jueves, 26 de mayo de 2016

En campaña (encore)

El mundo se desmorona por barrios. Hay barrios que no conocemos más que por Jalis de la Serna, ultrahéroe de mi santoral mediático. En esos barrios la miseria se hereda y se multiplica. Esos barrios españoles a los que no llegan ni las águilas también están de campaña electoral. Imaginen al candidato que quisiera ir allí. Habría que baldear primero, espantar después, limpiar durante y acordonar pre, durante y post. Habría además que poner un silenciador eficaz a algún ciudadano que tenga conciencia de que lo es y que pida explicaciones por la moratoria que se había tomado la vida pública por aquellos lares. Y que alguien salga en el minuto de oro haciendo de Sancho Panza y sacando los colores de algún líder en el año Cervantes.
Esos barrios están demasiado lejos de todo, da pereza visitarlos. Imaginen: "Hoy, la caravana electoral ha hecho escala en............................." Esos niños que no llevan uniforme escolar, esas casas modelo infra, ese asfalto parcheado, ese vertedero improvisado... no, eso da  mal para un clip que acaso dura un minuto. Por eso el candidato se queda pateando las calles (limpias, seguras, iluminadas) rodeadas de sus comitivas sonrientes, que lo mismo apartan a un impertinente que dan un óbolo a una señora que se ha dicho que la ocasión la pintan calva.
Estos candidatos optimizarán el esfuerzo y dirán que quieren gastar poco. Propongo un formato innovador. Que los candidatos no tengan más narices que ir donde nunca fueron a hablar con esa gente con la que no se tomarían un café a aguantar el chaparrón que les caería sin ayuda del séquito. Imaginen que terminan dando la razón al que les dice que esta vida es un asco, y que en ese barrio más, que han ido muchas veces a pedir ayuda, que tienen siete a su cargo. Ese mismo candidato si toca poder firmará contratos de armas, presupuestos con ayudas sociales que pueden ser más o menos abultadas, más o menos inteligentes. Tenemos otra campaña que no es segunda vuelta. Es revolcón, pero no de los candidatos, de los que tenemos que pagarla, que tenemos que deglutirla otra vez. Nos cuesta tragar que otra vez irán a los mercados, saludarán a los viejos y cogerán a los niños. Esta política más que vieja está gastada, y es como esos zapatos que conservan en los tacones nuestros vicios al andar. Debemos cambiar de hábitos o terminarán dándonos el cambiazo: una papeleta por unas medias suelas. Hay barrios de niños mal calzados desde la cuna. Son esos niños que no salen en las fotos.

4 comentarios:

  1. Es efectivamente un revolcón, que como siempre pagaremos los de siempre.

    ResponderEliminar
  2. Por haber vivido ya una buena porción de años tengo una visión personal de esos barrios que me producen sensaciones muy contradictorias. Yo he vivido casi toda mi vida en esos barrios o muy cerca de ellos.
    Durante mi infancia y juventud esos barrios eran mayoritarios y todos soñábamos con cambiarnos a los otros barrios minoritarios, a las "casitas del barrio alto" de Victor Jara.
    Casi sin saber como aquellos barrios fueron siendo engullidos por moles de ladrillo y cemento que tapaban la fealdad más molesta pero sin digerir ni los orígenes ni las causas de esas fealdades. Las consecuencias han sido demoledoras, por mucho que adecentemos nuestro pisito nuestro bloque y nuestro barrio vuelven a mostrarnos las fealdades que creíamos haber dejado atrás. Muchos hemos dejado también atrás nuestra quimeras de cambiarnos a las mencionadas "casitas del barrio alto" que siguen allí ... "blanquitas y celestitas".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué oportuno es Víctor Jara... Las políticas urbanísticas y las sociales a veces no se conocen y dan lugar a estos barrios que todo el mundo olvida y que fueron en su día barrios obreros. Los dejan morir y después llegan esas fealdades de las que hablas... Un abrazo ;-)

      Eliminar