevo bajo el sol. Esta joya se estrenó con libreto de Luis Mariano de Larra, hijo de Mariano José de Larra, y música del maestro Francisco Asenjo Barbieri el 19 de diciembre de 1874. Para que luego digan que el género está muerto. 

Los afanes de Monago 
José Rafael Montava Valls

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