Abro facebook, paso poco
por ahí. Lo importante ya me llegó por otros medios. Me da alegría ver a los
conocidos en escenas que recrean su felicidad. Pero sólo un instante. Si son
literalmente conocidos, ya les he visto por la calle, si no, andamos (des) vinculados
por otras circunstancias que son la distancia, mayormente. Me gusta cómo te has
cortado el pelo, estás divina. Clic.
Entre los
comentarios a una foto, un nombre familiar. Ostras, es un chiquillo. ¿Tendrá 14
años? 14, sí. Clico su perfil. Casi 500 amigos, ¿se pueden gestionar correctamente 500 amigos?. Ese es un número importante.
Con 14 años los amigos son los iguales. Pero no hay 500 iguales. Hay padres de
otros, amigos de otros, conocidos y saludados de otros... El chico (es chico)
tiene tropecientas fotos así, poniendo morritos, poniendo caritas, poniendo el
fotocasa de su piso en cuatro planos torcidos para salir más molón (ya sé que
no se dice molón hace años, pero no sé qué palabro le sustituyó). Si yo fuera
caco sabría si vale o no la pena robarle. Robarle la consola, la tele, el PC,
robarle la inocencia y la vida, si soy un ladrón de almas de esos que van por
internet cazando a deshoras, amigo de otros amigos, jugador online con alias,
chico enrollado con muchos emojis.
Para hacerse el
perfil ha mentido sobre su edad. Se ve que a sus padres no les importa, porque
también son sus amigos, así constan en su perfil. Los padres NUNCA serán
nuestros amigos, pero tírale, como dicen en mi pueblo, que así le tenemos
controlado. O no, señores, o no.
Le hace falta para ser como los demás, me dicen. Le hace falta.
Les reproduzco
un dato para el pasmo. Es de 2014: " Al menos siete de cada 10 casos de abusos sexuales a
menores en Europa son cometidos
por personas integradas en la vida de los niños, a las que conocen y en las que confían, según los
datos que recoge el Consejo de Europa. Además, las cifras exponen que uno de cada
cinco niños del continente son
víctimas de algún tipo de violencia sexual."
(Deberíamos
recordar que con 14 años se es niño. Se debe ser niño a toda costa.)
Imaginen
cómo se dispara la probabilidad de abuso para cientos de amigos que son del
entorno de los adultos que nos rodean, en su gran mayoría. Y lo sé porque los
he visto uno a uno. Más del 75% de los contactos es adulto, y con este dato el peligro se dispara. Merde.
(Este
post, lo sé, acrecentará mi fama de madre agria y antigua, pero entre eso lo
que intento evitar, no hay color)
No sé si
ustedes conocen a Marcelino Madrigal, es un especialista en tecnología comprometido con la protección de la infancia en internet. Tiene un blog sobre
esa vida que acontece silenciosa en las redes, y ya no tiene cuenta en twitter,
después de haber denunciado casos de pederastia sin descanso. Ya no hay sitio
para él allí. Nos advierte sobre perder el control sobre nuestra imagen, sobre
nuestra información, sobre nuestro papel de padres. Sabe de lo que habla y nos recuerda eso tan obvio de que la infancia sólo ha de terminar por el
paso del tiempo.
Ustedes mismos
pueden juzgar a través de experimentos televisivos como Catfish lo facilísimo
que es inventar una vida, meterse en la de otro y destrozarla. Y Catfish es al lado de lo que nos rodea un pastel de gloria, el
modo unicornio de la mentira en internet. Hay historias que acaban en el
juzgado, esas las conocemos por la prensa. Qué horror, hijo, lleva cuidado. Otras en el psiquiatra. Otras en un burdel. O en el anatómico forense.
Dejamos a los hijos en mitad del metro en hora punta para que se hagan amigos de
cualquiera, o para que cualquiera les elija para vaya usted a saber qué. Eso es
darles un teléfono o una tablet con conexión a internet cuando no tienen edad para sobrevivir en ese medio, tan denso como hostil. O por decirlo de otro modo, todos sabemos que
conducir un coche es muy fácil. Sólo hace falta llegar a los pedales. Lo
difícil es tomar buenas decisiones al volante, ¿me siguen?
....................
En la
actualidad, Marcelino Madrigal sigue denunciando casos de pedofilia y abusos
sexuales desde cuentas en otras redes sociales.