Mallorca
es la caverna. La actuación de las autoridades es incomprensible, y tiene un
aroma a Marcial Maciel muy poco edificante. Huele como los pasillos de esos
colegios que nunca saben nada de acoso escolar y que saltan a la prensa por un
suicidio. Nadie sabía nada, no se podía sospechar. La víctima era problemática.
Consternación, peluches, cartulinas. Discursos y palomas de la paz a posteriori.
Ya lo dijo un señor metido a político: es difícil gestionar la ruina. La ruina
en este caso de Mallorca es de una violencia obscena, pero no es nada que no
hayamos leído antes, porque la violencia va con el hombre: es el reverso de un
corazón entregado que lo da todo por el otro. Hermana de la cobardía. Enemiga
mortal de la justicia.
Mallorca
es un asunto feo y grande. Xelo Huertas -diputada entonces- instó a que se investigara
el IMAS, tras escuchar a trabajadores y familiares (según su propio testimonio), y claro, fue rechazada su
iniciativa, ¡dos veces!: estaba loca, dijeron, eso sí, pasándole factura del
coste político. Y todo siguió hasta ahora, que una agresión sexual ha hecho que
todo salga a flote, como sólo flotan ciertas cosas. Una madre prestó su
testimonio al saltar el caso a los medios, hay varios, todos tienen elementos
comunes. Sus declaraciones están dominadas por la impotencia. Desgarra la
devastación que describen. Antes que mujeres, eran pobres, eran nadie. De ahí el
abuso y la impunidad. De ahí las proporciones monstruosas del caso, cuya
sordidez nos lleva la memoria a asuntos más desdibujados, como el del Bar España,
perdido en los laberintos digitales, o el caso Kote Cabezudo, cuyas raíces,
hondas y añejas, molestan profundamente. Tanto como para que no se hable de él
en las grandes cadenas, tanto como para que no se emita material sobre el caso.
Mallorca
es un lugar donde todo confluye: desidia, violencia, política. La política -gran
palabra- no ha dado aún respuestas satisfactorias. Porque falta esa gran rueda
de prensa en la que mucha gente dimita o mucha gente sea despedida. Sobran excusas,
retiradas y medias verdades. Así es como se pierde la fe en el sistema,
contemplando este buffet de los horrores que era vox populi. Tras la consternación empieza el jacobeo
administrativo que no restará un ápice de sufrimiento a las víctimas. En
palabras de Aznar, estamos trabajando en ello. A un ritmo aceptable y no como
lo malo, que llega siempre a la velocidad de la luz.
La
burocracia no puede acabar devorando a los más desprotegidos. Pasa con los
dependientes, con las víctimas de acoso escolar o laboral, con las de VG, con
tantos invisibles. Hay una maquinaria administrativa que empuja a la víctima a
huir, que la hace más y más vulnerable y que a veces parece que ha hecho de subsistir
como tal su único fin. Olvidaremos Mallorca, porque no nos afecta, porque no
queremos tener nada que ver con esa parte de la sociedad, y hablaremos del
coronavirus, que nos ha venido al pelo.
Porque
un apocalipsis solapa cualquier monstruosidad y la deja pequeña. Un puntero
láser y un gato, no sé si me explico. Pues eso.
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*Con el tiempo veremos qué o quién es todo lo que flota. Les adelanto que no será ninguna de las afectadas.
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