La muerte que esperas no es la muerte, es un flujo de energía atomizada. La muerte es, sin duda, amiga, eso que me pasa ahora que no siento, ni huelo, ni duermo. Ese sentirse solo entre la gente, ese no poder disfrutar de los sabores. La muerte esta que yo invoco no es muerte, es muerte aplazada, adelantada, adivinada: es la tristeza que me lleva hasta el fondo de las aguas más frías que probaste. No eran aguas, eran aires, aires que te despeinaban, y como estaba muerto, ya no sentí placer al ver el alboroto de tu cabello. Ese aire se llevó tu voz y mi alma, revoloteando contra las hojas del árbol que iban y venían hasta la casa. La casa que ya no está, porque están muertos todos los que la habitaron un día, renacerá cuando renazcan los colores, los olores, los sabores. Renacerá y yo estaré vivo de nuevo, y beberemos un buen vino, y seremos confidentes de aquellas tardes de grisura y abandono cuando estabas muerto y yo también lo estaba, y nos mirábamos a lo lejos, perdidos en el naufragio, esperando que las olas nos llevaran otra vez hasta la playa...
Un ensayo, con mucha delicadeza y ternura...me gusta
ResponderEliminarUn boceto sólo... gracias Javier <8>
ResponderEliminarExcepcional. Como tú.
ResponderEliminarjo, que Bonito, nó?, Me Encanta Angelica, es Precioso..
ResponderEliminarMuy bonito, muy profundo...
ResponderEliminargenial.....como siempre.
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