domingo, 20 de agosto de 2023

Los míos

 

“Deseando que lleguen los míos”, me decía mi amigo José Luis en el último mensaje escrito que conservo de aquellos días en los que aún era posible descolgar el teléfono y hablarle. Le preguntaba yo quién era los suyos. “Los elegantes, los silenciosos, los que sepan mucho y no se note. Esos, si llegan, serán los míos”.

Ver a Rubiales portarse como Rubiales ha provocado en mí un sentimiento que me atrevo a considerar como universal en cuantas mujeres conozco. El logro de Rubiales ha sido desbloquear el recuerdo de aquel baboso que un día decidió que nuestro cuerpo les pertenecía. Los hay de muchas categorías e intensidades, y todos juegan a lo mismo: somos amigos, familiares, vecinos, compañeros, conocidos. Venimos a besarte y cogerte de la cintura, a retener tu mano, a ponerla en tu hombro con confianza, a rodearte, a hablarte demasiado cerca, demasiado cordial, demasiado, simplemente. Todas o combinadas. El baboso es insistente y va cargado de razones. Te está dando un pésame o pidiéndote que cenes con él para proponerte un trabajo. Te está preguntando por tus padres o alegrándose de verte. Te está largando un rollo que hace que se te acorte la vida, pero qué más da. Lo que importa es que él consiga lo que quiere, ya sea el beso, el asedio físico o, en definitiva, ejercer el control de la situación mermando nuestro espacio, prescindiendo del consentimiento -gran palabra-, marcando el ritmo de nuestra NO relación.

Siento rabia por todas nosotras, las que hemos revivido esa sensación de asco intenso que nos lleva al vecino o al conocido grimoso. Siento que el testimonio gráfico de un día tan importante esté empañado por esas imágenes que no necesitan explicación. Y siento que mientras tecleo no se haya destituido a este hombre que no es de los míos ni de los de José Luis. Hechos tan lamentables como los de hoy nos recuerdan que hay que decir a los niños que no se besa por obligación, que el abuso sexual nace en círculos cercanos, y que el afecto se da pero no se exige, y mucho menos, se violenta. Díganle a sus niños que si parece raro seguramente lo es, y que han de tener confianza para contarnos cualquier cosa, por si todo se tuerce y un adulto que ellos consideran confiable decide tener con ellos un secreto. 

En esta evocación de la grisura que Rubiales me ha aportado hoy caben muchos nombres propios. Es como una náusea. Es el recuerdo en la recámara, esperando siempre. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario