Milagros llega a la panadería con su billete de cien
pesetas estrujándolo en la mano, porque si deja de hacerlo lo perderá. Aún no tiene dónde colocarlo en el seno, como su vecina Lola le ha enseñado. Lola lleva en un seno los billetes y en el otro la calderilla, y ve lo más normal del mundo meterse la mano para pagar en los comercios, donde ya conocen su sistema contra los cacos castos, porque de los otros Lola aún no ha encontrado ninguno. El día que eso ocurra, habrá de idear otro modo de almacenar los pempis, y Milagritos se reafirmará en su método de enrollar los billetes mucho mucho y ponerlos dentro de la mano, cerrándola sin posibilidad de escape.
Milagros Leal, Milagritos, sabe que Pili la panadera, es
nueva en el barrio. Ella también es un
poco forastera, como le dicen en el
pueblo de su madre; ambas tienen la sensación de no pertenecer a aquellas
calles. Aunque no han hablado sobre esto lo saben: es una certeza que las
inunda cuando pasean sabiendo que no es este su sitio, que hay un lugar donde
serían más felices en este mismo momento. Quizá sea el color del cielo, las
historias que les contaron, o que nacieron ya con el corazón desarraigado. Quizá
en otra vida vieron otros paisajes y escucharon otras lenguas. Lo saben y les
basta, y por eso entre ellas existe una fraternidad
que trasciende las edades. Pili asume que Milagritos entiende las cosas al vuelo,
que en sus ojos marrones no hay una sombra de oscuridad. Piensa cuando la tiene
enfrente que tiene los ojos como un potro alazán, y que como los animales
detecta la maldad y el sufrimiento de lejos, así que le habla pese a la
diferencia de edad como si fuesen dos viejas amigas.
-Dice mi madre que soy un chicote.
Pili coge con dulzura la barbilla de
la niña que la mira con arrobo, como si fuera una estrella de cine y ella su
más rendido admirador.
-Lo que sabrá tu madre… Verás: hubo
una inglesa del siglo XIX que se llamaba Gertrude Bell que se fue al desierto
con sus tazas de té y sus cosas de milady
porque no se resignó a lo que le tenían preparado: viajó mucho, andaba con espías, llegó a ser una experta en oriente... Ha habido mujeres exploradoras,
aviadoras, escritoras, científicas ... ¡hasta astronautas…! Tú darás la vuelta al mundo,
prenda. Las mujeres estamos
acostumbradas a pedir permiso y eso no es así.
- ¿Ni al marido?
- A ese mucho menos. Al compañero se
le consulta, se dialoga, pero permiso se pide a un superior. Mi hombre no es un
superior.
Fumaba la panadera con pose de modelo,
sentada artísticamente sobre un saco de harina con una pierna cruzada sobre la
otra, jugando con el zapato que se había sacado un poco para descansar.
-¿Son de charol?
- Charol rojo, pa’ que se mueran los
ofidios.
-¿Ofidios?
-Serpientes, reina, las viejas que
preguntan.
Milagritos enseña a Pili un pendiente
dorado que esconde con misterio, recién encontrado en la calle, arrancando una sonrisa de la mujer que tiene
una respuesta lógica para casi todo:
- Es un pendiente de pobretona. En mi
pueblo los llevábamos todas; los compraban a plazos a un hombre que vendía
ollas, sábanas… y los brillantitos siempre
se caían, como en ese. Mis hermanas tenían un par cada una. Lo ha perdido una
millonaria…
MIlagritos se despide de la mujer con un beso que recibe con ternura en el pelo, porque a los niños no se les besa
en la cara. Mira a Pili
que la sigue con la sonrisa mientras se ciñe el delantal como si estuviera
colocándose un corsé, dejando que asome por el peto primoroso una figura firme que corta la respiración al electricista del cuarto
izquierda, que cada vez es mejor marido... últimamente hasta baja a primera
hora por el pan. Pili se lo ha dicho a la niña y cuando entra muy serio el
señor Salvador por una barra, se parte de risa por lo bajo. Antes de
que empujase la puerta para entrar le ha dicho la panadera con sorna:
-Verás qué tropezón pega
cuando le hable...
... Y Salvador, ajeno al
juego da un traspiés de cine mudo cuando Pili le dice al salir...
-Tenga usted buenos días...
Pili coge la mano de
su cómplice para que no estalle su risa, que está llena de gotas de lluvia y alas
de mariposa. Milagritos admira
a la mujer sin reservas… sabe Pili tantas cosas… De mayor quiere ser
así de libre, trabajar, tener un marido que la quiera, unos zapatos de charol
rojo y un setter de orejas largas. De mayor no quiere ser como su madre,
asustadiza e insomne. De mayor quiere conocer París, comerse el mundo, recorrer
Europa en tren…