El frío me supera. Me hiela. Soy
criatura de estiaje. Apenas dos gotas de agua. Sobrevivo como una pitera. Un
año tras otro, cada vez con más agujas. Me quedo buscando el agua sin mover una
pestaña. El agua llega a mí. Me sobra con un rocío. Me aprovecha una escarcha,
pero me ennegrece como a los brotes pequeños. Me resiento con este frío
insospechado, me ataca la nostalgia, me oscurece las ideas. Me cansa. El frío
me agota en dos días, pero aquí siempre dura poco. Y finalmente pasa.
Llega después un día azul,
limpio, vibrante. Aún es sol de invierno, el aire nos alborota, zumba entre las
cortinas, que se agitan sólo un poco. En ocasiones silba como una armónica el
aire que entró por la persiana. Un momento arrecia fuerte y al instante, nada.
Esos días se busca más el calor del otro, se guarda una en la casa. Cuántos hay
que no la tienen (me dicen). Que tenemos suerte (lo sé). Tenemos mucha suerte (nos
decimos). La casa guarda nuestros suspiros, que se unen al viento y llegan
donde están esos que no tienen lo que
tengo yo. Para qué tanto, pienso a veces. Por qué ellos tan poco, pienso otras.
Para el aire, sale el sol más
aún. Un pájaro o dos. Una abeja despistada. Habrán dejado sus cobijos los
náufragos de las ciudades. Cartones, cajeros… Valdrá todo cuando uno huye del
vendaval o de la helada que se presenta porque toca. Las ciudades estos días
hielan más, porque es obligación la alegría, porque hay algo opulento esperando
que llegue el deseo a tomarlo. Al lado del que no tiene nada. Al lado del que
ni siquiera consta. El frío te quema por fuera, te anestesia por dentro. Llega
y se va, un anécdota, salvo para el que pereció helado. A veces hay gente que
muere de frío en España, como en Rusia, o en Alaska, y se queda una un rato
pensando en todas esas mantas, todas esas luces, todo eso que sobra en alguna
parte y que es lo que evita que salgamos en un periódico pequeño en la sección
de sucesos. Encontraron a un hombre, encontraron a una mujer, encontraron
helado a un inmigrante. ¿Tuvieron una vida como la mía? ¿Por qué llegaron ahí?
Ya saben, lo normal en estas
fechas. Decir que te hielas sin helarte. O helarse de verdad sin hacer ruido.
El ruido es de otros, siempre. El ruido les magnifica y les propulsa. El ruido
les pertenece, lo fabrican y distribuyen. Lo dosifican. Esos, me temo, nunca
tuvieron frío.
El otro día o no sé que día, despistadamente mire un Tv que sonaba no sé en donde y solo hablaban de que hacía mucho frío, nieve, heladas y que se yo más que vomitaban una y otra vez en diferentes lugares.
ResponderEliminarPero no vi ni oí a nadie que dijera que no hay ningún ser que tenga un inmenso frío.
El frío al que me refiero es el de la indiferencia que tienen los políticos.
Pues, eso.
Frío en el alma tienen... Un abrazo, amigo <8>
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