domingo, 7 de marzo de 2021

Mila

 Milagros lleva un vestido nuevo. Largo, vaporoso, parece seda. Sus hijo opinan que es demasiado largo, su madre que es demasiado escandaloso, su marido, que parece una inglesa que ha venido a Benidorm. 

-¿Inglesa de té o de bingo?

-De bingo, fijo.

Milagros nunca ha pisado un bingo, ni ha ido a Benidorm en veinte años, ni quiere parecer escandalosa. Milagros en realidad se ha puesto el vestido y ha girado con él en el probador, y se ha sentido Ginger Rogers.

Ese vestido no es tu estilo, dijo la pequeña. Preguntada sobre el tema, dijo la niña que le sobraban flores. A Milagros le gustan las flores. Las flores la hacen mayor, cuchichea la hija, que desiste de hablar con su madre, porque su madre se ha ofendido y cuando se ofende no hay manera.

-No te ofendas mamá, pero no vas bien. 

Para Mila sólo hay una explicación para no ir bien, y es exceder la proporción: de las piernas, los colores, la situación. De sobra sabe que con ese vestido no se puede ir a un funeral; últimamente va a pocos eventos, ni tristes ni alegres. El último fue un vino con Raquel, que celebraba algo. Ahora, como amiga de Pedro, ha sido relegada a ese lugar donde van los amigos del ex, y ya no la llaman para ir de copas. Le hubiera gustado a Raquel este vestido, con el floreo y lo que conlleva.

-Es que el vestido no te hace justicia. Pareces... rara.

-¿Más tonta? ¿Fuera del mundo?

-Es que no me lo esperaba, a tu edad dando sorpresas.

-O sea, que rara es vieja.

Mila sonríe por dentro. Rara es ser una lo que le de la gana, a pesar de todo.

-Quítatelo y te lo piensas, tienes quince días para devolverlo.

En quince días puede volver al marino, al gris, al marrón chocolate, que es chocolate amargo. Puede volver a ser vestido, zapato, actitud. Que es tiempo libre, trabajo, coche, afición. Que es palabra, amistad y vida. 

En este día, Milagros, se ha declarado británica.

-¿Vas a devolverlo?

-No.

-Tú verás.

-Y tú. Y tú..

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