jueves, 11 de agosto de 2016

Líneas rojas de verano

El tratamiento. Lo que entra y no entra. El copago. Las terapias. Las convencionales. Las otras. Las que sólo están a mil kilómetros. El apoyo a la familia. La familia menguante. Los amigos que huyen. El desempleo. La precariedad. La pobreza. La pobreza de espíritu.
El sol. El olor a frito. Los niños cavando en la arena. Los niños cavando mucho en la arena. La madre que no quiere comprar más cosas. Aunque llores. Aunque llores hasta ponerte azul. La madre a la que le da igual que la miren porque está harta de no desconectar. Lo sé porque lo dice mientras se aleja. No desconecto nunca. Nunca.
La abuela que paga en la caja. La abuela con cara de sufrir. Pues me quita esto. Pues esto también. El nieto demasiado pequeño para entender. O no. El nieto que escucha como un sabueso y roe la chocolatina. Sin ella está ingobernable. Y pesa demasiado para llevarle en brazos. Y pesa demasiado para levantarle del suelo. Me quita esto también. Le faltan nueve euros. Vale. Tome: uno, dos tres, cuatro...
La señora alemana que saluda en alemán a otro alemán hermoso y rubio como la cerveza que lleva en el carro. El carro a tope. El niño con boceras de chocolate. La abuela con el carro menos lleno. La alemana de la edad de la abuela ¿será abuela? Está cañón, dice uno que espera.  Lo está, dice otro bebedor de refresco de limón. La duda: ¿Fue joven la abuela? ¿Fue feliz? ¿Estuvo cañón?
Caminos divergentes: mi carro, el de la alemana, el de la abuela patria con nieto, el del rey del lúpulo. Mis sandalias low cost, las de la alemana -a juego con un bolso bueno- ;las del niño -de goma- , que corren mucho y bien hasta la abuela, que vence un talón hacia la izquierda mientras se lleva la compra en unas  bolsas. Esas bolsas terminan en un maletero pequeño de un coche pequeño. No hay sonrisa al conductor, sólo un ceder el paso al crío, que se coloca en su silla. La alemana se fue en un coche fantástico, el alemán en otro. Yo, en el mío, menos viejo que el de la abuela, más cargado de lo básico. 
Dicen que el verano es democrático porque se puede dormir al raso. En la nueva teoría de líneas rojas es desplazar el umbral de perecer un poco hacia menos infinito, o lo que es lo mismo, dar holgura a la otra línea roja, concebida para el acto de rebosar. Las líneas rojas se separan, como cuando da un terremoto en una película y se abre el suelo. Estamos como el protagonista, mirando la grieta intentando adivinar  hacia qué lado saltar. La abuela que no tenía bastante podía dar clases de líneas rojas. Sobre una línea roja, si te fijas un poco, distingues a varios millones de personas que están muy muy quietas sabiendo que les toca abismo, tomen la decisión que tomen, porque quienes las diseñaron, paradójicamente, se comportan como si no existieran. La suya es otra línea. De rojo Ferrari, de rojo Valentino. De rojo de señora pija que me asalta desde la tele "no merezco llevar siempre la misma ropa". Maldita sea mi estampa, parece que lo dice en serio. Parece que hay un archipiélago humano con líneas rojas que son diagramas de Venn. La intersección es el voto que se pide con pordiosería, que después se inmatricula y que termina volatilizado, convertido en un matiz a podrido y a hierro en el aire, ese aire que puebla la zona baja del archipiélago, donde aunque no lo crea, vivimos usted y yo...

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