martes, 27 de julio de 2021

Susto

Un susto no sirve casi para nada. Para despertar. Importante. Para creer, si es regular. Para cambiar de rumbo, si es grande y sustancioso. Si es muy grande ya no es susto, es casi muerte. No les relato mis sobresaltos, porque soy de natural impresionable y apenas tiene mérito lo mío. 

Dicen que se fue la luz. Qué susto para los que tienen aparatos de salud a la red. Qué contrariedad más seria para los que están acostaditos, o sentados porque no pueden estar de otra forma. Sin aire o ventilador no se puede estar, es insalubre. Qué susto y qué mala leche para el que tiene cuatro yogures solamente en la nevera y los ve irse al otro barrio porque algo le pasó a la red de suministro. 

Qué susto el recibo. El tramo, la culpa, el valle. El consumo fantasma de mi monitor, que ejerce de luciérnaga porque ya no se puede apagar el piloto, y me recuerda que estoy siendo irresponsable al mantener ese destellito azul extraterrestre -que sirve perfectamente de guía nocturna- porque podría apagarlo del enchufe, pero es que no soy perfecta y lo hago sólo a veces. Así va este gran país que es España, con señoras que se dejan el monitor ortopédico tragando kilowatios como si nada.

Qué susto pensar que pueda seguir subiendo el recibo, y la gasolina, y el internet, y todo lo que se pueda subir, como suben los cohetes de los ricos hasta la oscuridad donde invocamos a nuestros muertos, aquellos que se quedaron esperando la prosperidad y dejaron mucho por hacer a su pesar,  y como herencia cientos de recomendaciones para sobrevivir a las carestías. Cuando Bezos subía pensé algo feo y medieval, porque en el fondo todos llevamos dentro algún gen de Torquemada, y también pensé en Gagarin, que lo hizo con poco más que un túrmix, él solo. Qué cosas.

Ya les digo que el susto definitivo no es dejar un minuto la luz apagada a las ocho. Ni colgar fotos de chuletón. El susto será para otro cuando pase lo que pasa cuando se agita una botella de cava convenientemente, o por poner una comparación menos festiva, cuando se olvida una botella de cerveza en el congelador. Aunque hace tiempo que hay más latas que botellines. Las latas se deforman pero no estallan. Y así estamos, cargando nuestras jorobas, atravesando el desierto en círculos, dando gracias, siempre, por tener luz. Ojalá se nos haga pronto, falta nos hace.

2 comentarios: