miércoles, 20 de enero de 2016

Los leales

Apenas encendí la televisión, el juicio por el asesinato de Isabel Carrasco me llevó hasta Nevenka. Nevenka está siempre rondándome, porque me prometí no olvidar lo que  ocurrió en Ponferrada, ese lugar tan hermoso, algunos años después de que la propia Nevenka, victimizada tantas veces por torpeza, por machismo y por casos de lealtad mal entendida, tuviera que salir de España. Esa alcaldía fue un ejemplo de lo que no debiera pasar nunca y de cómo la palabra 'apoyo' se convierte en ocasiones  en sinónimo de 'sonrojo'.
Buscar apoyo es una constante en la vida de los partidos. Los poderosos se dejan ver con convencidos y éstos se acompañan de leales.  Más numerosos cuanta mejor salud financiera  tiene la formación.Todos ellos hacen que su sistema funcione, desde el voluntario postulante al empleado imposible que no sabe hacer nada, pero que daría un riñón por el alcalde o el diputado de turno. Este empleado imposible es fácil de encontrar: sólo han de mirar con atención quién delega siempre en otro. Algunos de ustedes habrán hecho una oposición y habrán visto que se presentan personas que son calificadas con bastante generosidad, personas que a base de pequeñas indiscreciones dan paradero de sus querencias, y se ponen en el ojo del huracán al declararse familiar o amigo cercano de éste o aquél que tiene la potestad de adherirle una nómina para los restos.  Pues bien, de eso iba precisamente el testimonio de la autora material del crimen. De un empleo creado para su hija, en este caso una persona preparada, pero no sólo para su trabajo, sino para no perder nunca, y de las luchas de poder en el partido al que pertenecían. Del despecho porque fue otro el que se llevó el gato al agua  en una contratación muy poco transparente.
Isabel Carrasco (al margen de su vida personal, que sólo a ella pertenece) ha sido el paradigma de una manera de ejercer el poder. El marco en el que se desarrolla su crimen es extrapolable a otras diputaciones, partidos y provincias. Plazas a dedo, cierre de filas, sectores fieles a este o aquél candidato...
Estas dos mujeres extrañas acusadas de su crimen, que no descabalgaron de su sistema de pensamiento, que traspasaron todos los límites,  son las empleadas perfectas para cualquier pasteleo de los miles de los que tenemos noticia. Cada día al abrir la prensa hay una noticia que se mide en millones de desfalco: barracones, cajas de ahorro, televisiones, eventos, suministros, aguas, gestión de residuos... Parece que afecta a cualquier sector y que no acabará nunca. Basura y más basura. Toneladas de basura en forma de peones necesarios, siempre pendientes de la orden de un superior. Porque el peón que trabaja mucho aspira a ser alfil, y su misión es llegar hasta el límite del tablero sabiendo que debe proteger al rey con su vida, que es esa sucursal del partido que puede solucionarle la existencia. A cada jaque al secretario general, una tormenta interna reajusta los centros de poder, y una carrera frenética parece que lo domina todo. Mientras tanto, los peones de cada ayuntamiento, de cada diputación, esos que ascendieron a alfiles, han seguido esa máxima tan americana de "hazte imprescindible". La empresa les ha fidelizado, sólo que la empresa debería ser la colectividad, las gentes que componen el censo y no las siglas. La libertad comprada a buen precio es el vehículo por el que viaja esta historia judicial, en el que una de las acusadas ha dicho sin rubor que si hubiese ganado otro candidato la enésima lucha interna no hubieran tomado las cosas las proporciones actuales. Dicho está y consta por escrito, para asombro de alguna ingenuidad, que las acusadas saltaron muchas barreras éticas antes de llegar al asesinato. Será que ya nos acostumbramos a ver estas maniobras previas, porque apenas nos perturba que a alguien se le regale -o reclame porque sí- un puesto de trabajo en la administración pública. 
Como si eso fuera lo más normal del mundo, que habría que comprobar de manera urgente si lo es, estadísticamente hablando.

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