sábado, 13 de febrero de 2021

Cara de conejo (cinco)

 Mírela, ¿la ve? Parece que duerme pero su cerebro está ocupado en estar alerta. Ella no descansa nunca, nunca se abandona. Se levanta cansada porque su cuerpo está atento a todas horas. Es su manera de mantener el control. Aprieta los dientes, los rechina como los conejos. No asume que la vida es incertidumbre y cambio, y que por mucha disciplina y orden que tenga en lo que a ella concierne, la vida dista de ser lo que uno quiere. A veces le digo que se relaje y me mira con expresión de extrañeza. No entiendo que está todo por hacer, y que si me fijo un poco, veré toneladas de tareas inaplazables. Para ella soy una criatura miedosa que no se mueve más que para  hacer lo que en ese momento sea deseable. No la he sacado nunca de su error, eso no es importante. A los demás no les importo. Los demás como mucho nos interpretan según su propio estado de ánimo. Marta me quiere, pero tan cierto es su amor por mi como que soy una decepción a punto de materializarse. Un día me mirará con fastidio, pensando en lo que ha invertido. Siempre ha sido de jugar fuerte y así se pierde hasta la camisa. Es mala perdedora porque es ambiciosa, no le basta lo que al resto, y cuando está a punto de hundirse, se revuelve como una fiera herida. 

Ese brillo me hace quererla. Se lo digo poco.  No me gusta adular. Yo la reconozco en lo que es, y creo que con eso es bastante, aunque a veces le dejo caer que hay algo vivo debajo de esta cobertura vegetal. Rai la hace reír y le dice cosas bonitas. Con él es feliz.

La espío hace unos meses. Ella debe saber que le miro las cosas. Te quiero, guapa, dice el fulano. Un día de estos nos conoceremos, le dijo el domingo por la tarde. Anduvo entontecida por el jardín. Martita, me ignoras. Adivina por qué. Se va riendo mientras lo dice. Risa de conejo y de rata. La abofetearía. Me veo haciéndolo en mi cabeza. Marta me daría el doble y más fuerte, para que quedase clara su postura. Rai es de Granada. Será el primer sitio en el que buscaré cuando desaparezca. Porque lleva mucho atrapada y él le ofrece otra vida que no es esta que nosotros tenemos, prisioneros y libres y prisioneros otra vez. Rai está equivocado si cree que a ella con el amor le basta. Ella busca más libertad que amor, y él libera su mente de las rutinas, de los silencios cargados de costumbre, de lo previsible y lo continuo. Yo soy un ciclo, un agua que se filtra en la tierra, va al mar, que es ola y nube,  y llueve otra vez sobre su ventana, en un ejercicio melancólico que pone fondo a mis temores.

-¿Si te fueras me lo dirías?

-Claro, pero no me voy.

-¿Y Rai?

-Rai no es para mi.

Rai no es para mi, dice. Rosalinda tampoco lo era. Me excitaba su atolondramiento, su carnalidad desbordante. Marta nunca ha sufrido esa desmesura. Necesité vivirla aunque fuera una vez. Tuvo mi amante la tentación de esperarme, pero hay en esas situaciones algo humillante y vulgar que nace muerto, y que nos deja con cara de escolar azorado, con las manos y la bata manchadas de tinta china. Se fue por donde vino. A quien le hable de mi le dirá que solo fui una especie de tormenta, una desgracia. Creo que si Marta enviudara lo superaría muy bien. Nunca me faltaría al respeto. La imagino bebiendo unas tazas de té enormes mientras suspira. Es lo que hace cuando habla consigo misma de cómo se le escapa la vida.

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